En esta época donde morir puede
ser elección, es probable que James Foley haya querido vivir en lugar de ser
mal expuesto como si fuera un botín, a través de una serie de páginas web que
no dudaron en reproducir una cabeza ausente de cuerpo, cereza posterior al
espectáculo del dolor.
Lo dice su rostro agotado y
digno, lo dicen las únicas palabras espontáneas que parece pronunciar a lo
largo del video previo a su decapitación: “Me gustaría tener más tiempo. Me
gustaría tener más esperanza de libertad y ver a mi familia una vez más. Pero
este barco ya ha zarpado”.
Hace dos años, en el norte de
Siria, James Foley desapareció. Era noviembre. No sé supo más de su paradero
hasta que ayer un video colgado en YouTube lo mostraba con un traje anaranjado
(similar al de un preso de Guantánamo) aguardando de rodillas la muerte
inminente. A su lado, un integrante del Ejército Islámico pronuncia unas
palabras mientras sostiene una navaja con la que degüella al periodista.
Este hecho ha conmocionado al
mundo. El asesino del periodista hablaba inglés con acento británico. Es por
ello que el secretario de estado de asuntos exteriores del Reino Unido, Philip
Hammond, ha manifestado la necesidad de descubrir la identidad del asesino.
En el video, Foley emite un
polémico discurso donde acusa al gobierno de Estados Unidos de ser sus
“verdaderos asesinos”. Es probable que el manifiesto previo a su muerte haya
formado parte de un guión al que accedió para no extender su suplicio ni
despertar la ira de sus captores.
“Piensa en lo que estás haciendo,
en las vidas que destruyen, incluyendo a tu propia familia”, le dice James a su
hermano John, quien es miembro de la
fuerza área de EE.UU. Justamente esta relación familiar puede haber ocasionado
que el Ejército Islámico asesine al periodista, buscando generar mayor impacto
a nivel político y social.
“Yo morí ese día, John, cuando
tus compañeros tiraron esa bomba en aquellas personas que firmaron mi
certificado de defunción”, le dice a su hermano.
“Un mundo en problemas” era el
nombre del blog donde Foley relataba las experiencias que no compartía para las
agencias en las que trabajaba (como AFP y GlobalPost). Como epígrafe del
espacio se leía: “La guerra se libra por los seres humanos”, frase de Carl von
Clausewitz.
Justamente el Consejero Delegado
de GlobalPost, Phil Balboni, había reconocido que la inversión económica para
encontrar a Foley había sido alta. En esa oportunidad –mediados del 2013–
reveló que James estaba en manos del gobierno de Bashar Al Asad. Entonces,
¿cómo acabó en manos del Estado Islámico, agrupación que no existía en Siria en
el momento en que desapareció?
No se tiene conocimiento ni donde
ni cuando se cometió el asesinato, pero por el mensaje del video se desprende
que fue hace dos semanas, cuando la aviación estadounidense bombardeó el norte
de Irak.
Si bien la muerte suele
ennoblecer al fallecido, las declaraciones de Diane Foley sobre su hijo mayor
no son excesivas. “Él dio su vida tratando de exponer al mundo el sufrimiento
del pueblo sirio”, dijo.
Sobre Steven Sotloff, colaborador
de la revista Time que aparece al final del vídeo siendo amenazado. “Como Jim,
son inocentes y no tienen control sobre la política del Gobierno estadounidense
en Irak, Siria ni en ningún lugar del mundo”, escribió Diana Foley en la página
familiar de la red social.
Segundo periodista
Antes de llegar a Siria, Foley
pasó 44 días detenido en una cárcel de Libia, país al que llegó en calidad de
reportero. Fue ahí donde realizó una amplia cobertura previa a la caída del
régimen de Muamar Gadafi. Además, narró para GlobalPost su cautiverio en
calidad de preso político de forma rigurosa y detallada.
“Me arrastré hacia adelante hacia
una duna de arena más grande con mi cámara rodando. Anton estaba agachado cerca
de 10 a 15 metros delante de mí. Las balas golpeaban directamente sobre mi
casco y los hombros. Esto no era crossfire. Nos estaban disparando, y estaban
disparando a matar”, narra en el primer capítulo del texto, donde cuenta como
se vio envuelto en medio de un enfrentamiento entre el gobierno y los rebeldes.
“He oído decir que Libia era la
guerra perfecta para periodistas. Pero en realidad, esta guerra era cualquier
cosa menos perfecta”, se lee al inicio del texto.
Hay periodistas que disfrutan la
fama y la remuneración que les da estar frente a una cámara. Otros, prefieren
comunicar desde el anonimato o a partir del reconocimiento menor, asumiendo
riesgos e informando por pasión y vocación. James Foley era de los segundos.
Lo paradójico de la guerra -decía
Voltaire- es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar
solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo.
En Twitter, sus colegas lo
recuerdan con cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario