TÁCTICA Y ESTRATEGIA ECUATORIANA
Por Paulina Recalde Velasco
El proceso de la revolución ciudadana RC (como se
autodenomina el gobierno ecuatoriano en funciones) ha basado buena parte de su
legitimidad en 3 elementos: los logros de su gestión cobijados en la promesa de
cambio, el amplio nivel de respaldo e intensa adhesión emocional que despierta
su líder (Rafael Correa) y una prolongada y sostenida eficacia electoral.
Todo esto en un entorno de intermitente y desarticulada presencia de fuerzas de
oposición y de una extendida percepción ciudadana de estabilidad (como
evidencia de esta el oficialismo señalaba permanentemente la ausencia de movilizaciones,
que no fueran las de carácter oficialista).
La reelección de Correa y triunfo de AP en el
legislativo en 2013, con amplios márgenes de ventaja (57% en la presidencial y
100 de 137 asambleístas), pueden ser leídas como la gran puesta en escena de
estos elementos, una que dejó al oficialismo satisfecho y muy cómodo con sus
formas de llevar la política.
En este escenario llegan las elecciones locales de
2014 y se configuran como el inicio de un punto de inflexión. Veamos por
qué. En cuanto a resultados electorales, el oficialismo (más allá del
número de alcaldías, prefecturas y porcentaje de votos logrados) sufre la
pérdida de alcaldías en varios de los cantones más poblados y algunos de ellos
emblemáticos (Quito, Cuenca, Manta). Esto no necesariamente explica la derrota,
pero en términos de comunicación y estrategia se configuró el escenario para un
costo político pues el Presidente fue nuevamente presentado como el gran
endosador en campaña y se utilizó un discurso para promover el voto según el
cual el triunfo de los opositores implicaba potencial afectación o amenaza al
proyecto de la RC. El oficialismo se dejó ver por vez primera como “vencible”.
Posterior a la evaluación del proceso electoral o
como consecuencia de esta, la RC plantea la necesidad de posibilitar una nueva
relección presidencial pues las fuerzas de la “restauración conservadora” y/o
una derecha con renovado rostro y articulaciones externas amenazan con echar
abajo lo conseguido por el proceso y no se avizora un liderazgo del calibre de
Rafael Correa para enfrentarlo. Se busca trazar fronteras, un terreno de
diferenciación, mostrar nuevos antagónicos y que la población cierre filas en
torno no solo a la promesa sino sobre todo a la continuidad del cambio y a la
cabeza que lo ha hecho posible, pese al acecho. A la par se subraya la
necesidad de mayor articulación, fortalecimiento de la organización y el fin de
los sectarismos (el énfasis lo puso el Presidente en su discurso post
elecciones).
El anuncio de la introducción de la figura de reelección
sin límites fue un prematuro movimiento que si bien ha decantado
articulaciones, pesos y contrapesos políticos en el terreno de la RC y en el de
la vecina orilla, ha sobrexpuesto a Rafael Correa, al posicionarlo como el
oxígeno del proceso y no ha logrado calar en la población como horizonte
movilizador (alrededor del 60% se opone a la inclusión de esta en la
Constitución). La apuesta política ha dejado a la revolución ciudadana
entrampada en un elemento que no es de menor trascendencia: la forma en la que
se tomará tal decisión (en el Legislativo y no vía Consulta popular, figura
hasta ahora usada y resaltada como evidencia de que las decisiones se toman con
las mayorías). El nutrido bloque en el Legislativo le da aire para hacerlo en
este espacio pero lo muestra por primera vez en todo el ciclo de su gobierno
como evasivo al terreno electoral.
De fondo surgen dos elementos que complejizan y
enriquecen aún más el escenario político: (1) La oposición organizada dispara
desde varios frentes: El de los gobiernos locales que ha configurado un espacio
de articulación (con Mauricio Rodas, alcalde de Quito, Jaime Nebot, alcalde de
Guayaquil y Paúl Carrasco, prefecto de Azuay como principales rostros) con
gestos que rebasan su territorio natural de acción. Se avizora un frente con el
que el oficialismo deberá lidiar y frente al cual releer sus estrategias de
interlocución pues se constituye en un filtro de largo aliento para su
presencia en territorios. Guillermo Lasso (ex candidato presidencial) ha
encontrado en la propuesta de reelección el pase para volver a la escena
política y ha constituido un frente que propone la realización de una consulta
y sobre todo que le permite ensayar fuerzas con miras a 2017. (2)
Adicionalmente, en el último año Ecuador ha visto una reactivación de presencia
en las calles con demandas heterogéneas y actores varios que han retado la
comprensión que tiene el régimen sobre el conflicto y las posibles respuestas
que puede dar a malestares y nuevas demandas de la sociedad que es comprensible
y legítimo que surjan en medio de un ciclo prolongado y dinámico.
Con la renovada presencia de la oposición y sus
intentos de articulación, las calles intermitentemente pobladas de fondo, el
gobierno, sin embargo mantiene cifras muy positivas de calificación a la
gestión (superiores al 70%) y Rafael Correa amplia aprobación a nivel nacional
(inédita condición de un líder político ecuatoriano). La penetración de los
otros actores está aún por verse.
La posibilidad de incluir la reelección sin límites
en Ecuador tiene especial relevancia para el país pero si nos remitimos solo al
territorio de disputa entre el oficialismo y los frentes de oposición, es
preciso señalar que esta es solo la capa más visible, pues asistimos a
distintos niveles de contienda con plazos de larga duración, de los que
dependerá la continuidad de AP en el poder (más allá de Rafael Correa) y/o la
penetración de otro proyecto político. La cancha está abierta y frente a esta
táctica y estrategia se pondrán a prueba.
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