viernes, 22 de mayo de 2015

La sanción a La Hora

Orlando Alcívar Santos
orlando@alcivar.ec
Viernes, 22 de mayo, 2015


Ni siquiera las sanciones, en unos casos exageradas y en otros infundadas, impuestas por la Supercom a varios medios de comunicación por publicar lo que supuestamente no debían o por publicarlo en forma inexacta, son tan graves para la libertad de pensar y de actuar de los ecuatorianos como la pena impuesta al diario La Hora por no dar cobertura a un informe de rendición de cuentas del alcalde de Loja.
Parece surrealista que algún periódico, no solo La Hora, cualquiera, sea sancionado por una cuestión de esa naturaleza. No concibo tamaño despropósito. Con esa sanción se dio la estocada final a la libertad para que los directores de un medio escrito puedan dar prioridad según su criterio a las noticias en sus hojas informativas, por lo que mejor sería, de una vez, que la inefable Supercom –que no encuentra todavía su verdadero rol a pesar de lo cual está avalada por el Cordicom que bendice sus actuaciones– ordene diariamente a los medios de comunicación el elenco de noticias o el catálogo de informaciones que deben contener, de una manera uniforme y obligatoria, todos los diarios del país, al más puro estilo totalitario, para no ser castigados por ese ente poderosísimo que está agrediendo a las libertades de expresión y de contenidos en el Ecuador.
Es que estoy alarmado. Antes, hace algunos meses, había comentado que la institución obraba con excesos y que la Ley de Comunicación era regresiva y tremendamente conservadora, que no era producto de mentalidades progresistas, sino que parecía provenir de una derecha convencida, pero ahora estoy realmente en shock. Las sanciones no son únicamente por publicar algo inexacto, parcial o no veraz, sino por dejar de publicar lo que al Poder le parece que debería ser publicado. Tremendo.
La Supercom dice que la sanción proviene de la aplicación del artículo 18 de la Ley de Comunicación, pero ese artículo exige, además de que la omisión se refiera a un tema de interés público, que la actitud del medio informativo sea “deliberada y recurrente”. ¿Todo eso ocurrió? ¿Qué es el interés público? Para algunas personas puede ser la muerte de un individuo querido en la comunidad porque era amigable, conversón, agradable, amigo de todos, no se peleaba con nadie, pero un periódico omitió informar que había muerto, dato que la comunidad consideraba era de su interés. ¿Merece la omisión de publicar esa muerte una sanción? Si la merece es una verdadera torpeza y con esos parámetros no se puede manejar el poder ni vivir una sociedad.
Pongo un ejemplo tan banal porque quiero que el grueso de la gente entienda que el concepto de interés público, mientras no esté definido en la ley, es absolutamente subjetivo, y a través de subjetividades no es posible castigar a nadie, pues la norma penal, en este país y en todos los que se manejan en democracia, rechaza lo arbitrario, lo discrecional, lo parcializado y lo injusto, con mayor razón en un Estado que se autocalifica “de derechos”.
¿Son conscientes, algunas personas por lo menos, de las que integran algunas de estas instituciones públicas, que están caminando al borde de la cornisa con sus interpretaciones antojadizas de la ley? ¿Han pensado en que mañana podrán venir otras personas que interpreten también, antojadizamente, la ley en contra suyo? No les parece que así no se construye una sociedad civilizada, democrática y tolerante? ¿No estarán sembrando vientos para cosechar humo y tempestades?
Es alienante, parece una novela de ficción. Vivimos en un gran manicomio donde te sancionan por lo que dices y también por lo que callas. (O)

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