viernes, 24 de abril de 2015

¿Dejarán que Correa se robe el show del papa?
Con un despliegue impresionante de personal militar, Correa fue el centro de la rueda de prensa convocada por los obispos para confirmar la visita del papa. Además de la parafernalia de la seguridad, la novedad es que Francisco viene a Guayaquil y Quito. ¿Dejarán los obispos que la visita le sirva políticamente a Correa?
20 de abril del 2015
POR: Gonzalo Ortiz Crespo
Escritor, historiador, periodista y editor. Ex vicealcalde de Quito. 
Los obispos hablaron bien poco; Correa fue el centro del acto. Hizo su intervención y luego contestó preguntas".
Entre todo lo malo que implica tener a Correa de presidente, hay una cosa buena: es muy predecible. Si ves tres camiones militares parqueados sobre la acera de la plaza Italia y soldados en posición de alerta, uno cada dos metros, con el fusil en sus manos, cubriendo de una punta a la otra todo el frente de los edificios del Seminario Mayor y la sede de la Conferencia Episcopal (como 200 metros de cerramiento), y si la puerta principal de dicha sede, que da a la avenida América, está cerrada, ¿qué te imaginas? ¿Qué los obispos han dado un golpe de estado? No, que Correa está adentro.
Lo confirman las motos y vehículos de la caravana presidencial que ocupan el aparcamiento delantero, cerrado para cualquier otro mortal. El jueves, Correa tiene tomado literalmente todo el perímetro y el local de la Conferencia Episcopal, donde los obispos habían convocado a una conferencia de prensa a las 7 de la mañana, para anunciar, a la misma hora que en el Vaticano (donde eran las 14h00), de manera oficial la confirmación de la visita del papa Francisco al Ecuador.
Pero el problema era ingresar, porque si siempre Correa se ha rodeado de mucha seguridad, con la paranoia que les ha cogido últimamente, el despliegue era de miedo. Los soldados, además de policías robocops con escudos antimotines, eran mucho más numerosos en la esquina de las avenidas América y La Gasca, y había otra fila de uniformados custodiando los 40 o 50 metros del cerramiento hacia arriba de La Gasca, hasta una puerta vehicular lateral donde media docena de soldados y una docena de civiles impedían el paso, a pesar de que ese era el ingreso designado para los periodistas. Identificación, chequeo, revisión en una lista. Superado el primer escollo, había otro en medio del patio trasero, lleno ya de los camiones de los canales de televisión con sus antenas para transmitir en directo. Nuevo trámite de identificación con personal de civil, obviamente de la seguridad presidencial.
Pero entrar propiamente al edificio de la Conferencia Episcopal era más o menos como para un rico entrar en el reino de los cielos: más fácil pasa un camello por el ojo de una aguja. Finalmente, tras varias llamadas a personal de la Secom se franqueaba el tercer escollo.
Todo era para oír a Correa hacer el anuncio: que la visita del papa Francisco al Ecuador está confirmada y que esta se debe a los pedidos que su Gobierno le ha hecho, así como la aceptación a visitar no solo Quito sino también Guayaquil. Reconoció indirectamente que en un principio, y por razones de la salud del papa, el Gobierno le había planteado que solo visitara Guayaquil, pero que luego de la primera misión preparatoria del Vaticano se resolvió que solo viniera a Quito. Ahora, el Gobierno había logrado, por la generosidad, dijo, del pontífice, que modifique su itinerario y visite las dos ciudades.
Buen logro, y a todos nos alegra por Guayaquil. Pero lo que hay que desear es que el Gobierno no manipule la visita del papa ni convierta en actos políticos los que Francisco desarrolle en las 48 horas que va a estar en el Ecuador. Estoy seguro que a Francisco no lo van a poder manipular pero, si la rueda de prensa es un indicativo, la seguridad en los actos de la visita va a ser excesiva y los obispos van a tener un papel muy secundario. Y eso asusta.
Los obispos hablaron bien poco; Correa fue el centro del acto. Hizo su intervención y luego contestó preguntas. El cardenal Raúl Vela Chiriboga dijo unas palabras más bien de exhortación espiritual. Al final, monseñor Coba presentó a dos sacerdotes, uno de la arquidiócesis de Quito y otro de Guayaquil, como las personas de contacto con la prensa, pero no dio sus coordenadas de contacto. En cambio, la Secretaría Nacional de Comunicación, en las elegantes carpetas de cartulina que desperdicia, entregó dos documentos: copia de la carta que Correa dirigió al papa el 16 de abril de 2014 y un “Comunicado” en el que puntualiza las veces en que se insistió en dicha invitación.
Al final, el “Comunicado” aclara textualmente que: “La invitación a su Santidad la realizamos de manera conjunta y coordinada con la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. El Gobierno Nacional quiere dejar constancia de su agradecimiento a Monseñor Fausto Travez [sic], Arzobispo de Quito y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, por su disposición favorable y gran voluntad de avanzar de manera mancomunada en este emprendimiento”.
Es un párrafo en el que sobran las mayúsculas, típico de la redacción burocrática (tanto monseñor como arzobispo y, por lo tanto, papa, su santidad, sumo pontífice, romano pontífice, santo padre, presidente, ministro, se escriben en minúscula, tal como indican las normas de la Ortografía de la lengua española sobre “sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos o empleos de cualquier rango”.
Correa, repito, fue el centro del acto. Pero ¿no era la Conferencia Episcopal la dueña del show? ¿Trávez está cediendo mucho en “este emprendimiento”? Correa es muy hábil e, igual que en la conferencia de prensa, va a querer tener parte estelar en la visita papal. Ojalá no lo consiga porque ante todo es una visita pastoral. Como jefe de estado, por supuesto que el papa se entrevistará con él. Pero ya los delegados del Vaticano en su visita del 17 y 18 de marzo dejaron claro que el único acto oficial del papa con Correa sería una estricta visita protocolaria en el palacio de Gobierno la tarde del lunes 6 de julio. Pero como el papa llega a Guayaquil, tendrán que acomodar la agenda (¿le visitará en la Gobernación del Guayas?, ¿dará tiempo para hacerlo el día siguiente en Quito?).
Es que, como más tarde me reconfirmaría monseñor Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil, en un breve aparte que pude tener con él una vez que Correa se había ido, el papa llega al puerto principal la primera tarde. “Tenemos que comenzar todos los preparativos de cero”, me dijo. ¿Cuándo lo supieron?, le pregunté. “Hace dos días”, me confió.
La agenda solo se conocerá en mayo. Lo más probable, en mi entender, es que el papa celebre una misa campal después del mediodía del lunes 6 en Guayaquil, en un sitio adecuado para recibir a un millón de personas. Se está discutiendo si será en una explanada en El Cisne II, en pleno suburbio o en el parque de Los Samanes. Y dependerá de la hora de la misa para que el papa vuele ese mismo día a Quito y se aloje en la Nunciatura. Si no, pernoctaría en Guayaquil, probablemente en el palacio arzobispal.
Al día siguiente, la misa campal será en Quito, en el parque Bicentenario. Conozco que el altar se levantará en la cabecera norte del antiguo aeropuerto, y habrá pantallas gigantes cada 150 m. El municipio ya sabe manejar multitudes en ese parque, con los conciertos que se han hecho. Pero la concentración será de una escala jamás vista: si al concierto Quitonía con Rubén Blades y Sting, el 3 de diciembre pasado, asistieron 30.000 personas, la misa del papa va a atraer a un millón.
Y tal vez me quedo corto, dado el atractivo del papa Francisco, que ha sabido llegar al corazón de los católicos y de los no católicos, con su cercanía y sencillez. Pero el municipio, con la colaboración del Gobierno, Policía, Cruz Roja, Fuerzas Armadas por supuesto, lo podrá manejar. Lo que no puede haber es militares armados, robocops, francotiradores y exceso de seguridad como le gusta a este Gobierno.
“Voy a ver a la Marianita” cuenta el alcalde Rodas que le ha dicho el papa. Una santa a la que “conoce bien”, comenta el alcalde. Y es lógico: ella fue hija espiritual de los jesuitas, y su cuerpo se venera en la iglesia de La Compañía de Jesús, templo que Jorge Mario Bergoglio ha visitado varias veces, en especial cuando fue provincial de los jesuitas argentinos.
De eso se desprende, entonces, que el papa hará una visita a la iglesia de La Compañía, probablemente la tarde del martes 7. Tal vez allí vea a los jesuitas que conoció en su época de provincial, y a los que se sabe que quiere ver, como también rezar a la Dolorosa del Colegio. De allí podría pasar a su encuentro con la sociedad civil, en especial con quienes trabajan con los pobres, en la plaza de San Francisco.
El miércoles 8 por la mañana el papa tendrá un encuentro con los sacerdotes y religiosos del Ecuador en El Quinche, donde, mis fuentes afirman que, al contrario de lo que dicen algunos medios (incluido El País, de Madrid), no habrá misa. Terminado el acto, irá de inmediato al aeropuerto Mariscal Sucre para proseguir su viaje a La Paz y Asunción.
Correa destacó que el Ecuador recibirá así la primera visita oficial del papa Francisco a un país latinoamericano, considerando que su viaje al Brasil en julio de 2013 fue a la Jornada Mundial de la Juventud. Los periodistas le preguntaron cuál era la razón. “Por el especial cariño que nos tiene”, dijo el mandatario y a continuación, sin que venga mucho a cuento, refirió que él conoce a algunas personas en Guayaquil que son amigos del papa.
Me parece que la respuesta va por otro lado. El papa está cumpliendo la misión que se impuso: visitar la periferia. Por eso visita Ecuador, Bolivia y Paraguay, los países más pobres de Sudamérica. “Los últimos serán los primeros”. Igual que lo hizo en Asia, donde fue a Sri Lanka y Filipinas, no a Singapur o a Hong Kong. En los tres países hay pobreza,y fuertes raíces indígenas, por lo que son ricos en cultura y fe.
El mensaje que trae Francisco es el de la iglesia pobre consagrada a los pobres. Él es, según la revista Forbes, el cuarto hombre más poderoso del mundo. Pero no anda proclamando que es perfecto, sino que es lo que es: una persona que se preocupa profundamente por los pobres y los vulnerables, y que trata de vivir de manera simple y construir su vida alrededor de su amor por Dios y por los otros. Y la gente sabe que es cierto, porque lo ha visto con sus propios ojos, y por eso se conecta con él. A su vez, Francisco le pide a la iglesia, y le pedirá a la iglesia del Ecuador, que sea más sencilla y más misionera, menos conservadora y más abierta a los excluidos, a los seres de la periferia. No puede esperarse otra cosa de Francisco. Ojalá los obispos privilegien la dimensión pastoral de la visita y no permitan que Correa implante su seguridad y se robe el show, como lo hizo en la rueda de prensa en su sede.

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