Análisis
Por: José Hernández
Director Adjunto
Los correístas ahora sí quieren debatir. Entre ellos. Quieren
resucitar la famosa coartada que manejaron muchos de ellos cuando sintieron que
Correa era un conservador. Entonces construyeron un artificio semántico: se
dijeron que el rumbo de la revolución estaba en disputa. ¿Con quién? Con la
gente que sospechaban que llegaron al Gobierno tras los negocios. Con grupos
que de la noche a la mañana cambiaron de piel y de credo. Pues bien: desde
Montecristi, o antes, vienen diciendo que Correa no está cooptado enteramente y
que hay cómo halarlo del lado de los amigos de los indígenas, los colectivos
sociales, las minorías sexuales, las mujeres que luchan por sus derechos desde
antes de que Correa fuera la derecha de Lovaina…
Ahora, siete años después, esos grupos quieren debatir sobre
esta revolución sin ciudadanos. El marco es grandilocuente: la Convención
Nacional que el correísmo debe tener el 1 de mayo en Esmeraldas. Quieren
debatir el rumbo –siempre ha sido así–, lo cual les permite evadir las minucias
de la coyuntura que forja el Gobierno que ellos defienden. O del cual hacen
parte.
Siempre ha sido así. Cuando estaban en Montecristi preparaban
la Constitución: no hablaban (porque decían no estar enterados) de lo que
pasaba en Quito. De esos contratos dados a dedo, amparados en decretos de
urgencia. Tampoco de los exabruptos del Presidente. Era una cuestión de estilo,
no de fondo. Decían no saber. E incluso aquellos que se fueron después,
cerraban los ojos y sostenían que esos temas eran irrisorios a la luz, siempre
radiante, del rumbo revolucionario.
Ahora vuelven con la misma medicina: inventan un debate
mientras prescinden de la realidad política que articulan, tratan de ignorar o
socapan abiertamente. ¿De qué debaten? De la derrota del 23-F que siguen llamando
revés. De la democracia interna. De la capacidad de arrastre del compa
Presidente. De si hay mucha o poca propaganda… Todo eso mientras su Gobierno
apuntala algunas nimiedades indignas de ser tenidas en cuenta cuando se habla
del rumbo de la revolución: el bloqueo de la consulta sobre el destino del
Yasuní. La explotación minera a gran escala. El establecimiento de la
inquisición por parte de los sacerdotes de la Supercom y la Cordicom. La
entrega de la esfera pública a colectivos moralistas. El desconocimiento de
instancias como la CIDH. La negación de derechos mínimos para opositores como
Cléver Jiménez, Fernando Villavicencio y Carlos Figueroa… La lista puede ser
larga.
De eso, ¿qué han dicho? ¿Les parece bien que un hito tan
esencial como el Yasuní sea evacuado, como lo está siendo, en forma tan
tramposa, tan poco digna, tan vulgar políticamente? ¿Les parece que esos 800
mil ciudadanos que firmaron por una consulta sean engañados por un ente que
multiplica mañas de forma, reglas absurdas que desconocen la Constitución? Esa
es la gran política a la cual convidaron al país?
¿Se sienten representados para cuidar y fortalecer la esfera
pública –a la cual muchos de ellos, en el pasado, tuvieron enormes dificultades
para acceder– por el señor Ochoa? ¿Qué sienten frente a un ministro como José
Serrano que borra hoy con el codo lo que hizo hace algunos años con convicción
y una valentía que aún se recuerdan? ¿Se sienten cómodos en un Gobierno que
tiene exilados o prófugos, gracias a cortes donde hay jueces que le deben su
cargo a su Gobierno? ¿O no leyeron el informe del juez Garzón y la gran
investigación que, en ese punto, hizo Andrés Páez?
¿Quién iba a creer que en un mundo abierto, de ciudadanos con
herramientas tecnológicas para decir lo que piensan y sienten, su Gobierno iba
a privilegiar los derechos colectivos y a ponerlos bajo la tutela de grupos con
ínfulas medievales?
Esos temas son sin duda bagatelas cuando se piensa en el
rumbo histórico del correísmo. ¿O no? Como lo es desconocer a la CIDH a la cual
muchos de este Gobierno, hoy medrosamente callados, recurrieron en el pasado.
¿El discurso del señor Albuja contra Catalina Botero les satisface? ¿No tienen
nada qué decir sobre la forma cómo desconocieron los derechos a Cléver Jiménez?
¿Han pensado que un día serán oposición? ¿Han pensando en los precedentes que
están creando
Qué bueno que debata el correísmo. Qué penoso que sea solo
entre los que están de acuerdo (¿qué dicen los socialistas Glas, Mera,
Espinosa, Alvarado…) y que, en vez de hablar de lo que hacen con los ciudadanos
reales, se vayan por la tangente.
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