viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Por qué los militares están cabreados?

Por José Hernández
  1. La irrupción de militares y su Alto Mando en la Sala de Audienciasde la Corte Nacional de Justicia, el 9 de noviembre, contada en detalle por Plan V, es otro hecho anunciado: basta leer 20 páginas (165-184) del libro “Testimonio de un Comandante”. El general Ernesto González lo publicó en octubre de 2014 y en él muestra el malestar de las Fuerzas militares por lo que consideran “un proceso indignante, desconcertante y doloroso” (…). Como se sabe, los militares cuestionaron por parcializado el informe de la Comisión de la Verdad, el soporte que recibió por parte de ex miembros de Alfaro Vive Carajo (AVC), el hecho que la Fiscalía no aceptó en su equipo a peritos militares, la actuación y ciertas afirmaciones de la jueza Lucy Blazio y el hecho que los AVC fueron juzgados por delitos comunes mientras que los militares son procesados por crímenes de Lesa Humanidad.
  1. Este proceso se lleva a cabo con un trasfondo histórico que el correísmo resucitó en forma inadecuada. Parte de los miembros de Alfaro Vive Carajo encontraron puesto en el gobierno. Fueron condecorados. Fueron indemnizados. Y el caso se abrió de nuevo en los tribunales correístas como si se tratara de un western: con malos de un lado y buenos del otro. Esos AVC no volvieron a la palestra pública como lo hicieron Juan Cuvi y sus amigos que hicieron una autocrítica política, generosa y valiente, sobre su propio pasado. No. Los AVC que luce el gobierno volvieron ocupando el imaginario de héroes maltratados de una época en la que se trataba de arreglar cuentas con el gobierno de León Febres Cordero.
  1. El escenario político en el cual se llama a los militares a juicio no podía ser más adverso para esclarecer el pasado, establecer responsabilidades y condenar (si cabe), luego de un proceso transparente y justo, a eventuales responsables de violación de Derechos Humanos y otros delitos. No hay quién (también) responda políticamente por esos hechos entre 1984 y 1988. Los militares no pueden declararse irresponsables de sus actos. Pero los excesos del gobierno de Febres Cordero se cometieron en democracia y ahí hay un hecho innegable que hay que tomar en consideración. Es claro que este proceso es aupado por un poder gubernamental con protagonistas de ese momento: eso crea la sospecha que quiere sacar tajada política. Eso es claro en el libro del general González: se siente el pálpito de una institución militar profundamente golpeada por lo que estima un proceso ilegal y terriblemente injusto.
  1. La actuación de la justicia, tan politizada, tan servil al poder político, ha embrollado, en vez de apaciguar, el proceso. La llegada masiva de militares a la Corte Nacional de Justicia desnuda la falacia de Gustavo Jalkh y Rafael Correa: no ha habido transformación sino cooptación, esta vez más profunda y más integral, de la justicia. Si Correa fue a los tribunales con su grupo de ministros y simpatizantes, para presionar a los jueces, ¿por qué no los militares? ¿O los transportistas? ¿O cualquier otro grupo de presión? La Justicia es eso en el correísmo: un ente, no una institución, que se ceba sobre los vulnerables y agacha la cabeza ante los grandes grupos de presión, empezando por la Presidencia de la República. Juan Pablo Albán, el abogado de los demandantes, se queja de la presencia de los militares en la Corte. ¿Cómo no entenderlo? Pero ahí no se juega la verdad de lo sucedido ni el derecho de las víctimas. Tampoco el esclarecimiento de las responsabilidades de los eventuales responsables. Este proceso se volvió un mano a mano político entre un gobierno que quiere convertir ex guerrilleros en héroes y una institución que encaró militarmente un desafío, cumpliendo órdenes de un poder político, inexistente en este proceso. Si hubo excesos, y los hubo, se difuminan en esta guerra de imaginarios y de poder. Triste, pero real.
  1. Guillermo Lasso tomó partido por los militares en sus cuentas sociales. Lo hizo así en abstracto. Lo curioso es que no oyó lo que le preguntaba María Josefa Coronel. Es decir, hizo exactamente lo contrario del Gobierno pero usando la misma lógica: no hizo política y ese es su deber. La democracia no gana nada cubriendo con mantos la realidad. O empujando razones mediante el espíritu de cuerpo. Es indudable que el gobierno usa los AVC políticamente queriendo usurpar una causa y su victimización. Es evidente que hubo excesos y víctimas de lado y lado en el gobierno de Febres Cordero. Es evidente que el país ganaría mucho esclareciendo –con apego a los hechos– lo que sucedió en ese momento aciago. Es todavía más indudable que los militares necesitan fijar límites en su misión y profundizar en su vocación democrática: hay cosas que no pueden hacer. Hay conductas que deben rechazar. Hay órdenes que no pueden cumplir porque, de hacerlo, tienen que responder penalmente. Aquí o afuera en las cortes internacionales. La democracia no cabe en una moneda de dos caras, con buenos de un lado y malos de otro.
Lasso perdió, en este caso, la oportunidad de comportarse en gran estadista. Nebot hizo lo mismo pero, en su caso, por otras razones: él fue protagonista de ese gobierno.
Este caso revela muchas aristas de cómo el correísmo entiende la historia, usa la justicia, ve a los militares… nada le importa tanto como anclar su proceso. Al precio que sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario