Nelsa Curbelo
Miércoles,
8 de abril, 2015
¿Pilatos, gran
estadista?
Me llamó la
atención que el señor presidente escriba un artículo de opinión sobre lo que
sucedió entre el domingo y viernes de lo que la comunidad cristiana mundial
llama la Semana Santa. Me parece excelente, porque interpretar los hechos es
parte de lo que los adultos debemos hacer con los textos, que en el caso
concreto sustentan la fe de millones de personas en el mundo. No es exclusivo
de los sacerdotes ni de los ministros religiosos hacerlo, es tarea de los
cristianos y ciudadanos de a pie, sin que ello implique que se tiene la razón o
se es depositario de la verdad. Pero la dignidad del cargo que ostenta quien
escribe lo convierte en “un hacedor de opinión” importante.
Así que voy a
permitirme opinar sobre una opinión en la que, a veces, parece latir la ironía,
y sobre los hechos que la motivaron.
“Los grandes
acontecimientos narrados en los evangelios canónicos desde la entrada de Jesús
a Jerusalén hasta su muerte en la cruz son, sin duda, hechos y personajes
reales, es decir, historia, no leyenda, sin intervención alguna de cuestiones
de fe”.
No se trata
de la historia con las herramientas que poseemos en la actualidad. En aquella
época, los acontecimientos se transmitían verbalmente en la mayor parte de los
casos, incluidos los evangelios que fueron escritos mucho tiempo después de que
los hechos ocurrieran.
Lo que me
asombró es la afirmación, refiriéndose a Pilatos: “Tampoco estuvo ausente el
gran estadista, que logró evitar la revuelta y calmar la ‘protesta social’.
Finalmente, frente a tanto alboroto, se evitó la muerte de muchos a cambio tan
sola de una (…). Poncio Pilatos merece un análisis aparte, porque ha sido uno
de los personajes más maltratados de la historia. En nuestros días,
probablemente hubiera sido condecorado y habría terminado sus días en alguna
prestigiosa institución académica dando cátedra sobre ‘manejo de crisis’”.
En realidad
el gobierno de Pilatos, según Filón de Alejandría, se caracterizó por ser
corrupto y brutal. Para salvar su carrera e incluso su vida y así evitar que
Tiberio, el emperador de Roma, lo juzgara y condenara, decidió condenar a una
persona, en el caso concreto Jesús de Nazaret, acusado por los sacerdotes de
decir que era rey y, por lo tanto, opuesto al emperador.
Pilatos sabía
de Jesús, sabía de las multitudes que seguían a un hijo de carpintero, que daba
charlas en sitios abiertos, los curaba, los escuchaba, les decía cuán
importantes eran, y que no necesitaban intérpretes para relacionarse con Dios,
pues son sus hijos. Pero su preocupación no era religiosa, sino política,
conservar su puesto.
Personalmente,
creo que manejó muy mal la crisis. Tan mal que no solo le costó el cargo, sino
que finalmente fue determinante en la caída de Roma: no calmó la crisis, la
empeoró de tal manera que fue uno de los detonantes de la desaparición del
imperio.
La afirmación
“Nació para la política. Supo guardar el puesto, supo contemporizar. Pilatos es
supuestamente todo lo que rechazamos, cuando en realidad es lo que aplaudimos
cada día: la ‘astucia’ y ‘habilidad’, aunque sea fruto de la ausencia de
escrúpulos y convicciones”, me sorprende. ¿La política es una tarea en que se
trata de mantener el puesto? Mantener el equilibrio entre poderes opuestos
disimula los conflictos, pero estos estallan.
El buen
político tiene una hoja de ruta y es un oyente apasionado de todas las voces
ciudadanas. Todas.
Como Mandela,
político emblemático, que utilizó la astucia y la habilidad para unir a su
pueblo y evitar una guerra civil. (O)
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