La entrevista que Xavier Lasso hizo el pasado 15 de agosto a Rafael Correa, para el sitio Kolectivoz, debe ser uno de los más sólidos aportes para la construcción de una teoría del discurso político de los semidioses.
Durante la hora y cuarto que dura el encuentro remoto (Lasso en Quito y Correa en Lovaina), las referencias a la realidad que se hacen en sus reflexiones son prácticamente inexistentes, y las poquísimas veces que aparecen son vagas y difusas: los semidioses no viven en un mundo real y tampoco les gusta hablar de él. Son seres superiores que no dan cuenta de sus actos, que jamás han tenido que pedir perdón y que si, por acaso se han equivocado alguna vez, es porque los perversos seres terrenales les han inducido al error.
La entrevista, en realidad, sintetiza de forma contundente la lógica discursiva que brota cada vez que un semidiós, en este caso Correa, dialoga con uno de sus devotos, Lasso. Una lógica que en política se reproduce todos los días cuando, por ejemplo, un correísta o alguien de pelambre ideológica similar como un kirchnerista pregonan las bondades de su modelo político y condenan aquellos que pretenden sus críticos, olvidando por completo o invisibilizando la corrupción, el autoritarismo y el despilfarro que hubo durante sus gobiernos.
Durante la entrevista, lo que Correa va pontificando nunca es contrapuesto con una referencia al mundo real. No, Lasso no cuestiona ni menciona un solo dato que pueda poner en cuestión o en duda lo que Correa sostiene alegremente. Así, el ex presidente dice absolutamente todo lo que quiere sin que el entrevistador lo cuestione, como si lo que estuviera diciendo fuera la mismísima verdad revelada. De esa forma, Correa llega a sostener, por ejemplo, que la prueba irrefutable de que el contralor Pablo Celi es «un pillo», está en el hecho de que fue mano derecha del ex contralor, actualmente prófugo de la justicia, Carlos Pólit. El semidios y extraterrestre Correa olvida, o pretende olvidar, que Carlos Pólit fue contralor por casi 10 años única y exclusivamente por su voluntad y poder. Si no fuera por su condición cercana a la divinidad absoluta quizá Correa, o en su defecto el entrevistador Lasso, pudieron el menos plantearse por un instante si más pillo que la mano derecha de Pólit es quien lo mantuvo a la cabeza de la Contraloría por nada menos que una década.
Lo que ocurre en la entrevista es lo que se ve cada vez que un correísta argumenta sobre política. Por ejemplo, cuando la radical Gabriela Rivadeneira defendía a los consejeros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs, en el seno de la Asamblea, afirmando que tal o cual consejero había tenido más votos que sus interpelantes, como si la conducta de un político debiera ser evaluada por la cantidad de votos que obtuvo y no por su sometimiento a la ley y a la ética pública. Rivadeneira, en la Asamblea como Correa en la entrevista, no hicieron ninguna referencia a los actos por los que esos cuatro consejeros fueron interpelados, como el desacato a la Corte Constitucional, sino únicamente al insostenible argumento de la cantidad de votos que obtuvieron.
En el mundo de los semidioses de la política no hay sino dos bandos: los buenos, como ellos, que luchan contra los otros, los malos que se les oponen y quieren desplazarlos, inexplicablemente, del poder. Los otros, es decir quienes están en su contra y que citan temas terrenales como la corrupción, el autoritarismo o el despilfarro, son seres malignos que se han unido por órdenes de Trump, el Fondo Monetario Internacional, la prensa y el capital con un solo fin: evitar que gobiernen. Si no se sala la calle para sacar a Lenín Moreno de la Presidencia o no se hace una Constituyente “vendrán los malos y nos seguirán gobernando”, dice Correa en la entrevista de marras.
Para Correa y para Xavier Lasso, cuando se habla de persecución política o del tal lawfare que para ellos significa el uso del sistema judicial como mecanismo persecutorio, no hay nunca un acto de corrupción de por medio. Para ellos, la Refinería del Pacífico, la repotenciación de la refinería de Esmeraldas o la construcción de Yachay son tan solo ideas grandiosas malogradas por sus perversos enemigos. Cuando se habla de Cristina de Kirchner, el tema que en realidad es el centro de la entrevista, no hay cuadernos de choferes que transportaron el dinero de los contratistas del Estado argentino ni videos en los que Néstor Kirchner cuenta billetes ni hoteles vacíos que facturaron millones de la ex presidente de la Argentina. Y si se los menciona es para decir, así muy de ladito, que son pura imaginación de los perversos. Es por eso que Correa, orondo y sin una gota de sangre en la cara, dice en la entrevista que los sobreprecios, asunto horrible inventado por los malos, son tan solo «reajustes de monto de contrato» que ocurren normalmente cuando se quieren hacer bien las cosas.
Únicamente la lógica discursiva que se articula en la entrevista permite entender que, cuando Correa sostiene que los $1.500 millones invertidos en el aplanamiento del terreno de la Refinería del Pacífico están justificados porque potencialmente puede llegar un inversionista, a Lasso no se le haya ocurrido decirle que cómo se pudo invertir tanto dinero en arreglar un terreno cuando no había siquiera un proyecto de negocio consolidado.
En el mundo de Lasso y Correa, algo así como el mundo konitos, se puede decir cualquier cosa porque la realidad es un accesorio que no amerita ser tomado en cuenta. Por ejemplo, el tema del escándalo por los aportes de los contratistas del Estado a los fondos para las campañas electorales se zanja por completo con la afirmación del ex presidente de que él nunca conoció a los ejecutivos de Odebrecht. Mejor aún: se zanja con la mera afirmación de que él no acepta un almuerzo de un empresario que haya tenido contratos con el Estado.
Como en toda narrativa religiosa, en la entrevista del 15 de agosto también hay parábolas que inducen al feligrés a la devoción y al deslumbramiento. Aquí fue la parábola del peaje. Xavier Lasso, visiblemente emocionado, con mirada de devoto y en tono de infinita dulzura, dice recordar que durante una sabatina que coincidía con un feriado, Correa ordenó que no se paguen los peajes en las carreteras y así el país ganó porque todos pudieron llegar más rápido a sus casas. ¡Qué sabiduría! ¡Qué bondad! Del otro lado, arrobado y satisfecho, el semidiós Correa sonríe levemente. En la parábola del peaje no existen obviamente, referencia alguna a los sobreprecios en las carreteras ni nada que pueda empañar ese ejercicio de bondad y sabiduría que eran las sabatinas.
En el escalafón de los malos, los primeros lugares siempre estarán el neoliberalismo y el Fondo Monetario Internacional. Lasso hace un esfuerzo persistente en mencionar los casos en que el neoliberalismo ha fracasado para concluir que ese modelo no funciona. Correa, por su lado, cita a Grecia y la Argentina como ejemplos de la perversión a la que puede llegar un modelo económico. ¿En algún momento mencionaron la catástrofe humanitaria producida por el socialismo del siglo XXI en Venezuela? ¿Las decenas de miles de indigentes venezolanos en las esquinas de todo el continente? ¿La decrepitud del modelo cubano? Obviamente, no: según la teoría del discurso político de las semideidades, el mal solo puede estar del lado de los profanos.
Al final del diálogo llega la comunión final: Lasso pregunta a Correa si ha pensado en un nombre para candidato a la Presidencia de la República en la eventualidad de que él, el semidiós, sea candidato a la Vicepresidencia. Correa menciona primero a María Isabel Salvador y luego a su devoto Xavier Lasso. “Usted me está tomando el pelo”, le responde sonrojado el entrevistador. “No te estoy tomando el pelo”, insiste entonces la voz divina y aterciopelada que llega desde el más allá, desde Lovaina.
La entrevista pone sin duda fin al mito de que Xavier Lasso es periodista. Correa se encargó de darle la extremaunción cuando desde su pedestal divino le lanza el huesito de su nominación a la candidatura presidencial: lo incluye entre los candidatos porque lo considera un militante, su devoto. Lo premia por tus prédicas y alabanzas. Y lo hace con la bondad y sabiduría infinita de un ser divino. Lasso lo toma y cierra casi enseguida el encuentro previsto.
La pieza de pretendido periodismo es, en definitiva, un extraordinario escaparate para entender la lógica con la que el relato correísta pretende sobrevivir: negando la realidad y mirando siempre hacia el cielo buscando la revelación divina de su semidiós. No es la primera vez, ni el único país en que ocurre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario