sábado, 30 de mayo de 2015
América Latina busca salir de la gran desaceleración
Acabado el ‘boom’ de las materias primas, las recetas para volver a crecer con fuerza pasan por
dinamizar las economías domésticas de la región
DAVID MARCIAL PÉREZ México 30 MAY 2015
Durante la década pasada, Latinoamérica ganó un buen número de partidas en el gran juego
de vasos comunicantes de la economía global. La región creció con fuerza a lomos del boom
de las materias primas. La lluvia de capitales extranjeros sirvió para taponar las viejas
grietas en las cuentas públicas. Florecían nuevos puestos de trabajo y el ensanchamiento de
una incipiente clase media encarnaba la promesa del fin de la pobreza para más de 150
millones de personas. Pero los vasos han ido cambiado de posición. En 2015 el crecimiento
volverá a menguar por quinto año consecutivo hasta quedar por debajo del 1%, según los
pronósticos del Banco Mundial yFondo Monetario Internacional (FMI). El argot económico,
tan dado a colocar etiquetas con cada cambio de ciclo, ya tiene un nombre para estos
tiempos: la Gran Desaceleración.
Ha desaparecido del tablero el maná de las materias primas a precios altos. La gran culpable
es China, una de las fichas más potentes del juego. Ha bajado el ritmo de bombeo para su
industria y su próxima misión es engordar su mercado interno. La locomotora asiática ya no
será la palanca para las exportaciones épicas de años pasados. Mientras, Japón y Europa
aún están encontrando el pulso en sus muñecas y parece que la onda expansiva de la
revitalización de la economía estadounidense, cada vez más autosuficiente, alcanzará solo a
los vecinos más cercanos.
Tres de las primeras potencias de la región –Brasil, Argentina y Venezuela–
cerrarán el año en negativo
El vaso latinoamericano está ahora medio vacío. Las previsiones en el horizonte cercano
apenas superan el 2%, una coyuntura que también ha sido bautizada con otra etiqueta: la
Nueva Normalidad. Recuperar la senda del crecimiento vigoroso es un camino incierto y
lleno de obstáculos. Las fórmulas aplicadas en el pasado dan síntomas de agotamiento. Ya
no basta con ser el granero y el pozo petrolífero del mundo. Los analistas coinciden en que
será necesario un paso adelante. Complementar sus motores exportadores con nuevos
nichos de crecimiento basados en un dinamismo mayor de sus economías domésticas. Una
tarea complicada si por el camino no se logra incluir dentro del sistema a los 130 millones
de trabajadores –casi la mitad fuerza laboral de la región– que están en la sombra de la
informalidad y reducir la enorme brecha de pobreza y desigualdad. Para cerrar el nuevo
círculo de malabares no habrá que perder tampoco de vista el equilibrio de las cuentas
públicas y elevar la productividad en el mercado de trabajo. Mejorar y extender el sistema
educativo y apostar por la innovación y la tecnología para competir con más habilidad en
este mundo de vasos comunicantes.
La nueva brecha Norte/Sur
En el nuevo paisaje, esa nueva normalidad, aparece marcada una línea divisora que
atraviesa los 22 millones de kilómetros cuadrados –el 10% del PIB mundial repartido en
una treintena de países– de la región. La brecha separa a las economías exportadoras de
materias primas de las demás. Las commodities llevan deslizándose por una pendiente
desde mediados del año pasado. El petróleo se ha desplomado casi 50%. Los metales han
caído otro 20% y los cereales, un 17%. Esta división coincide además con una distribución
geopolítica de Norte/Sur. “Se ve una dualidad entre productores, conectados a China, que
en su mayoría están en Sudamérica y crecen a tasas más bajas; y no productores, con más
peso de las importaciones y conectados con EE UU”, apunta Samuel Pienknagura,
economista investigador del Banco Mundial.
Tres de las primeras potencias de la región –Brasil, Argentina y Venezuela– cerrarán el año
en negativo. Brasil atraviesa la peor recesión en más de dos décadas, con aumentos de su
deuda pública y el crédito atascado. Venezuela caerá un 7% ahogado por su alta
dependencia del petróleo, severos problemas de abastecimiento y la inflación más alta del
mundo. Y Argentina, el tercer exportador de soja del mundo, vive enfangado en una disputa
con sus antiguos acreedores.
En la parte alta de la balanza se coloca México, que pese a su condición de potencia
petrolera, superar la media de crecimiento de la región espoleado por el tirón de la demanda
de EE UU. Esta misma inercia favorecerá a los países de América Central y Caribe, que
aprovecharán también la rebaja en la factura de sus importaciones de crudo (entre tres y
cuatro puntos del PIB solo este año, según el FMI), además de recibir a los turistas
estadounidenses con los bolsillos cargados de dólares fuertes dispuestos a dejarlos en las
playas del Caribe.
Amortiguadores
La recuperación estadounidense y la anunciada subida de tipos por parte de la Reserva
Federal –prevista para junio– se traducen también en serios contratiempos. Los seis años
de dieta blanda en la política monetaria de EE UU sirvieron de incentivo para el viaje de
importantes flujos de capital rumbo a los puertos latinoamericanos con jugosas
rentabilidades. Pero el dinero ha empezado a tomar el camino de vuelta y la proverbial
susceptibilidad de los inversores se ha traducido en una fuerte volatilidad en gran parte de
los mercados de deuda, divisas y renta variable. Especialmente en las plazas más
globalizadas como Brasil y México. “La mejor protección es actuar con mucha anticipación.
Los bancos centrales de la región tienen que empezar a subir tipos ellos también para no
perder competitividad en sus mercados de bonos y, con ello, reducir la sangría de divisas.
Por supuesto, el ajuste tiene que ser mayor en aquellos países que más las bajaron, como
México o Chile”, aconseja Alfredo Coutiño, economista-jefe de Moody’s Analytics para
América Latina.
La fortaleza del dólar ha provocado además que en el baile cambiario la mayoría de las
monedas hayan caído unos cuantos escalones –una depreciación de en torno a un 20% de
media– en lo que va de año. Este abaratamiento puede servir como revulsivo para las
exportaciones, pero tiene su reverso tenebroso en la presión al alza de la inflación, uno de
los viejos fantasmas del continente.
Cuidar la salud de las cuentas públicas
Pese a las turbulencias que se avecinan, en términos generales, la región presenta unos
cimientos robustos. “Con respecto a 1990, las economías latinoamericanas están más
protegidas frente a los choques externos. Han aprovechado los años de bonanza para
recomponer sus pasivos, pagar desdolarizar su deuda externa, financiar su déficit con flujos
de inversión extranjera y acumular reservas”, explica el analista del FMI Hamid Faruqee.
Las sacudidas de la crisis financiera de 2008 agitaron las columnas, pero los termómetros
más fiables, como la deuda pública y el déficit, se mantienen en niveles contenidos. Solo se
acerca al rojo la balanza por cuenta corriente –el equilibrio entre entradas y salidas– de
algunos exportadores de materias primas como Colombia (-5%) y Brasil (-3,9%)–.
La región ensanchó la manguera del gasto como medicina ante la última crisis. Pero esa bala
parece difícil que puedan volver a utilizarse. “América Latina va a tener que afrontar el
inicio del final de la era del dinero barato y abundante”, resume el analista de Moody’s. El
peso el gasto público en la región es reducido, en gran medida por los agujeros en los
sistemas de recaudación fiscal de la mayoría de los países. La media en Latinoamérica es del
30%, por el 41% de la OCDE.
Inversión en infraestructuras y educación
“Hay que invocar más que a la austeridad, a la selectividad. Se trata de que el Estado haga
un gasto productivo en capital humano y establecer un entorno para la actividad privada
más efectiva, con más incentivos para la innovación. Cada país debe encontrar sus nichos,
sus motores domésticos para crecer”, dice Samuel Pienknagura, investigador del Banco
Mundial. El apartado de las infraestructuras es una de las vetas. La inversión en este campo
ha sido una de las grandes olvidadas –apenas un 3%– durante la época de bonaza.
Industrias pujantes, como la automotriz en México o la textil en Colombia, también marcan
el camino. “La clave para salir de la mediocridad está en acelerar reformas que produzcan
cambios estructurales profundos para que se conviertan en polos de atracción para la
inversión. Entre las reformas de mayor impacto económico están: energética, financiera,
fiscal, educativa, y laboral”, apunta Moody’s.
La Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) lleva tiempo
alertando de que es la región del mundo con un mayor desajuste entre la oferta y la
demanda de competencias en el mercado laboral, lo que desencadena a su vez una elevada
informalidad. Apostar por mejorar los sistemas educativos significa, por tanto, avanzar
hacia un crecimiento más inclusivo, capaz de reducir los niveles de pobreza y desigualdad.
Pese al aumento significativo en los últimos años tanto en inversión como en acceso, el
gasto público por un estudiante de secundaria representa el 18% del PIB per cápita,
mientras que la media de la OCDE es del 26%. América Latina es la segunda región más
desigual del planeta solo superada por África Subsahariana. La batalla contra la pobreza ha
registrado estos años un estancamiento tras una tímida mejora en última décadas de los 90
y los 2000 según el CEPAL. El porcentaje de personas con ingresos inferiores al umbral de
la pobreza supera el 28% desde hace tres años.
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