miércoles, 30 de mayo de 2018

¿Los compinches del autoritarismo ya se lavaron la cara?

  en La Info  por 
¿Alguien sabe en la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional que Lenín Moreno cumplió un año ya en el gobierno? ¿Alguien se habrá enterado de que, en ese lapso, Jorge Glas, recibido con alfombra roja por María José Carrión, presidenta de esa Comisión, cambió de estatus y pasó de vicepresidente de la República a reo en una cárcel de Quito?
En la Comisión de Fiscalización todo sigue igual. María José Carrión sigue presidiendo como si no hubiera sido una pieza clave en el mecanismo autoritario de Rafael Correa. Acólito y compinche. Nadie le ha pasado la factura por haber complotado contra su cargo y su misión fiscalizadora. Por haber hecho parte de esos ejércitos de funcionarios secuaces dedicados a ocultar la verdad y proteger a los corruptos. Ella no citó a Glas para dar explicaciones: lo dejó dar lecciones de moral al país que sabía que a su tío le regalaban plata empresas como Odebrecht y empresarios como Tomislav Topic. Tanta lealtad volvió a Carrión una política con poder en la Asamblea; una política dedicada a labores despreciables.
Con el derrumbe del correísmo, María José Carrión viró hacia Lenín Moreno pero siguió haciendo los mismos favores a los jerarcas de su partido que, gracias a su diligencia y a su servilismo cómplice, escaparon a la fiscalización política. Ayer volvió a salir indemne de esa Comisión Alexis Mera, citado en el marco del juicio político contra Gustavo  Jalkh, presidente del Consejo de la Judicatura, y otros funcionarios. Pudo decir que sí hubo corrupción en la justicia… Pero toda en contra del gobierno de Rafael Correa.
Silvia Salgado también estuvo presente y comparte las mismas circunstancias que María José Carrión. Política elíptica y sinuosa, enfundada en traje hurtado de mujer de izquierda, ella es actora de mil amarres y maniobras que ejecuta sin rasguño aparente. Su declaración sobre la prestación de Alexis Mera, la retrata de cuerpo entero. Para ella no es grave que el hombre más fríamente cínico del correísmo haya llamado jueces. O les haya escrito amenazándolos. A ella, tan ducha en terrenos cenagosos, eso no le inquieta. Ni merece que califique de injerencia en la Justicia la actitud de Mera. Esa injerencia palmaria solo podría ser calificada por ella de injerencia si se llegara a probar que las intervenciones de Mera surtieron efectos en las sentencias de los jueces u operadores de la justicia.
Así es Salgado: la expresión perfecta de los políticos a los que no hay que oír porque sus vericuetos retóricos son enrevesados e infinitos y le permiten, al mismo tiempo, ensuciarse las manos y lavárselas ante las cámaras sin correr ningún peligro: en su caso solo hay que ver cómo vota. Y qué resultados oscuros produce con sus acciones. Ella debe figurar en cualquier balance sobre el autoritarismo y la corrupción durante el correísmo: fue una pieza clave en la Asamblea para tapar y enterrar movidas y maniobras chuecas. Hoy Silvia Salgado sigue operando en la Asamblea como sacerdotisa incólume.
Alexis Mera ya ha sido retratado algunas veces por 4Pelagatos.
Lo increíble no es que María José Carrión, Silvia Salgado, Alexis Mera sean lo que son. Impresiona que puedan proceder con el mismo descaro y las mismas coartadas que manejaron durante el autoritarismo al que sirvieron. Y que lo puedan hacer ante las cámaras sin sufrir la más mínima sanción por parte de la sociedad. Ellos, como otros actores de la década correísta, son un desafío a la memoria, a la decencia mínima, a la necesidad imperiosa de trazar líneas rojas, en el ámbito ético, en la esfera pública para los funcionarios y políticos.
Personajes como ellos suscitan un baño doloroso de realismo político en el país: en la Asamblea Nacional nada sustancial ha cambiado. Y Correa dejó el poder hace un año.

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