“Es oficial: el pleno enloqueció”, “Un mes echado a perder”, “Litardo perdió el control del pleno”… Los títulos de las crónicas que Roberto Aguilar escribe, casi a diario, en diario Expreso sobre la actividad de la Asamblea, son reveladores: en cada nota se puede percibir el surrealismo y el total quemeimportismo que allí impera. ¿Hay excepciones? Ciertamente. Pero no son suficientes para cambiar la dinámica de una Asamblea en la cual la bancada morenista detiene el fiel de la balanza.
Se dirá que los congresos no son espacios de sabiduría y que la naturaleza de la política los convierte -no solo aquí- en reductos tan criticados como impopulares. Puede ser. Pero esta Asamblea Nacional merece un análisis aparte. Porque los asambleístas que están allí, en particular los 74 elegidos que salieron de filas correístas, llegaron en 2017 en un momento de quiebre: son producto de la ola declinante del ex presidente y del ascenso escabroso de Lenín Moreno al poder. Tenían lealtades con el primero, pero dependían del segundo para sobrevivir. Jorge Yunda, entonces asambleísta y actual alcalde de Quito, ilustró la situación al decir que tenía que escoger entre padre y madre recién separados. Ese grupo parlamentario se dividió y se pensó que los morenistas iban a responder unánimemente al nuevo momento político del país. Pero no. Correístas y morenistas han actuado muchas veces juntos y el Presidente no ha podido o no ha querido deshacer esa santa alianza.
Ya se ha dicho que los unen secretos y lealtades acumulados en doce años de gobierno. Esto explica que los asambleístas morenistas usen sus votos para seguir socapando lo que el país supuestamente ya no tolera y que el propio Presidente denuncia. Eso también explica por qué, en vez de temas fundamentales e investigaciones sobre corrupción, correístas y morenistas pierden el tiempo en nimiedades y tretas de procedimiento que han anclado una certeza en la opinión: no esperar nada de esta Asamblea.
Entre correístas y morenistas hay, por supuesto, rabos de paja entrelazados. La falta de iniciativa política por parte del Presidente les inspira, además, bajar los brazos y esperar que el tiempo pase. Pero hay una realidad inocultable: la sensación cierta de que gozan de total impunidad. Sus electores no les toman cuentas. No siguen sus actividades ni escrutan sus votos. No les exigen que se sintonicen con las necesidades y el momento político del país. No les reclaman en sus recorridos por proteger a los altos funcionarios comprometidos con actos de corrupción. El resultado es lo que hay: correístas y algunos morenistas salvan de la censura a Fernanda Espinosa, dedicada a fraguar su candidatura presidencial en Nueva York con dinero público. José Serrano negocia con sus votos en la Asamblea su estatus de intocable. Richard Espinosa no respondió políticamente por sus delitos en el IESS y está en Toronto con su esposa en el consulado… Esta lista es inmensa.
Los electores no los fiscalizan. Tampoco los medios de comunicación, sobre todo los de provincia (y provincia también es Pichincha). ¿A los cuencanos (y es un ejemplo) no les choca que algunos de sus representantes que conocen y cruzan en la calle sigan defendiendo lo ocurrido durante diez años? ¿Y que esos representantes presten sus votos para que los responsables de raterías inmensas ni siquiera sean censurados políticamente mientras se dedican a triquiñuelas y a tomarse fotos con los deportistas exitosos de turno? El hecho cierto es que los asambleístas correístas y morenistas andan sueltos y no hay estructuras de monitoreo social que sean masivas y los ponga en evidencia ante sus electores en cada provincia del país. Lo mismo se puede decir de los asambleístas en general.
No hay posibilidades, en esas circunstancias, de que la actividad parlamentaria se conecte con las necesidades económicas y el momento político que atraviesa el país. No hay posibilidad de que pueda cambiar la forma de hacer política, su contenido y la calidad de los representantes. El corrreísmo radical y diluido (que está en el morenismo) ya no manda en la Asamblea, pero tienen la capacidad de obstrucción necesaria para que allí ocurran grandes cosas. Y a eso se dedican. Con el concurso del Presidente de la Asamblea que desaparece en los temas cruciales y reaparece sonriente ante las cámaras al lado de los héroes de turno…
Foto: Asamblea Nacional.
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