¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!
Fue nuestra compañera durante años, se llamaba Brother Deluxe 1350. Primero en el colegio, donde aprendimos a escribir con entusiasmo y dedicación, siguiendo las enseñanzas de la maestra; luego vino la universidad, los trabajos de redacción frente al teclado, para presentar al profesor de escritura oral y escrita, en la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca; sin demoras, sin pretextos, con pulcritud, es decir, sin cometer errores ortográficos.
Pero, escribiendo se aprende, equivocándose se corrige, siempre se escapa algo, por más atención que se ponga. Ya en la vida profesional, en Diario El Mercurio, un buen tiempo, redactamos en las máquinas manuales, se colocaba en el rodillo las "sábanas", donde, día a día, preparábamos las noticias que eran depositadas en el escritorio del Jefe de Redacción, para el visto bueno y a la prensa. Hasta que llegó, con prisa, la nueva tecnología, las computadoras, que eran como unos cajones grandes, las primeras.
El tiempo apremia, decía el director, se tienen que acoplar en pocos días. Un curso rápido, y se nos vino el mundo encima. Chao máquina de escribir, bienvenida la computadora, para bien o para mal. Aquí estamos, desde entonces, con las mismas ganas de siempre y hasta siempre.
El Observador
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