lunes, 20 de julio de 2015

Caminando al buen vivir

Francisco Febres Cordero


18 de julio, 2015
¡Qué bestia!, casi me da soponcio leer eso. ¿Estarían bien transcritas las frases publicadas?, me pregunté. ¿La entrevistada no mandará después una rectificación diciendo que han distorsionado sus palabras y, encima, meterá juicio? Es que, francamente, me pareció que, por fin, había llegado el cambio de los tiempos. ¿Sí vieron que la ministresa María Duarte confesó que el excelentísimo señor presidente de la República les ha jalado las orejas a sus colaboradores? Cabriadísimo, les ha dicho que “nos dejemos de andar con sirenas y en carros de lujo”. Elé, jodidos los lujones.
Eso marca, creo, una revolución dentro de la revolución. Los más altos funcionarios públicos se verán obligados a regresar a la realidad para, de aquí en adelante, andar pisando el suelo, como cualquier animal.
Si se acata la recomendación del excelentísimo señor presidente de la República ya no se verán las caravanas de los 4x4 con vidrios ahumados que se abren paso con sirenas por las calles y arremeten contra todo aquel que, atorado, no puede orillarse para que pasen los revolucionarios que no quieren atrasarse ni un minuto a su cita con la historia. Para ellos y solo para ellos son las vías, para ellos y solo para ellos son los vidrios oscuros, para ellos y solo para ellos está hecho el tiempo. Para ellos no se inventaron los semáforos, ni la invasión de las metrovías, ni los pasos de cebra para respetar a los peatones, ni nada mismo.
Para que el excelentísimo señor presidente de la República se haya dado cuenta de que uno de los muchos privilegios de que gozan sus ministros enfurece a la población han debido pasar ocho largos años y ha debido, también, colmarse la paciencia de quienes miran la ostentación de los funcionarios públicos como una afrenta.
No, que los ministros dejen de andar en esos autazos en que andan no cambiará la historia, pero es un signo. Un signo que indica que algo está ocurriendo: la gente (y el gente) ya no soporta tanta prepotencia, tanto quemeimportismo ante sus demandas de austeridad, tanto despilfarro, tanta arrogancia.
Con la observación del excelentísimo señor presidente de la República a sus ministros y altos funcionarios me parece que hay un vuelco (digo, en términos automovilísticos) a la política del buen vivir, tan pregonada por el régimen y tan bien asimilada por la burocracia. ¿Cómo van a seguir con su buen vivir despojados de sus autos lujosísimos que usan como propios, con chofer y caravana de escoltas incluida? ¿Y cómo van a ir a las lejanísimas sabatinas manejando ellos mismos? ¿Y cómo van a llegar a los restaurantes carísimos en taxi? ¿Y quién les va a abrir la puerta cuando se vayan a bajar de sus todoterrenos full equipo?
Chuta, ya me está dando pena de imaginarme al ministro Serrano cambiando la llanta. O a la Gabriela Rivadeneira tratando de estacionar. O al Guillaume Long limpiando el capó con la franela. O al Carlos Marx midiendo el aceite y pidiendo que le pongan diez dolaritos de gasolina, pero no de súper sino extra nomás.
¡Pobres! El Freddy Ehlers está de que les explique a los ministros cómo van a seguir de hoy en adelante con su buen vivir, pero a pata. (O)

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