viernes, 12 de diciembre de 2014

· Ana María Cogorno · Presidenta de la Asociación María Reiche

·         Ana María Cogorno
·         Presidenta de la Asociación María Reiche

El Perú tiene el privilegio de contar con innumerables lugares arqueológicos, todos de gran importancia histórica y cultural. Sin embargo, ninguno de estos se compara a las maravillosas Líneas y Geoglifos de Nasca, únicos en el mundo para la fortuna de más de 30 millones de peruanos. Este lugar sagrado, que sin duda fue la más importante razón que tuvo María Reiche, viene despertando la atención mundial del turismo y se ha convertido en el segundo destino más concurrido después del Cusco. 
Hoy, los beneficios generados por este lugar saltan a la vista. Basta con considerar que en el 2013 fueron más de 167 mil los visitantes que sobrevolaron las líneas para darnos cuenta de la relevancia que tienen para el turismo en el Perú. Aun así, la inversión estatal para la conservación de este sitio histórico es casi nula. 
Desde mediados del siglo XX, la conservación de las Líneas de Nasca ha sido posible gracias al trabajo de María Reiche y su equipo, no del gobierno. Los gastos de vigilancia (como la colocación de guardianes motorizados) fueron financiados de manera autónoma, especialmente por el importante apoyo económico de Renate Reiche, hermana de María. Todos estos esfuerzos fueron realizados con el único propósito de conservar con respeto y amor un tesoro de indiscutible importancia para el país.
Es justamente por haber tenido el privilegio de haber acompañado a María Reiche en su devoto trabajo en las líneas y figuras de Nasca que no puedo más que sentir una profunda indignación con los daños realizados por la organización Greenpeace el lunes. Estos no solo se limitan a su evidente alteración física: los perjuicios que ha sufrido el Colibrí se intensifican si se contempla su importancia simbólica. Basta con recordar que esta se encuentra plasmada en una de nuestras monedas nacionales, además de haber figurado en el emblema de una institución tan importante como Prom-Perú. Resulta, además, lamentable que este incidente coincida con el vigésimo aniversario de la Declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Sin embargo, nuestra indignación desde la Asociación María Reiche no se limita a los autores de los daños, pues se dirige también al Estado. Hasta hoy ningún gobierno ha sido capaz de invertir recursos y eficiencia en conservar y proteger nuestro patrimonio cultural. 
Por esta lamentable ausencia del apoyo estatal durante todos estos años ahora, más que nunca, el Estado debe imponer la más severa sanción a los involucrados en esta destrucción. 
Del mismo modo, es imprescindible que se diseñen políticas públicas eficientes para lograr una adecuada protección al patrimonio cultural. Después de todo, ¿cómo fue posible esta intervención? ¿Dónde estaba el personal estatal que debía resguardar la zona? Y es que si bien los miembros de Greenpeace actuaron con una negligencia y falta de respeto absolutos, el Estado también es responsable por haber siquiera permitido que ocurran los hechos. 

Esperamos, pues, que el Estado esta vez aborde con la seriedad que merecen nuestros tesoros nacionales. De lo contrario, la única conclusión que sacaremos de esta experiencia será que su indiferencia respecto de nuestro patrimonio cultural es inevitable.

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