domingo, 17 de enero de 2016

Endeudarse en época de vacas flacas

ARTURO TORRES



 "Ahora somos una familia de clase media… Tenemos un problema, tal vez nos quedamos sin empleo, el jefe de familia, pero tiene tarjeta de crédito para seguir subsistiendo”. Las declaraciones del presidente Rafael Correa, durante una entrevista en el canal Ecuador TV, evidencian lo que ha sido una práctica durante sus nueve años de administración. Pese a que entre el 2007 y el 2015, el Gobierno central recibió cuantiosos ingresos (USD 142 000 millones), más que ningún otro régimen desde el regreso a la democracia, siempre echó mano de la carta del endeudamiento. A noviembre del 2015 la deuda pública del Ecuador llegó a 32 848 millones. Entre el 2009 y el 2015 la deuda externa se triplicó, según el Observatorio de Política Fiscal. Más allá de las críticas que el pronunciamiento del Presidente ha desatado, la política del endeudamiento le está pasando la factura al país, sobre todo a las próximas generaciones. Será difícil explicarles cómo la época de mayor bonanza fue también una de las de mayor endeudamiento. Actualmente, cada ecuatoriano tiene una deuda per cápita de USD 2 053. En una economía que se volvió tan dependiente del financiamiento estatal, la contracción golpea a todos los sectores. Hay empresas que están cerrando o, en el mejor de los casos, reduciendo su personal. En lugar de dar señales de prudencia y de tomar medidas urgentes de ajuste para eliminar los gastos innecesarios, el Régimen continúa contrayendo créditos externos, a altas tasas de interés. Según el oficialismo, buena parte de los recursos contratados como deuda ha sido destinada a obras, al desarrollo. También hay inversiones significativas en salud y educación. Nadie lo niega. Pero el sentido común se impone. No se puede gastar lo que uno no está en capacidad de producir con su trabajo. El crédito, contraído sin la certeza de contar con los recursos suficientes para cubrirlo, es una ficción.


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