domingo, 4 de agosto de 2019

¿Por qué el gobierno pedalea en el vacío?

   en Conexiones4P/Elenfoque  por 
El gobierno de Lenín Moreno es otra crónica anunciada. ¿Es impopular? Estaba anunciado. ¿Tiene el agua al cuello en el tema económico? Estaba anunciado. ¿No tiene un discurso para el momento que vive el país? Estaba anunciado… Esto tiene que ver con algunas variables que el gobierno arrastra desde que llegó, el 24 de mayo de 2017, al poder:
  1. El Presidente no lidera: ese es su primer problema en Carondelet: su presencia real es de alrededor de cuatro horas. Segundo problema: su tendencia a manejar los temas de poder anteponiendo la inteligencia emocional a la realidad. Tercer problema: la forma cómo gobierna. Las decisiones se cocinan en una mesa chica conformada por algunos miembros del gabinete que coordina Juan Sebastián Roldán. El mecanismo de decisión (el consenso) es tan paralizante como la idea que ellos tienen de la naturaleza del gobierno y de sus tiempos. Hay un vacío efectivo de liderazgo y los tiempos que manejan son absurdos: la mejor prueba es que ante las urgencias, Otto Sonnenholzner privilegia hablar del futuro.
  2. No se concibe como un gobierno de transición: ese hecho debía haber marcado su estrategia. Moreno y los suyos debían delimitar la cancha, anunciar tareas específicas para ese período y poner a la opinión ante esa realidad. Tenía que presentarse como lo que es: un gobierno políticamente débil y con un país económicamente hipotecado. Tenía que haber citado a un acuerdo político sobre puntos básicos, basado en un hecho político incontrovertible: salvo los correístas radicales, nadie está pensando en atentar contra el gobierno de Moreno. No se maneja como un gobierno de transición porque no se concibe como un gobierno de transición.
  3. Un presidente edulcorado: Lenín Moreno no abandona el perfil tallado por sus estrategas apenas llegó a Carondelet. El fantasma de Correa, contribuyó a labrarlo. Si Correa intervenía en todo, Moreno luciría casi ausente. Si Correa era un atrabiliario, él sería un bonachón. Si Correa politizaba todo, él hablaría de otras cosas. En definitiva, en un momento de altísima densidad política en el que hay que explicar al país lo sucedido, Moreno empezó a hablar de física cuántica. Y las comunicaciones de los lunes siguen siendo la nada en términos políticos. Moreno no solo no lidera, sino que luce ausente de las crudas realidades del país.
  4. Un discurso que no cambia: este gobierno no ha podido construir un relato que calce con las circunstancias económicas y políticas. No ha podido salir de la primera etapa en la cual, en forma segmentada, habló de la ruptura con el autoritarismo, la mesa no servida y las cuentas truchas del correísmo. Seguir insistiendo en que el país debe esa ruptura a Moreno (lo cual es verdad) no responde a las inquietudes creadas por la falta de empleo, el nulo crecimiento de la economía o la sensación de inseguridad. El gobierno tiene problemas de comunicación porque nunca dijo la verdad al país. Nunca el presidente hizo esa labor pedagógica que hubiera implicado asumirse como un presidente de transición: eso hubiera implicado que la nación y las fuerzas políticas se hagan cargo, al lado del gobierno, de la situación heredada. El error estratégico, que llevó a un error de comunicación, convirtió esta administración en un gobierno normal. Que, por supuesto, no tiene ni capacidad política y económica de responder a las expectativas acumuladas. Y que es blanco de presiones de algunos actores políticos que, en los partidos y en la Asamblea, quieren hacer su carrera política sobre las cenizas de este gobierno.
  5. El gobierno de las ocasiones perdidas: ganar tiempo ha sido la urgencia mayor de este gobierno. Para eso ha hecho promesas que han caído en saco roto, afectando gravemente su credibilidad. Habló de una cirugía mayor a la corrupción. Habló de una Comisión Anticorrupción de la ONU, que luego terminó en una Comisión de Expertos Internacionales que apoyarán la lucha contra la corrupción, y que ahora se eclipsó. Lo mismo ocurrió con el acuerdo nacional. En vez hablar claramente, reconocer su debilidad política y buscar tres o cuatro prioridades nacionales, que darían sentido y rumbo a su gestión, usó la idea del acuerdo nacional mínimo para seguir dorando la píldora al país. Otto Sonnenholzner es otra ocasión perdida que encierra todavía más al gobierno en un círculo vicioso eterno: no tiene iniciativas audaces porque apenas aflora una, mira los sondeos y se le pasan las ganas. Y los sondeos registran el drama de un gobierno sin liderazgo, sin prioridades, sin la conciencia de que solo le queda (políticamente) un año por delante y sin discurso político.

No hay comentarios:

Publicar un comentario