Por: José Hernández
Sayaraku ilustra esa forma bravucona y prepotente que tiene
el correísmo para tratar los asuntos públicos. Cuando se requiere sosiego y medida,
activa mecanismos de amenaza. Cuando necesita dar espacio a la política,
presume de fuerza. Cuando está frente a la complejidad (de usos, costumbres,
interpretaciones ancestrales…) el propio Presidente opta por un simplismo que
desarma.
Argumentos oficiales no han faltado: ahora resulta que en
Sarayaku se produce un intento separatista. Unos cuantos fusiles de caza son la
evidencia misma de que hay paramilitarismo. Y los indígenas que los portan son
una fuerza policial paralela y peligrosa para el Estado… El discurso es de una
grandilocuencia que impone revisarlo una y otra vez, frotándose los ojos, para
evitar pensar en las consecuencias nefastas que puede producir.
Cualquiera imagina lo que puede pasar en una comunidad
pacífica, que ningún daño hace al país real, si, por el vértigo que lo embarga,
el Presidente declara ese territorio en emergencia. ¿Qué se entiende que
ocurrirá enseguida? ¿Restringir los derechos de la comunidad? ¿Sembrar de
soldados la zona? ¿Exponer a la comunidad y a la fuerza pública a
enfrentamientos que pueden saldarse con muertos?
Para el Presidente este caso evidencia que el Estado está en
grave peligro. Es una forma de ver. Hay otras. Sarayaku ha evidenciado, por
ejemplo, las ideas que tiene Rafael Correa sobre sus derechos, su forma de
ejercerlos, la concepción que tiene del Estado, el alcance diminuto que da a la
Constitución de Montecristi...
El supuesto separatismo no figuraba, hasta ahora, en los
estudios hechos sobre la comunidad Sarayaku. Es más: José Gualinga, el
dirigente que ha puesto la cara en este asunto, reconoce que Ecuador es un
Estado unitario. Hablar de paramilitarismo en este caso es tan disparatado que
solo merece que se le aplique la máxima de Talleyrand: "todo lo que es
exagerado es insignificante". Se llegó a esto porque el Presidente puso
una demanda personal que, ahora, involucra a la Policía –¿a las Fuerzas
Armadas?– y pone en ascuas al país.
Los tres prófugos son tres políticos de la oposición que se
desbocaron en su demanda contra Correa. Por supuesto el juicio contra ellos no
está exento de irregularidades. Eso debió inquietar a un hombre que tenía fama
de justo, Gustavo Jalkh, pero lo dejó de mármol. Y como los tres no se
entregaron, el caso personal, se ha vuelto un caso de Estado. Una comunidad
indígena está sometida a toda suerte de presiones y amenazas porque una jueza
dio razón a Correa en una demanda por injuria. ¡El Estado está en peligro por
una injuria contra Rafael Correa!
Usar las instituciones para un tema personal, es una forma
muy curiosa de entender el ejercicio del poder. Y por las características del
caso, muestra que el Presidente desconoce la Constitución que votaron sus
asambleístas en Montecristi. Desde el primer artículo se dice que el Estado es
unitario pero también intercultural y plurinacional. Y en forma explícita se
detallan los derechos colectivos que tienen las comunidades, pueblos y
nacionalidades.
¿Tienen claro la sociedad y el Estado lo que significa, por
ejemplo, "conservar y desarrollar sus propias formas de convivencia y
organización social, y de generación y ejercicio de la autoridad, en sus
territorios legalmente reconocidos y tierras comunitarias de posesión
ancestral?" O "mantener, desarrollar y fortalecer libremente su
identidad, sentido de pertenencia, tradiciones ancestrales y formas de
organización social". ¿Qué implica "poder constituir
circunscripciones territoriales para la preservación de su cultura?" La
plurinacionalidad y la interculturalidad no atentan contra la unidad nacional.
Pero la lectura que hace el Presidente prescinde de las realidades contenidas
en la Constitución y cuya aplicación es mucho más compleja que el simplismo que
ahora propone desde el Gobierno.
Sarayaku no es un peligro, señor Presidente: es una
invitación a salir del vértigo, entender y asumir la diversidad, no usar las
instituciones para su caso personal y pensar que dos errores jamás han
producido un acierto.
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