domingo, 21 de junio de 2015

La viga en el propio

Francisco Febres Cordero
Domingo, 21 de junio, 2015 - 00h15


En su último mensaje a la nación, el excelentísimo señor presidente de la República invocó al cristianismo y, reiteradamente, al papa Francisco. Con una actitud beatífica pronunció unas palabras dirigidas a otros pero que, paradójicamente, mejor le calzan a él, siguiendo esta máxima evangélica: “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás claro la paja en el ojo de tu hermano”.
“En democracia todos tenemos derecho a manifestarnos, pero nadie tiene derecho a la violencia”. Luego de ocho años parecería que, por fin, la palabra democracia cobra vigencia y con ella se instauran las libertades. También que se terminarán la violencia verbal y los atentados contra la honra ajena presentes en discursos y sabatinas.
“Toda excesiva acumulación de riqueza es injusta e inmoral”. ¡Escúchenlo, funcionarios! Son las palabras de su líder que, aunque referidas a los ricos, deben extenderse también a quienes han atesorado en los cargos públicos, injusta, inmoral, ilegalmente, grandes fortunas.
“¿Es meritocracia que un alto funcionario pueda ganar en dos meses lo que gana un obrero en toda la vida?”. No, excelentísimo señor presidente de la República, eso es alta burocracia y también impune parientocracia.
“¡Cuánta prepotencia hay en ciertos empresarios!”. Y en cierto presidente, y en ciertos ministros, y en ciertos funcionarios de menor rango, contagiados por el virus del poder. ¡Cuánta prepotencia!
“Con el miedo, ciertos medios de comunicación tratan de controlarnos”. ¿No es al revés, excelentísimo señor? Y no solo con el miedo, sino con tribunales inquisitoriales que imponen infames controles, sanciones y multas, porque la libre expresión está atenazada por el poder. Por su poder.
“Necesitamos para la visita del papa un ambiente de paz”. Lo hemos necesitado a lo largo de estos ocho años, excelentísimo señor, y usted se ha encargado de negárnoslo con su incesante confrontación. Usted, que está en posesión de la verdad absoluta.
“Invitar a un gran debate nacional sobre la clase de país que deseamos, queremos debate, no gritos, queremos argumentos, no manipulación, queremos escuchar y hablar, no insultos ni infamias, peor violencia”. Sí, excelentísimo señor, eso queremos. Eso hemos querido siempre y usted nos lo ha negado.
“El tiempo también nos permitirá desmontar mentiras creadas”. ¡El tiempo será su juez! Cuídese, excelentísimo señor, que ese tiempo llegará más temprano que tarde.
“Lo principal que debe preocuparnos para dejar como herencia a nuestros hijos: un país más justo, más equitativo, más decente”. Entonces habrá que restaurar la justicia, la equidad y la decencia perdidas, excelentísimo señor.
“No tenemos nada que ocultar”. ¿Y por qué, si no tienen nada que ocultar, las autoridades de control están sometidas a sus designios? ¿Y por qué la Asamblea no fiscaliza?
“Aquí no ha habido ni los bochornos de la corrupción de Abdalá Bucaram ni la destrucción de la institucionalidad con la Pichicorte de Lucio Gutiérrez”. ¿Y el Comecheques?, excelentísimo señor. ¿Y la narcovalija? ¿Y el caso Duzac? ¿Y el Chucky Seven? ¿Y el dispendio sin rendición de cuentas? ¿Y las sabatinas? ¿Y la manera de integrar los consejos y las cortes?
“La verdad prevalecerá”. Sí, excelentísimo señor: ya llegará el momento en que la verdad prevalecerá. Usted lo ha dicho. (O)

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