Esta es una imagen desgarradora, de una mujer con su tierno hijo, viviendo en condiciones infrahumanas, en un espacio verde, un pedazo de cartón es su techo, unos árboles viejos de eucalipto la acompañan, son mudos testigos de esta tragedia social, en la Cuenca Patrimonial.
Es una mañana lluviosa, hace frío, mucho frío. La indiferencia de las instituciones llamadas a extender la mano a los pobres, a los abandonados, a los excluidos, está presente, mientras se llenan la boca hablando de planes, de proyectos, de ayudas para los desposeídos y humillados. Los escritorios están repletos de carpetas llenas de burocracia. Los presupuestos se esfuman, y la ayuda social nunca llega.
La administración municipal, derrocha el dinero a manos llenas, en actividades intrascendentes, en campañas publicitarias, en viajes internacionales de placer, en sueldos dorados, en guardaespaldas, en blindado: mientras crece la mendicidad en calles, plazas, en las orillas de los ríos, bajo los puentes, en los mercados. Y, con hipocresía dicen: AMOR POR CUENCA.
El Observador
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