El periodismo colombiano frente al reto de informar en medio del ruido electoral
Durante el 13° Festival Gabo, expertos analizaron los desafíos éticos y prácticos del periodismo ante un escenario electoral polarizado, marcado por la desinformación y la crisis de confianza. La independencia editorial, la transparencia y el enfoque en hechos fueron señalados como pilares para recuperar el rol de servicio público del periodismo.

Colombia atraviesa, a un año de sus elecciones legislativas y presidenciales, una situación en la que todo parece tambalear. La violencia crece, la polarización se agrava y la fe se pierde en los medios, en las instituciones y en la política misma. En ese contexto, el periodismo intenta cumplir su tarea sin convertirse en parte del ruido.
Ese fue el punto de partida de la charla que reunió a los periodistas Carlos Cortés, Cecilia Orozco, Melissa García, Juan Carlos Quintero y Laila Abu Shihab durante el 13° Festival Gabo, en Bogotá. El diálogo propuso una reflexión crítica sobre el desafío de informar con rigor, independencia y compromiso durante los comicios de 2026.
Moderada por Abu Shihab, la conversación partió de un dato alarmante. Según el Digital News Report 2025 del Instituto Reuters, solo el 32% de los colombianos confía en las noticias. La cifra, además de ser inferior al promedio global, refleja una crisis de credibilidad que el propio gremio reconoce, en parte, como responsabilidad suya por las malas prácticas periodísticas. “Nos cabe la autocrítica aunque en Colombia cueste mucho hacerla”, dijo la directora de Vorágine.
El rol del periodismo colombiano ante esta tensión informativa, en un proceso electoral potencialmente turbulento, convierte en una urgencia apremiante la necesidad de transformar el pacto con las audiencias que buscan información fiable para navegar este entorno y tomar decisiones informadas.
Cecilia Orozco, columnista de El Espectador, reconoció que el periodismo ha cometido errores gravísimos, sobre todo al romper la barrera entre opinión e información. Y apuntó a una tendencia preocupante en medios tradicionales con los periodistas que, incluso en espacios informativos, expresan sus emociones y opiniones sin suficiente verificación. “La información debe estar basada en hechos y tratar de ser lo más imparcial posible para que el que me esté leyendo o viendo saque sus propias conclusiones, no que yo las saque por ellos”, sentenció.
¿Pero sirve la desinformación como estrategia política?
Uno de los temas recurrentes fue cómo los actores políticos han aprendido a "inundar la zona", una táctica que, según Abu Shihab, consiste en saturar el debate público con mensajes manipuladores para confundir a las audiencias. En Colombia, explicó Orozco, “el gobierno genera infodemia con anuncios cada hora. Es una máquina de producir ruido que deja perpleja a la opinión pública". Esta estrategia, utilizada por figuras como Donald Trump en Estados Unidos, dificulta que los medios mantengan el enfoque en temas estructurales como la violencia, la corrupción o las desigualdades regionales.
Frente a este fenómeno, Melissa García, directora de Vanguardia, destacó el papel de los medios regionales como contrapeso. "Mientras en Bogotá se habla de la agenda nacional, en Barrancabermeja asesinan a una persona cada 50 horas. Nuestra responsabilidad es poner el foco en lo que realmente afecta a nuestras comunidades", dijo la directiva del diario más importante de Santander. Juan Carlos Quintero, director de El Pilón, añadió que en Valledupar –desde donde el diario cubre los departamentos del Cesar, La Guajira y parte del Magdalena– han implementado políticas editoriales claras para evitar la autocensura en un territorio históricamente dominado por grupos armados. "Desde el asesinato de nuestro jefe de redacción, en 1999, priorizamos temas como derechos humanos y transparencia, aunque eso implique riesgos", afirmó.
Ambos directores coinciden en que su apuesta es recuperar la conexión con las comunidades a través del periodismo de proximidad. Sin embargo, reconocen que esta labor también puede llevar a una forma de autocensura no declarada, pues deben lidiar con las amenazas en un entorno donde los actores ilegales aún tienen presencia y el contexto político-electoral se prevé especialmente convulso.
Ver: La desinformación como arma electoral
La pauta oficial y la independencia de los medios
La dependencia económica en los contratos publicitarios con el Estado fue otro punto crítico de la conversación, pues sigue siendo una realidad especialmente para los medios regionales. García admitió que, aunque Vanguardia busca diversificar sus ingresos con eventos culturales, la realidad es que muchos medios en las regiones dependen de contratos con gobiernos locales. "El reto es no cruzar la línea entre periodismo y publicidad", dijo. Orozco fue más allá al denunciar cómo algunos medios camuflan contenidos patrocinados como periodismo. "Hay foros pagados por gobernaciones donde se elogia a funcionarios sin revelar el vínculo. Eso engaña al público y erosiona nuestra credibilidad", señaló.
Un ejemplo emblemático que surgió durante la conversación fue el caso expuesto por Tatiana Velásquez, de la Contratopedia Caribe, quien reveló que El Tiempo recibió 600 millones de pesos de la Alcaldía de Barranquilla por un especial que no aclaraba su naturaleza patrocinada.
¿Pero cuál es el rol de las audiencias en esta dinámica?
Los panelistas coincidieron en que los clics —a menudo usados como medida de éxito— pueden convertirse en incentivos perversos. “Mucha gente critica cierto tipo de contenidos, pero sigue dándoles clic y haciéndolos virales”, observó García, recordando el reciente caso del perfil sensacionalista publicado por la Revista Semana sobre la jueza Sandra Heredia, quien condenó en primera instancia al expresidente Álvaro Uribe Vélez por los delitos de soborno en actuación judicial y fraude procesal. La pieza sobre Heredia provocó indignación, pero significó un alto tráfico y viralidad para la revista.
Frente a esta espiral de ruido, los periodistas se preguntaron cómo evitar caer en las trampas de la espectacularización. “No podemos responder al ruido con más ruido”, advirtió Orozco. La invitación fue clara: conservar la calma, priorizar los hechos y practicar “la pausa inteligente”. Carlos Cortés, director de Linterna Verde, organización independiente que estudia el ecosistema digital en Colombia, agregó que es clave que las audiencias aprendan a identificar los incentivos detrás de cada narrativa: “¿Por qué se produce determinada información? ¿Quién se beneficia?”.
El periodismo en la era de los algoritmos
Las redes sociales también ocuparon un lugar central en el debate. La frontera entre opinión e información se ha vuelto cada vez más borrosa en un entorno donde los algoritmos premian el escándalo, y los políticos ya no necesitan intermediarios para comunicar.
Carlos Cortés advirtió que las métricas de interacción —tan celebradas hace unos años— ya no dicen mucho sobre la influencia real del contenido: no indican si fue comprendido, creído o siquiera visto con atención. A esto se suma lo que llamó la "autenticidad fabricada": narrativas cuidadosamente diseñadas para parecer espontáneas, pero que en realidad responden a estrategias de marketing político o personal. Influencers y dirigentes aprovechan plataformas como TikTok o YouTube para distorsionar el debate público desde tribunas propias, sin pasar por el filtro de los medios tradicionales. Además, la atención del público está hoy más dispersa que nunca, fragmentada entre redes, servicios de streaming, espacios cerrados de mensajería y foros digitales.
Frente a este escenario, los panelistas llamaron a innovar en formatos y narrativas. “Hay que destwitterizar el periodismo. No podemos reducir la realidad a hilos virales”, sostuvo Cortés. García, por su parte, insistió en la necesidad de escuchar a las redacciones: “Los periodistas deben proponer agendas propias, no solo perseguir clics. Cuando un reportero investiga un tema relevante para su comunidad, el medio debe respaldarlo”.
El caso Vicky Dávila
La candidatura presidencial de la exdirectora de Semana, Vicky Dávila, sigue generando controversia. Orozco, quien la demandó por difamación, fue contundente: "Usó el medio como plataforma política. Eso dañó la credibilidad de todos los periodistas". Los panelistas coincidieron en que su caso expone un conflicto ético creciente: la puerta giratoria entre medios y la política. "Debemos tratarla como cualquier candidato, sin complacencias. Ella conoce cómo manipular la atención, pero el reflector también quema", advirtió Cortés.
En medio de este panorama volátil, los periodistas coincidieron en que una salida es reforzar el periodismo que se centra en los hechos y en el contexto. Quintero lo expresó con claridad: “No son solo los hechos, es su interpretación y su contextualización lo que marca la diferencia”. Y ese ejercicio —agregó— requiere editores comprometidos con la calidad, capaces de distinguir entre información relevante y contenido desechable.
La charla cerró con un llamado a defender el periodismo como una práctica de servicio público. A valorar el trabajo pausado, el rigor, la reportería, y a no ceder a la ansiedad del clic o del algoritmo. Y, en un año electoral donde la desinformación y la violencia política amenazan la democracia, el mensaje final fue claro: si el periodismo no hace autocrítica y recupera su rol social, otros llenarán el vacío con ruido.
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