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¿Alcaldesa o alcalde?, el vacío legal de la constitución correísta de Montecristi.
La Constitución de Montecristi, diseñada bajo el mando de Rafael Correa, se ha convertido en una puerta abierta para privilegios insólitos y situaciones tan surrealistas que parecen sacadas de un guion de comedia política. El reciente caso del alcalde de Pujilí, José Arroyo, quien figura en su cédula como mujer y ahora disfruta de los beneficios carcelarios correspondientes, es la prueba más clara de cómo la normativa correatista ha deformado la realidad jurídica y social del país. ¿Quién iba a pensar que un alcalde podría “cambiar de género” para evitar las incomodidades de una celda común?
Este absurdo no solo genera confusión sino que evidencia una peligrosa manipulación del sistema que permite que quienes se autodefinen de forma caprichosa reciban tratos preferenciales. Arroyo, bajo esta extraña figura legal, se pasea ahora entre las internas, con todos los privilegios y la “protección” que eso conlleva, dejando a la ciudadanía preguntándose si estamos ante un avance en derechos o una burla institucional de proporciones épicas. Y mientras tanto, la Constitución creada por Correa se ríe desde su pedestal, orgullosa de su “modernidad” y su “respeto a la identidad”.
Es hora de preguntarnos cuánto más debemos tolerar esta pantomima constitucional que no solo vulnera la lógica, sino que abre la puerta a privilegios absurdos y pone en jaque la justicia y la igualdad.
La Constitución de Montecristi no es solo un texto legal: es la gran excusa para convertir lo irracional en ley, y ahora, para que un alcalde detenido juegue el comodín de género para obtener un tratamiento preferencial en prisión.
¿Cuántos más se aprovecharán de este circo legal antes de que el país despierte?
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