LOS LOBOS AÚLLAN EN CUENCA
Por Jaime Cedillo F.
Me veo en la obligación de empuñar, una vez más, la pluma para pedir explicaciones a las autoridades locales y nacionales, por la indiferencia frente a la ola de violencia que crece imparable en la ciudad de Cuenca, otrora calificada como una "isla de paz".
Y, no sólo en la ciudad patrimonial, en toda la provincia del Azuay, ni hablar de los lugares más brutales en el país, donde la tranquilidad ha sido reemplazada por los tiros, los asesinatos, las bombas, las amenazas, las extorsiones. Los grupos de delincuencia organizada, matan a cualquier hora del día, ingresan a las casas, entran en los locales comerciales, interceptan a los vehículos con sus ocupantes en las carreteras, y matan, sin piedad, a los que están en el interior, sean personas mayores, niños, jóvenes. les da igual, no les importa para nada los que mueran, porque ellos lo que buscan es sembrar el terror en la ciudadanía, para poder reinar a sus anchas, y lo están consiguiendo.
Los hechos de violencia que se han dado en Cuenca en las últimas semanas, nos ha puesto los pelos de punta; mientras las autoridades se disputan las competencias, quién es el dueño de la "seguridad", no faltaba más, a dónde hemos llegado. Las páginas de los medios de comunicación, de las redes sociales, los espacios en los noticieros radiales, dan cuenta de un secreto a voces: al menos dos bandas criminales, sumamente peligrosas, se disputan el control del territorio cuencano para cometer sus fechorías, por el control de la venta de drogas.
Mientras las autoridades locales están enfrascadas en disputas inútiles, en revanchismos políticos, en cruces de palabras; los sicarios se van apoderando de nuestra querida Cuenca, de la pacífica y conventual. Ya nadie se siente seguro, sólo el alcalde Zamora, el generador de violencia verbal en contra de Raymundo y todo el mundo, porque en su loca ambición quiere imponer un estilo de administración que es repudiado por todos, menos por los lacayos que le rodean y le hacen el coro.
Decía que el único que tiene seguridad es Zamora porque se traslada en un costoso blindado, comprado con dinero de los contribuyentes, rodeado de un séquito de adulones que hacen de guardaespaldas, a cambio de un jugoso sueldo dorado, por no hacer nada.
Cuando se produce un nuevo asesinato, enseguida, tanto los que pertenecen al gobierno nacional, como los que fungen de autoridades locales, convocan a sendas reuniones de trabajo a los representantes de las instituciones burocráticas para hablar de planes de seguridad, de las maravillas que están haciendo por la tranquilidad de los cuencanos y azuayos; se encierran en las salas en secreto; los expertos dan los informes, hablan de estrategias, de planes, de inversiones,, hablan y hablan, pero no concretan nada. Acabada la cita se abrazan y se felicitan entre ellos, acuerdan volver a encontrarse, y regresan a la comodidad de sus oficinas; mientras que los malhechores siguen haciendo de las suyas.
Desde hace mucho tiempo se sabe cuáles son las zonas rojas de Cuenca, qué han hecho para limpiar esos lugares, nada, absolutamente nada, se hacen de la vista gorda, mantienen un silencio cómplice. El sector de la Chola Cuencana, una parte de la avenida Huayna Cápac, el terminal terrestre, por citar unos pocos casos, son lugares tomados por la prostitución, por la delincuencia, la venta de drogas al menudeo; hay casas viejas destinadas para esconder a peligrosos malandrines, que entran y salen como Pedro en su casa; alquilan cuartuchos destartalados y malolientes que son ocupados por tiempo definido o indefinido para planificar sus fechorías.
Conocen perfectamente esos lupanares, donde se ejerce la prostitución, donde las pandillas organizan el cometimiento de sus delitos; los ciudadanos afectados no pueden vivir en paz, salen y llegan a sus casas con temor, se han cansado de hacer llamados de auxilio, de denunciar, de hablar con las "autoridades", de implorar ayuda, pero esa ayuda nunca llega, queda en promesas, en papeles, duermen en los escritorios de los burócratas indolentes e inútiles. Y, el Consejo de Seguridad Ciudadana, qué hace con el dinero que recauda mensualmente, se esfuma en planes, trámites burocráticos, consultorías. Una llamada de auxilio al "famoso" 911 es ignorada, o cuando llega la respuesta, ya es demasiado tarde.
Se olvidaron que el compromiso es con los ciudadanos de bien, no con los avezados pelafustanes. Ya basta de tanta indiferencia.
El Observador
No hay comentarios:
Publicar un comentario