EL CONSPIRADOR RECIBIÓ UNA SENTENCIA DE 10 AÑOS DE PRISIÓN
POR JAIME CEDILLO FEIJÓO
“Cuando descubras que la corrupción es recompensada, y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada”.
El Contralor “estrella” de los correístas, el que tenía una calificación de cien sobre cien por sus pillerías, el más querido, recibió de la justicia norteamericana una sentencia de diez años de prisión por haber lavado en su país 16.2 millones de dólares, producto de los sobornos que recibió y exigió para desvanecer glosas millonarias a favor de empresas nacionales y extranjeras, perjudicando gravemente los intereses del Ecuador.
Carlos Pólit Faggioni, la figura que daba conferencias sobre el manejo transparente de la cosa pública, que era aplaudido en las sabatinas por Correa, poniéndolo como ejemplo para las presentes y futuras generaciones, pasará en los próximos diez años, recluido en una de las prisiones de los Estados Unidos de Norteamérica, a donde huyó para escaparse de la justicia ecuatoriana, creyendo que podría vivir el resto de sus días disfrutando a sus anchas de los millones de dólares que recibió por coimas.
Con ese dinero “maldito” compró propiedades en Florida, la mayoría puso a nombre de su hijo John, a quien le convirtió en su principal testaferro, también está siendo procesado penalmente.
Para las audiencias, durante el juicio, Pólit pagó una fianza de 14 millones de dólares, para defenderse en libertad, llegaba a la Corte muy elegante, luciendo ternos finos, costosos, bien perfumado, de la mano de su otra cómplice y encubridora, su amada esposa, la que disfrutaba de cada una de las jugadas perversas del Contralor (cien sobre cien), le hacían el coro varios abogados, y su hijo-testaferro, cuidaba que nadie se le acerque.
Es que parecía una estrella de cine mudo, escurridizo cuando la prensa intentaba abordarlo para que cuente los secretos de tantos “éxitos” durante la década “robada” del correísmo, cuando empuñaron lo ajeno con “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”.
La cosa cambió el momento que los guardias le condujeron desde la cárcel hasta la Corte para escuchar la sentencia del juez. Desdibujado, transparente, zombi, con uniforme de la prisión y con cadenas en manos y pies. Se le acabó la fiesta, enmudecieron sus socios “correístas”, el prófugo se olvidó del amigo chiro, del más querido, ahora ya no se acuerda de hacer vaca para apoyarle con unos dolaritos para la defensa, es que el pobre estaba calzón y persona, decía Correa con el cinismo que lo ha caracterizado siempre y por siempre.
Pero, señor juez, decían los entontecidos abogados, nuestro cliente es un ciudadano ejemplar, nunca ha dado problemas mayores en su país, siempre fue buena gente, ayudador con aves marías ajenas, colaborador como el que más, sacaba el dinero del bolsillo izquierdo para ponerlo en el derecho, y de eso pueden dar fe todos los beneficiarios de su bondad. Aquí le traemos un certificado de los carceleros, dice clarito que ayuda en la cocina, que barre, que pela las papas, que hace de monaguillo, sino pregúntele al capellán. Merece una rebaja, que no sean diez sino cinco años tras las rejas.
Y, ahora qué dirán los que le llenaron de condecoraciones, de medallas, de agasajos, de halagos, de preseas, que la gran cruz, que los pergaminos, que los discursos floridos. El “Corcho” Cordero posaba orgulloso junto su coideario, cuando le imponía en el pecho del condenado, las estrellas, y las fotos para las posteridad, para que vean los hijos de los hijos. Y, también la Gabi y la Rosana, hicieron lo mismo a su turno. Más reconocimientos, sonrisas encubridoras de oreja a oreja, caritas llenas de felicidad, es que lo que hicieron pasó a la historia y fue en el mismísimo recinto de la Casa de la Democracia, donde se han cometido y se siguen cometiendo los más grandes atentados en contra del pueblo ecuatoriano.
Y, más tarde, el prófugo que abría las puertas del Palacio, para hacer de las salas karaoke, pistas de baile, en chongo, para festejar a lo grande las travesuras del falso transparente que convirtió a la Contraloría General del Estado, en una cloaca, donde se negociaron glosas a cambio de millones de dólares en sobornos recibidos por los proyectos: Trasvase-Daule-Vinces; Refinería del Pacífico; Acueducto; Poliducto; y, por supuesto, los 8 millones que le entregó en cuotas el representante de la firma corrupta y corruptora Odebrechet, en dinero constante y sonante.
El Observador
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