Abu Abed es uno de los doctores palestinos que hacen parte de
Médicos Sin Fronteras (MSF) y que trabajan en la Franja de Gaza desde que
comenzó la operación militar israelí Margen Protector, el pasado 8 de julio.
Abed, quien coordina las actividades médicas de MSF en el
enclave, habló con EL TIEMPO sobre su labor en el hospital de Al-Shifa, ubicado
al norte de Gaza, donde más de 10.000 pacientes fueron atendidos hasta antes de
la tregua de 72 horas, que se inició el martes y terminó el viernes. Este es su
relato:
“Desde el 8 de julio las cosas han sido muy difíciles. En el
hospital, antes del inicio del conflicto, ya teníamos escasez de medicamentos y
productos médicos, y problemas con la electricidad. Pero todo empeoró.
Hasta el 4 de agosto el hospital estaba completamente lleno
de heridos. En los primeros 29 días de conflicto recibimos a 10.000 palestinos
que, en su mayoría, llegaron con politraumatismos: amputaciones y heridas en la
cabeza y en el pecho, quemaduras y fracturas, producto de los ataques.
Es así como los hospitales estuvieron trabajando a su máxima
capacidad; las salas de emergencia estaban completamente llenas. Hubo casos en
los que se operaba a dos personas en la misma sala de cirugía, pues la cantidad
de heridos era muy alta.
Incluso las morgues, que generalmente tienen capacidad para
17 cuerpos, no daban abasto. Un día se llegaron a almacenar entre 50 y 60
cuerpos. No había espacio para ellos, así que tuvimos que ubicarlos en otros
lugares, en otros refrigeradores y en otros departamentos.
El grupo de médicos del ministerio de Salud de Palestina
estaba completamente exhausto. Los doctores y cirujanos trabajaron por 29 días
las 24 horas, bajo mucho estrés. No descansaron.
Ellos se preocupaban por sus familias, porque estaban en sus
casas mientras ellos trabajaban. Incluso, algunos de los médicos recibieron
como pacientes a algunos de sus familiares mientras atendían otros casos en la
noche.
Uno de ellos fue el director de anestesia de un hospital del
sur, en Rafah, quien recibió a sus tres hijas heridas luego de uno de los
ataques aéreos. Las tres fueron admitidas en una unidad de cuidados intensivos.
Trabajar sin electricidad
Durante los últimos 10 días del conflicto, antes del cese del
fuego, no había electricidad porque los israelíes atacaron la única planta de
energía de Gaza y eso dejó sin luz a toda la Franja.
Los hospitales estaban trabajando las 24 horas con
generadores, lo que ocasionó la preocupación de que estos dejaran de funcionar
y de que tuviéramos más problemas. Fue una situación muy crítica. Hubo una
crisis de salud, pero podría haber sido peor. Puede ser peor.
Por eso, uno de los desafíos más difíciles era el acceso del
personal médico a los lugares atacados y el acceso de los pacientes al hospital
porque no había seguridad. Uno podía estar en el lugar equivocado, en el
momento equivocado y morir en un ataque.
Además, debido a que el número de heridos que estaba llegando
al hospital era superior al que este podía soportar, algunas veces tuvimos que
admitir dos pacientes en la misma camilla. Entonces, si teníamos a la madre con
su hijo y ambos estaban heridos, los dos iban para la misma cama. Lo mismo si
se trataba de un hombre y su esposa.
Los médicos no podían dar de alta a pacientes por su estado
de salud, pero a veces lo hacían para poder recibir a otros heridos, razón por
la que muchos no tuvieron un postoperatorio adecuado. También había casos en
los que los pacientes se negaban a ser dados de alta porque no tenían adónde
ir.
Una situación difícil
Creo que los doctores en Gaza ya tienen experiencia
trabajando en estas condiciones, debido a que atendieron pacientes durante las
operaciones israelíes Plomo Fundido (2008-2009) y Pilar Defensivo (2012),
aunque esta (Margen Protector) es la peor.
Ha sido difícil para ellos, pero no hay otra opción: tienen
que trabajar, atender emergencias y practicar cirugías. Esta es nuestro pueblo
y tenemos que ayudar.
El número de muertos ya es superior a 1.800, y la mayoría de
los fallecidos y de los heridos han sido mujeres y niños. Creemos que un 99 por
ciento de los menores de Gaza van a tener problemas psicológicos, incluso si no
fueron un blanco, porque los bombardeos ocurrían cada cinco minutos.
‘El hospital es el refugio’
Después de que se inició la tregua, la mayoría del personal
médico fue a ver a sus familias, porque muchos de ellos no lo hicieron por un
mes completo.
Los pacientes también han ido dejando el hospital, pero
muchos siguen allí porque este se convirtió en un lugar de refugio para la
gente que fue desplazada por los bombardeos. Hay barrios que quedaron
completamente borrados del mapa de Gaza, como el Shalaya, uno de los más
poblados.
La gente que logró huir de allí usa escuelas y parte del
hospital de Al -Shifa para refugiarse, pues no pueden volver a sus casas porque
ya no existen. Ellos están en el hospital, usando cobijas como carpas...
No puedo negar que en todo este tiempo he sentido miedo.
Todos los días, cuando voy a trabajar, dejo a mi esposa y a mis hijos en la
casa y me preocupo porque no sé si ellos van a resultar heridos o si no los voy
a volver a ver”.
SANDRA RAMÍREZ CARREÑO
Redacción Internacional
En el hospital israelí más cercano a Gaza no se confiaban de
la tregua
En el hospital 'Barzilai' de la ciudad sureña israelí de
Ashkelon no bajaron la guardia tampoco cuando las autoridades -prematuramente-
dijeron que se puede volver a la normalidad, aunque aún no estaba totalmente
claro si el alto el fuego de 72 horas que expiró este viernes por la mañana iba
a extenderse.
Es que aquí, en medio de la atención de rutina a los
pacientes por enfermedades comunes, se vive una situación de guerra. Con
altibajos y por cierto no siempre con la intensidad del último mes, pero el
'Barzilai' conoce de primera mano desde hace casi 14 años, el significado de
los cohetes disparados desde la Franja de Gaza hacia territorio israelí.
“Somos el hospital más cercano a Gaza, a tan solo 12 kms en
línea aérea”, explica el vice director del Hospital Dr. Ron Lobel, que durante
tres semanas durmió y vivió en el lugar, sin volver a su casa en la localidad
de Netiv Haasara, el poblado israelí más cercano a la Franja, a tan solo 300
metros de la frontera.
“Es difícil explicarlo. Solamente quien lo vive, quien está
acá en el día a día, lo puede comprender”. Así responde el Dr. Pablo
Boksembojm, jefe de anestesiología en 'Barzilai' de Ashkelon, al preguntarle
cómo describe lo que significa trabajar al alcance de los cohetes.
“Estamos acá corriendo por la vida cuando hay gente del otro
lado de la frontera que lo que hace es correr por la muerte. Uno corre bajo
alarmas y bajo cohetes para atender gente y seguir tratando no solamente a los
heridos de guerra -este es un hospital civil- sino para atender a la gente que
necesita atención médica en el día a día”, expica este médico,
uruguayo-israelí.
Y sus palabras no son en sentido figurado. Cuando un cohete
es lanzado desde Gaza en dirección a Israel y las alarmas suenan en Ashkelon,
este médico, todos sus colegas y los pacientes que pueden moverse, tienen
solamente 30 segundos para resguardarse. Claro está que a menudo, es imposible
lograrlo.
La situación de extrema emergencia que se vive en Ashkelon y
todo el sur de Israel en las últimas semanas, ha obligado al 'Barzilai' a tomar
medidas especiales, como postergar todos los procedimientos que no son de gran
urgencia. “Tenemos que estar listos para cualquier eventualidad”, dice Lobel,
quien explica que el hospital ya tiene la amarga experiencia de ser capaz de
trasladar a las zonas protegidas, a 500 pacientes en tres horas. “Es la
práctica”, dice con amarga sonrisa.
Claudio Kristal, jefe de la sala de recuperación, nacido en
Argentina y radicado en Israel hace 28 años, ya tiene suficiente experiencia
como médico en un hospital bajo fuego.
“Ya nos ha pasado, y lo recordamos de otros conflictos, que tenemos
que atender pacientes en lugares que no están protegidos”, nos cuenta. “Ya nos
pasó más de una vez que estábamos en operaciones y suenan las alarmas,
evidentemente no te podés ir, se sigue con la operación, rogando que no te
caiga en la cabeza el cohete que se viene”. Al atender a un paciente, el médico
no se moverá y de todos modos, no siempre alcanzará a llegar al refugio.
Lo singular en el hospital Barzilai de Ashkelon, está
situación la viven no sólo los israelíes judíos sino también los árabes, tanto
los médicos que trabajan junto a sus colegas judíos como los pacientes, entre
ellos palestinos de la propia Franja de Gaza.
En este hospital, hemos entrevistado con el correr de los
años en más de una oportunidad, a palestinos de la zona vecina, que reciben
aquí tratamiento médico. Aún recordamos a los heridos de la policía palestina o
simple activistas de Al Fatah, que en junio del 2007, cuando Hamas tomó el
poder por la fuerza en la Franja y echó a la Autoridad Palestina de Gaza,
llegaron a curarse al lado israelí tras haber chocado directamente con sus
adversarios y connacionales de Hamas.
“Nosotros atendemos a todos los heridos por igual”, aclara
Kristal. “En esta guerra el hospital ha recibido ya más de mil heridos,
soldados, civiles, israelíes, judíos, árabes, palestinos también del otro lado…
de todo. Somos médicos y cuando atendemos a un herido, no miramos su color y
muchas veces, ni sabemos quién es”.
En medio de la entrevista, pasa a nuestro lado un médico
joven, con quien Boksembojm y Kristal se saludan con gran cordialidad. Está
hace ya varios meses especializándose en el Barzilai. Es palestino, de
Cisjordania. Por razones de seguridad, consciente del peso de Hamas en la zona
en la que él vive, prefiere no hablar ante el micrófono ni decir con nombre y
apellido lo que él ve dentro de Israel. “Quizás más adelante, cuando pase la
tensión”, dice con firmeza pero con delicadeza, como pidiendo que entendamos.
“Hay dos tipos de palestinos que tenemos acá . Hay habitantes
civiles que vienen de la Franja de Gaza, que vienen escapados porque el Hamás
les prohíbe salir a tratamientos en Israel”, asegura. “ Si Hamás llega a saber
que estuvieron acá, que los tratan bien, si se llega a saber el nombre, todo el
tratamiento médico que recibieron acá no va a valer nada porque los van a
matar”.
Pero resulta sorprendente su agregado. “Cuando hay heridos
del otro lado, de Hamás, en enfrentamientos, se los levanta y cuando llegan
acá, los atendemos”. Entendemos que no habla en el aire y él lo confirma: en el
Barzilai hay ahora un joven de 17 años, miembro de Hamás, que resultó herido
cuando al salir de un túnel, chocó con soldados israelíes. “A ese muchacho se
le arreglaron fracturas de fémur, se le hicieron implantes de piel y ya pasó
cuatro operaciones. Recibe la atención médica del más alto nivel”, dice el
médico.
Es inevitable analizar la situación actual y que ello lleve a
recordar.
“Esto empezó hace 14 años”, recalca Boksenbojm, en referencia
a cuando en marzo del 2001, cayó el primer cohete de Gaza en la ciudad de
Sderot.
“Yo tuve la desgracia de recibir al primer niñito gravemente
herido por uno de los primeros cohetes que había hecho Hamás, que en aquel
entonces eran de poco poder explosivo. Una señora que iba con su bebé en el
carrito, al que el cohete le pegó justo cerca, llegó al hospital..pero no
pudimos hacer nada y el bebé murió”.
El testimonio de estos dos médicos sudamericanos, israelíes,
en un hospital que vive la guerra desde hace años, sin perder su visión amplia
e inclusiva, se repite sin duda en otros hospitales de la zona. Ambos abrigan
la esperanza de que “la próxima entrevista sea de otro cariz, es el único deseo
que tenemos”.
Antes de salir y dejarlos volver a sus labores, preguntamos
qué les parece lo mejor, cómo actuar, si la alarma nos toma por sorpresa cuando
ya llegamos al estacionamiento, antes de dejar el hospital. “No vas a alcanzar
a entrar al edificio”, dice Kristal.“Lo mejor que puedes hacer es alejarte del
auto porque es una trampa de fuego, tirarte al piso boca abajo completamente,
la frente que toque el piso, poner tus manos protegiendo la cabeza, hasta que
escuches todas las explosiones que haya..rogando que no te caiga encima…y ahí
te levantas y te vas”.
JANA BERIS
Corresponsal de EL TIEMPO
Jerusalén
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