miércoles, 20 de enero de 2016

En el debate sobre economía que se televisó la noche de ayer ocurrió lo que pasa cuando todo está organizado para celebrar al anfitrión, pero la fiesta termina en tragedia porque el dueño de casa lo hace todo mal.
Desde un inicio era claro que todo estaba pensado para agasajar al dueño de casa, el presidente Rafael Correa, y facilitar su lucimiento. Difícil algo más evidente: no bien arrancó el programa Rodolfo Muñoz, el supuesto moderador, lanzó una cuña a favor del gobierno. “Este es un debate que se lo hace desde la libertad de expresión”, dijo Muñoz al dar el pitazo inicial del programa. ¿Es necesario decir algo así cuando hay plena libertad?
A lo largo del programa, fue tan evidente y desembozada la inclinación de Muñoz a favor de las tesis de gobierno que llegó a interrumpir a Alberto Dahik, uno de los participantes críticos con Correa, para contradecirlo y corregirlo. Incluso, la primera pregunta del “moderador” para Dahik parecía sacada del libreto de una de las más recientes sabatinas: ¿por qué dice que los problemas de la economía ecuatoriana se deben al modelo económico si países como Noruega y Canadá están en recesión?, preguntó Muñoz como si no fuera obvio que el caso de esos dos países son expuestos por Correa casi religiosamente en las sabatinas.
Las redes sociales no paraban de observar la inclinación de Muñoz. El periodista Carlos Rojas anotaba en su cuenta de Twitter, por ejemplo, que el moderador exhibía “los mismos criterios económicos de Rafael Correa” y que eso se “reflejó en las preguntas a Pozo”.
Pero no era solo el moderador. El esquema era casi perfecto para que Correa fuera el vencedor. Había, por ejemplo, una gran cantidad de participantes (entre ellos dos de sus ministros), lo que sin duda buscaba diluir los temas más incómodos para el Presidente. Además, de los tres a los que se les presentó como contradictores aparecía un ex ministro y hombre cercano a Correa: Ramiro González, quien terminaría siendo una piedra en el zapato. Y como si no hubiera bastado, se había previsto la presencia en el set de jóvenes estudiantes que al momento de hacer preguntas únicamente las hicieron a Correa con lo que éste tenía más tiempo para intervenir y replicar.
Pero la fiesta duró lo que Correa se demoró en descomponerse. Apenas comenzó a hablar, descalificó a muchos que critican su manejo de la economía y tachó de irresponsable a Alberto Dahik por decir, a inicio de las intervenciones, que hay una gravísima crisis que se refleja en la caída de depósitos en los bancos y en la caída de las reservas.
Pero el verdadero desastre comenzó con la intervención de Ramiro González, que comenzó nervioso e inseguro. Si Correa ya había comenzado a perder la calma con los argumentos de Dahik, el problema se hizo dramático cuando González habló de la eliminación del subsidio a los fondos de pensiones del IESS. Desde ahí, Correa estuvo fastidiado y a la defensiva, recurriendo casi todo el tiempo a su risa nerviosa y su forzado dejo de superioridad. Su lenguaje corporal delataba todo el tiempo que la estaba pasando muy mal y a menudo se lo veía descompuesto.
De los tres participantes presentados como contradictores, Mauricio Pozo y Alberto Dahik se centraron en el tema de la caída de depósitos en el sistema bancario ecuatoriano, lo que evidentemente aumentó la exasperación de Correa. Ambos defendieron, asimismo, a los fondos de ahorro que Correa eliminó a inicio de su gobierno y que a lo largo del debate los trató peyorativamente de “fonditos”. Pozo, por ejemplo, dijo que si se hubieran mantenido esos “fonditos” actualmente habría USD 11 mil millones ahorrados, con lo que se hubiera hecho frente a la actual crisis disparada por la caída del precio del petróleo.
Dahik también criticó a la forma en la que se ha hecho la inversión pública. Sostuvo que se había exagerado a tal punto que la inyección de fondos en la economía había presionado la demanda, lo que terminó produciendo una oleada de importaciones que desequilibraron la economía. Cuando defendió a los fondos, Dahik dijo que ese tipo de ahorros no estaban destinados a aliviar los efectos de algo improbable como la caída de un meteorito en Guayaquil, sino algo que se sabía que iba a ocurrir: la caída de los precios del petróleo.
Uno de los momentos más dramáticos del programa fue cuando Rafael Correa se levantó para entregar su tesis doctoral a Alberto Dahik. Resulta difícil imaginar a un Presidente teniendo que entregar su tesis en lo que pareció un intento desesperado por legitimar su posición frente a la dolarización, de la cual no dejó de quejarse durante casi todo el programa.   Lo de la entrega de la tesis fue algo así como una necesidad desesperada de salvar su prestigio académico frente a las críticas que se le estaban haciendo. ¿Qué pudo haber estado pensando Correa cuando decidió llevar su tesis al set de televisión?
El enfrentamiento entre Correa y González fue otro de los aspectos que evidenciaron que el libreto original se fue de las manos de los organizadores del debate. Si bien fueron ambos los que entraron en una lamentable lógica arrabalera, es evidente que en una circunstancia así el que más tiene que perder es el Presidente. Fue precisamente en este enfrentamiento que reventó otro de los episodios más incómodos para el Presidente: la aseveración de González de que la campaña electoral de Correa había tenido el financiamiento de los ex banqueros Isaías. Si bien, no fue fácil escuchar a González decir aquello porque él y Correa hablaban simultáneamente, lo cierto es que la frase quedó registrada y repetida cientos de veces en redes sociales.
Quizá la parte más sorprendente (y feliz) de la intervención de González fue cuando le dijo a Correa que, en bien de la confianza en el país, debía retirar las enmiendas constitucionales. Esto disparó varios intercambios de fuertes acusaciones entre ambos, creando un ambiente de angustiosa zozobra en el set.
Al final del programa, Mauricio Pozo dijo irse más preocupado por el país de lo que estaba antes. Correa volvió a reírse y apenas atinó a hacer un chiste sobre el comentario de Pozo.
Mientras tanto, las redes sociales no dejaban de repicar. Quizá el tuit de Diego Cifuentes reflejó mejor que ninguno lo que había quedado flotando en el ambiente: “hace un sainete y pierde”, dijo.

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