8 diciembre 2014
"Centenario
del triunfo de la Revolución Mexicana"
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El 7 de diciembre de 1914 la ciudad de México fue tomada por las fuerzas
de los ejércitos populares (villistas y zapatistas) que se habían
insurreccionado en todo el territorio mexicano desde el 20 de noviembre de
1910. Se puede reconocer que ese momento es muy semejante al que años muy
posteriores sucede en La Habana cuando el Ejército Rebelde la toma el 1º. de
enero de 1959. Es el instante cumbre cuando triunfa la Revolución Cubana.
O también muy similar al que realizan las fuerzas del Ejército Popular
Sandinista el 19 de julio de 1979 al llegar a Managua y derrocan a la dictadura
somocista e instalan a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional.
Esta es una de las características históricas que toda revolución realiza en el
marco de una estrategia insurreccional. Así como también aconteció con la
Revolución Rusa en 1917, en la Revolución Popular China en 1948 y en la
Revolución Vietnamita en 1975 tras expulsar a las últimas tropas
intervencionistas estadounidenses de su territorio.
De ahí que este pasado 7 de diciembre de 2014 se conmemoró para los
anales de la historia de las revoluciones el triunfo de la Revolución Mexicana.
En la realidad política de México ese acontecimiento nos recuerda el momento
más álgido de la victoria de la primera revolución popular del siglo XX. Fue
una revolución que generó más de un millón de víctimas. Sin embargo, esa
revolución popular con los años fue derrotada y quedó solo en la memoria de los
recuerdos, fue también durante muchos años inspiración para otros movimientos
revolucionarios en América Latina. Sin lugar a dudas la Revolución Mexicana
también generó grandes triunfos populares sobre todo la experiencia de un
pueblo en armas. Así como también generó grandes conquistas sociales,
políticas, educativas y culturales.
Sin embargo, el panorama revolucionario de los villistas y zapatistas, se encuentra muy alejado del escenario político del México del 2014. Cien años después, el modelo de desarrollo en la sociedad mexicana galopa al ritmo de las llamadas políticas neoliberales (capitalismo salvaje) y del desenfrenado lucro y violencia que generan el narcotráfico y el crimen organizado (privatización de la violencia). Miles de muertos (más de 80 mil) y desaparecidos (más de 26 mil) por la violencia criminal es el escenario dominante en diez años. Los niveles de la pobreza se incrementan constantemente (más del 50 por ciento de la población vive en esa condición).
La desaparición forzada de los estudiantes normalistas en la región más vulnerable del territorio mexicano, ha funcionado como la chispa que incendió la pradera. Esto es, detonó una crisis política que rápidamente maduró en gran parte del país y en amplios sectores sociales. Esta crisis política puso en primer lugar la contradicción entre las aspiraciones de amplios grupos sociales que se han insubordinado contra el sistema electoral de los partidos políticos (ya sean de las izquierdas o de las derechas ) que viven del presupuesto electoral y de su clientela políticamente adormecida.
Por otro lado, también emergió la desconfianza (ya existente desde hace
décadas) de la corrupción de los políticos y sus alianzas con las mafias
policiales y del crimen organizado. A todo ellos, se suma el creciente
poder de los empresarios de las drogas (narcotraficantes que controlan monopólicamente
la producción y las rutas del tráfico de sustancias ilegales hacia los grandes
mercados: EU y Europa). En este contexto emergen las guerras entre las
distintas empresas monopólicas del narcotráfico (llamados carteles) y sus
grupos paramilitares en alianza con los políticos corruptos de derecha e
“izquierda” y segmentos de las llamadas fuerzas del orden.
Así, en ese escenario de un país convulsionado por el crimen
organizado (empresarios del narcotráfico, de la trata de seres humanos, del
secuestro, de la prostitución, etc.) la imagen global de México, figura en los
peores niveles de una imagen internacional que puede considerarse respetable.
Con todo en el puerto de Veracruz, sellado para dar una imagen del México
propositivo, se lleva a cabo la Cumbre Iberoamericana. Cónclave donde el
gobierno mexicano tendrá que ser humilde y autocrítico para poder salir a
mediano plazo de sus crisis política. De no ser el caso, todo apuntará a dos
escenarios, a un México cada vez más violento y represivo, o bien a un país
donde los sectores populares tomen las riendas de su propio desarrollo y
seguridad, tal como aconteció el 7 de diciembre de 1914.
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