Michael Löwy: Bolsonaro es el gobierno de derecha con más rasgos neofascistas
El sociólogo marxista habló con Brasil de Fato y comparó al capitán retirado con el “Mussolini de los años 20”
Desde hace más de 40 años, el brasileño Michael Löwy vive en Francia. En Europa se consagró como uno de los intelectuales marxistas más conocidos y respetados internacionalmente. A lo largo de las últimas décadas, Löwy, se convirtió en un referente en los debates de la izquierda latinoamericana.
A fines de los noventa, un nuevo tema se vinculó a su nombre. El sociólogo se volvió conocido internacionalmente por sus estudios sobre ecosocialismo, defendiendo la urgencia del debate ecológico en el marxismo.
Michael Löwy habló con Brasil de Fato con ocasión del lanzamiento del libro Notícias de Lugar Nenhum [Noticias de ninguna parte]. El filósofo escribió la introducción a la novela de William Morris, recién publicada en Brasil por la Editora Expressão Popular.
Durante la conversación, el pensador marxista también se propuso a analizar temas del escenario político-social brasileño y global.
La ofensiva de la extrema derecha en Brasil, las semejanzas con los gobiernos fascistas europeos en el siglo XX, el desmantelamiento de la política ambiental en el gobierno de Jair Bolsonaro y la resistencia política fueron algunos de los temas comentados por Löwy. Ante un escenario considerado por él como “el regreso de formas neofacistas o semifascistas”, el sociólogo afirma que su esperanza está en la juventud.
A continuación los mejores momentos de la entrevista:
Brasil de Fato: Para empezar, me gustaría comprender en qué términos y cómo usted caracteriza el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil.
Michael Löwy: Lo que se vive en Brasil actualmente es una distopía. El revés de la utopía. Para nosotros que formamos parte de la izquierda brasileña y luchamos durante muchos años para avanzar en las ideas, luchas y conquistas de los trabajadores, del socialismo y del progreso, es muy triste realmente ver cómo Brasil llegó al punto de tener un gobierno que yo caracterizaría como semifascista por lo menos.
No llega a ser completamente fascista porque no tiene los aspectos del Estado totalitario, de las milicias, como los “fascio” [camisas negras] de Mussolini. Pero tiene muchos aspectos del fascismo. Creo que se puede comparar a Jair Bolsonaro, por ejemplo, con el Mussolini de los años 20.En esos años, Mussolini aún mantenía las apariencias de una república parlamentaria, había oposición en el parlamento, cuyo principal jefe era un demócrata, [Giacomo] Matteotti, y entre los diputados estaba Antonio Gramsci. Todo ello duró hasta 1926, cuando cerró el parlamento, encarceló a Gramsci, que permaneció en prisión hasta su muerte (1937) y mandó a matar a Matteotti. Ahí se acabó. Espero que no lleguemos a eso aquí en Brasil.
Veo la figura de Jair Bolsonaro y de gran parte de su gobierno con rasgos fascistas de autoritarismo, por esa idea de que hay que “exterminar” al enemigo. Y los enemigos son la izquierda, las feministas, los indígenas, el MST, etc. El odio al “comunismo”, que para él representa toda la izquierda, es una característica del fascismo – así como la idea de que la única salida es la represión.
Desgraciadamente, hay muchos gobiernos de extrema derecho en el mundo hoy, como [Donald] Trump en Estados Unidos, [Viktor] Orbán en Hungría, [Narendra] Modi, en India. Pero el que tiene más rasgos semifascistas o neofascistas es el gobierno de Jair Bolsonaro.
Afortunadamente, no tiene poder total como tuvieron los Estados totalitarios en Italia, Alemania y España. Tiene que negociar con el Parlamento, con el Senado e inclusive con las Fuerzas Armadas. Esa es una situación que aún lo diferencia del fascismo clásico de los años 1930. La historia no se repite pero es muy preocupante.
Otra diferencia con relación al fascismo es que ese personaje fue elegido democráticamente por la población. No fue un golpe militar, como hubo en tantos países de Latinoamérica en los años 60 y 70; fue una elección democrática, lo que es muy triste.
Por otro lado, se percibe que las personas que cayeron en engaño están despertando. La popularidad de Bolsonaro cayó muchísimo, hay movilización y resistencia. Una de ellas, que para mí es muy importante, es la movilización sindical contra la reforma de las Pensiones, una reforma ultrareaccionaria.
Por supuesto que las clases dominantes están contentas. Hay un consenso entre las oligarquías, los terratenientes y los banqueros que piensan que Bolsonaro es una salida porque está construyendo un programa neoliberal brutal, como plantea la oligarquía dominante brasileña desde hace mucho tiempo.
Otra resistencia que creo que es muy importante es la de los indígenas en Amazonia, que están luchando para defender las selvas y los ríos. La Selva Amazónica es un bien del pueblo brasileño y de la humanidad. Sin ella, se acelera el cambio climático.
En el gobierno de Jair Bolsonaro, parece que las políticas ambientales perdieron importancia. Desde su asunción, se concede licencias de agrotóxicos a ritmo acelerado y la deforestación aumentó casi un 90% en la Amazonia, por ejemplo. Incluso el campo progresista tardó en comprender la importancia de este tema. ¿Cómo usted analiza este asunto hoy?
Estoy convencido de que la cuestión del ambiente, o de la naturaleza, o de la ecología, será cada vez más central en el siglo XXI. No se trata solo de una cuestión de defender el medio ambiente, nuestras selvas o especies animales. Es una cuestión de supervivencia de la vida en el planeta. Si el proceso de cambio climático y calentamiento global sobrepasan cierto nivel, será irreversible.
A partir de cierto momento, cabe la pregunta de si todavía hay condiciones para la vida humana en este planeta. Realmente es una cuestión de vida o muerte. Por eso se volverá una cuestión política central para cualquier proyecto de cambio social. Será muy importante para la izquierda, movimientos sociales, obreros, campesinos, todos, plantear la cuestión ambiental y ecológica como una cuestión política fundamental y una razón central para luchar contra el capitalismo. El capitalismo es lo responsable por eso.
Los socialistas deben comprenderlo y asumir este combate como algo central, no como un detalle en una lista de 45 puntos programáticos, sino como una batalla central para el futuro de la humanidad. Mi recadito es: necesitamos apropiarnos de la cuestión ecológica como un arma en la lucha contra el capitalismo.
¿Qué hay en común entre la ofensiva de la derecha en Europa y en América Latina?
La globalización liberal y la crisis económica que esta provocó a partir de 2008 crearon un contexto favorable al ascenso espectacular no solo de la derecha clásica neoliberal sino también de la extrema derecha semifascista, con rasgos racistas, autoritarios en muchos países del mundo. De Japón a India, gran parte de Europa, Estados Unidos y Brasil.
No hay una explicación única sobre por qué esto está pasando. Hay varios elementos: la crisis del neoliberalismo es un aspecto, el debilitamiento de la izquierda es otro. Pero, para mí, aún es un enigma el porqué – justo en los últimos años – estamos viviendo ese fenómeno que no es exactamente lo mismo de los años 1930 porque la historia nunca se repite, pero es la vuelta de formas neofascistas ou semifascistas.
Sobre esperanza, para terminar. ¿Usted ve alguna salida? ¿Cuál sería?
Para mí la salida son las luchas, la resistencia. Acá en Latinoamérica, en la línea del frente están los indígenas y los campesinos. Otro elemento que nos infunde esperanza es la juventud. La juventud que, en todo el mundo, se movilizará el 20 de septiembre para una gran huelga general internacional sobre el cambio climático, contra los gobiernos que no toman las decisiones necesarias.
Sabemos que la juventud es el futuro. Si la juventud se moviliza, si lucha, si toma conciencia y alza la consigna “cambiemos el sistema, no el clima”, entonces hay esperanza.
Edición: Katarine Flor | Traducción: Luiza Mançano
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