La esperanza germina desde la tierra en la comunidad empoderada
Voces, alimentos y memorias que tejieron esperanza en Victoria del Portete.
“Trabajemos en comunidad, así como las bacterias.
Abrazados en solidaridad. Es una cosa seria.”
Esa copla sencilla, tomada del Bambaleo, escrita por un simpático compañero, el Guatín, flotaba en el aire frío de Victoria del Portete la mañana del 17 de mayo. Allí, en el corazón de los páramos que dan de beber a Cuenca, tuvo lugar este encuentro de la comunidad empoderada, que no fue solo una reunión: fue un acto de amor, resistencia y sanación colectiva.
Desde temprano, mujeres y hombres se reunieron en círculo para ofrecer a la Pachamama los frutos de la tierra. Porotos, maíz, habas, yerbas medicinales, fueron depositados con reverencia como agradecimiento y compromiso. Una ceremonia que recordaba que la vida empieza en la tierra y en el agua, y que si ella enferma, nuestros cuerpos también. Porque cuando el territorio duele, también duelen los cuerpos. Y esa es una verdad que la comunidad conoce bien.

La tierra se enferma… y nos duele
La jornada avanzó con un diálogo profundo entre delegaciones de Perú, Colombia, Brasil, Ecuador y representantes de organizaciones sociales que luchan desde hace décadas contra la minería extractivista. Sus palabras fueron tejidos de memorias vivas, relatos de comunidades fracturadas por las promesas del oro, por la contaminación de los ríos, por el silencio de las autoridades.
Una de las participantes compartió cómo, en su comunidad, al hacerse pruebas de sangre a niños y mujeres, encontraron plomo y arsénico. “372 personas con minerales en la sangre”, dijo con voz temblorosa. Pero más que el metal, lo que corroe es la traición, la impotencia, la desesperanza.
Desde Jaén, desde Celendín, desde la misma Cuenca, se escucharon denuncias de pasivos ambientales no remediados, de relaves mineros que se desbordan contaminando canales de riego, de cuerpos que enferman en silencio, sin diagnóstico ni tratamiento. Porque en territorios abandonados por el Estado, la única medicina es la organización.

Agua, alimentos y antibióticos: los hilos del mismo tejido
El Encuentro propuso mirar más allá de los síntomas y entender las interrelaciones profundas entre la salud del agua, los alimentos y el uso inadecuado de los antibióticos. Como lo expresó el equipo de ReAct Latinoamérica, anfitrión del evento, la resistencia bacteriana no es solo un problema médico: es un espejo del desequilibrio ecológico.
La producción industrial de alimentos, el uso masivo de antibióticos en la cría intensiva de animales, la contaminación de fuentes hídricas con residuos farmacéuticos, todo forma parte de un mismo entramado de enfermedad que afecta tanto a la naturaleza como a los seres humanos.
“Cuando el agua se contamina, los alimentos ya no son medicina, sino veneno”, dijo una campesina, y todos asintieron. Porque nadie necesita estudios científicos para saber que sin agua limpia no hay vida.
Un discurso para recuperar la esperanza
El Dr. Arturo Quizhpe, Director de ReAct Latinoamérica, cerró este diálogo con un discurso que no solo habló al intelecto, sino al corazón.
“Este mundo está dividido en pedazos. Y nuestros cuerpos también. Nos han hecho creer que lo que pasa en el agua no afecta a los niños y la comunidad que la bebe, que lo que pasa en el campo no llega a la ciudad”, dijo con tono firme. “Pero todo está interconectado. Y debemos sanar nuestros cuerpos, nuestros territorios y nuestras comunidades, porque también somos territorio”.
El Dr. Quizhpe comparó nuestra lucha con la de las bacterias: “Ellas trabajan unidas, se transfieren resistencia, energía, fuerza. Así deberíamos hacerlo nosotros. Si no fortalecemos la comunidad, la desesperanza nos va a ganar”.

Recordó que el uso irresponsable de antibióticos no es solo un problema médico, sino el reflejo de un sistema que rompe los equilibrios de la vida. “La salud no está en la receta médica. Está en el tejido de la vida, en la reciprocidad, en la complementariedad… como el mote casado, donde lo que le falta al mote le sobra al poroto. Así deberíamos vivir”.
Con metáforas cargadas de sabiduría campesina y ternura, cerró diciendo: “Sanar el planeta es sanar también nuestras emociones. No podemos dar esperanza si nosotros mismos estamos enfermos de desesperanza. No podemos abrazar la vida si no nos sabemos parte de ella”.

Una pampamesa para cerrar el ciclo
Para cerrar, se compartió una pampamesa con alimentos de la comunidad. El maíz tierno se fundía con los porotos, las habas con el queso, las papas locas con el ají con pepa de zambo. El cuy no podía faltar. Se comió en círculo, sin jerarquías, como lo dicta la sabiduría andina.
No hubo banquete, sino comunión. Porque cuando se come en equilibrio con la tierra, el cuerpo se nutre y el alma también. En cada bocado, un mensaje: “Así como nos alimentamos juntos, también podemos sanar juntos”.
Finalmente, en un brindis con la chicha, producto de la fermentación y trabajo de las bacterias, invisibles y silenciosas, celebramos los 20 años de ReAct Latinoamérica, como compromiso con la red de la vida.

Territorios sanos, cuerpos vivos
Este Encuentro no fue solo una denuncia, fue una afirmación: la salud no se decreta, se construye desde abajo, con raíces profundas. Y la lucha no es solo contra un modelo económico depredador, sino por un nuevo pacto con la vida.
Las mujeres y hombres de Victoria del Portete lo tienen claro. Ellas, que han impedido por décadas el avance de la minería, que han defendido el agua con cuerpo y alma, no necesitan que nadie les enseñe qué es Una Sola Salud. Lo viven.
Y así, como cantan las coplas del Guatín:
“Uso adecuado de antibióticos es lo que necesita la gente
Hágale con conciencia compadre, antes que esto reviente.”
El Encuentro terminó, pero el camino sigue. Porque cada palabra compartida, cada abrazo, cada canción y cada bocado fue una semilla. Y las semillas, como las bacterias, saben cuándo es tiempo de brotar.

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