viernes, 6 de enero de 2023

 JUAN CUVI

Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.

La estrategia autoritaria

Cara Sucia es la metáfora que mejor le calza al Ecuador de hoy: un adolescente que, según su propia confesión, empezó a asesinar a los 13 años y que hoy ha sido motivo de un acto espeluznante. Asaltar un hospital público y tomar rehenes por la fuerza, con el único propósito de rematar a un herido, evidencia el extremo de violencia irracional al que hemos llegado.

En esencia, asistimos a la descomposición no solo de la sociedad, sino del Estado. Es decir, de un Estado que no ha podido cumplir con una función tan elemental como ofrecer oportunidades a su juventud. Cara Sucia, como miles de adolescentes que hoy engrosan las filas del sicariato, optó por el único camino disponible para sobrevivir. Ni siquiera el fútbol es una alternativa.

Es cierto que la debacle institucional del país es parte de un fenómeno histórico y estructural que se venía anunciando desde hace mucho tiempo. Pero también es cierto que existen sectores interesados en acelerar ese proceso, y que sistemáticamente abonan a la demolición de las instituciones.

SI LAS INSTITUCIONES NO FUNCIONAN ES PORQUE LA DEMOCRACIA NO FUNCIONA. POR CONSIGUIENTE, SE VUELVEN NECESARIAS LAS SALIDAS AUTORITARIAS. LA MESA QUEDA SERVIDA PARA QUE CUALQUIER TIRANUELO CON DELIRIOS JUSTICIEROS ASUMA EL GOBIERNO. ES ALARMANTE LA SIMPATÍA QUE GENERA EL PRESIDENTE SALVADOREÑO NAYIB BUKELE ENTRE ESTOS DEVOTOS DE LA MANO DURA.

El libreto no es nuevo. Provocar el caos institucional es el paso previo a la ratificación del discurso de la inviabilidad democrática. Si las instituciones no funcionan es porque la democracia no funciona. Por consiguiente, se vuelven necesarias las salidas autoritarias. La mesa queda servida para que cualquier tiranuelo con delirios justicieros asuma el gobierno. Es alarmante la simpatía que genera el presidente salvadoreño Nayib Bukele entre estos devotos de la mano dura.

Esta estrategia política siempre ha estado vinculada con la derecha más recalcitrante y fundamentalista. Abanderarse del orden a cualquier precio se presenta como la única opción frente al desconcierto general. La propia ciudadanía, agobiada por el caos cotidiano, termina avalando la entronización de proyectos despóticos. Mussolini y Hitler se encaramaron sobre unas crisis sociales y económicas devastadoras, y se legitimaron en el poder hasta que una guerra mundial los defenestró.

En España, hasta los partidos políticos de la derecha están preocupados por la virulencia y la procacidad con la que VOX, el partido de la ultraderecha, asume el debate legislativo. Temen que esa práctica termine deteriorando la imagen de una institución que, sin tener el nivel de desprestigio de nuestra Asamblea Nacional, también está en la mira de la insatisfacción ciudadana. La gente siente que las instituciones del Estado no responden a sus necesidades ni expectativas. De ahí a facilitar su disolución media un paso.

La alianza entre socialcristianos y correístas está transitando por un camino similar. El grado de descomposición al que han conducido a las funciones legislativa y judicial solo es entendible en función de una salida autoritaria y mesiánica a la crisis nacional. Las evocaciones a las figuras de Febres Cordero y de Correa son permanentes entre sus seguidores: poner orden a semejante caos bien vale el atropello a las leyes y a los derechos.

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