jueves, 27 de noviembre de 2025

 Juan Cuvi

Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.

Juegos de poder detrás del NO

Lo que realmente estaba en juego el 16 de noviembre era un objetivo prioritariamente político por parte del gobierno, con el único propósito de consolidar su proyecto de dominación, no solo sobre la sociedad, sino sobre el mundo empresarial.

No es sencillo desentrañar los conflictos de interés que operan en los círculos cerrados de las élites empresariales. A no ser que uno esté inmerso en esos espacios, no queda más que echar mano de las especulaciones. Mutatis mutandis, acá en el Ecuador deben producirse situaciones similares a las que magistralmente dramatizan las series de televisión a propósito de las disputas entre las grandes fortunas de los países ricos.

No pocos empresarios ecuatorianos deben estar frotándose las manos con la derrota del gobierno en las elecciones del 16 de noviembre. Y no porque estén de acuerdo con rechazar las preguntas de la consulta popular, sino porque veían en el triunfo de Noboa una amenaza a sus intereses. De haber ganado el SÍ, la camarilla empresarial articulada alrededor de la familia del primer mandatario habría alcanzado una hegemonía tan decisiva que le hubiera permitido devorar a sus rivales. Por lo pronto, los amenazados pueden disfrutar de un alivio momentáneo.

Estas disputas de poder en la trastienda del mundo de la política formal nos obligan a un análisis muy particular sobre la naturaleza misma de la convocatoria a la última consulta popular. En efecto, lo que realmente estaba en juego era un objetivo prioritariamente político por parte del gobierno, con el único propósito de consolidar su proyecto de dominación, no solo sobre la sociedad, sino sobre el mundo empresarial. En estricto rigor, se trató de una iniciativa para evidenciar la fuerza que supuestamente mantenía luego de los éxitos electorales de los últimos dos años. Los contenidos de las cuatro preguntas eran absolutamente circunstanciales.

Veamos. El Estado ecuatoriano cuenta con suficientes acuerdos como para meter a los gringos hasta en la sopa respecto de los temas de seguridad. La aprobación de la primera pregunta no era imprescindible. Es más, no habría que sorprenderse que el día de mañana Daniel Noboa le solicite a su amigo Donald Trump que bombardee lanchas de narcotraficantes en aguas del Océano Pacífico. ¿Algún país en el mundo ha cuestionado tajantemente la brutal violación del derecho internacional que implican etas acciones en el Mar Caribe?

Las preguntas sobre la reducción del número de asambleístas y la suspensión del fondo partidario eran, en la práctica, meros fueros artificiales. Y Noboa tampoco necesita de una nueva constitución para afianzar su proyecto político. Desde que se aprobó la Constitución de 2008, todos los gobiernos, indistintamente, la han atropellado en función de sus agendas. La violación sistemática de los derechos humanos, ambientales, laborales, plurinacionales y de participación ha sido una constante. Inclusive Rafael Correa, que para algunos voceros de la derecha es quien le confirió un sello de identidad a la actual constitución, llegó a proclamarse, en un ignorante alarde de totalitarismo, jefe de todos los poderes del Estado. Sin comentarios.

Así las cosas, el principal efecto de las pasadas elecciones es la derrota política del gobierno, tanto frente a la sociedad como frente a sus empresarios rivales. En resumen, se le hicieron agua los helados de la reelección.

 

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