lunes, 9 de enero de 2023

 

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Puede ser arte
MONTALVO
Son tres sílabas y está dicho un nombre universal. Escrito en caracteres fulgurantes para la gloria. Como el de Bolívar. Como cuando se pronuncia el nombre de Darío. O el de Rodó. O al referirnos a Martí, a Neruda, a la Mistral. O a Vallejo, entre los nuestros, de América. Y si llegamos a Europa, allí están Cervantes, Quevedo, Lope y Góngora, Marañón y Unamuno. Y más lejos de la frontera hispánica, Shakespeare, Goethe, Hugo, Balzac, Humboldt… Y entre los universales bimilenarios: Sócrates, Aristóteles, Platón, Séneca, Plutarco, Tito Livio, Marco Aurelio y cien más… Y, de otros países cultos de la Tierra, otros nombres de la élite del pensamiento y del espíritu.
Lo clásico y universal poda lo que corresponde a los hombres comunes. Los seres extraordinarios, del arte, la ciencia, la literatura; los personajes epónimos de la santidad y el heroísmo no necesitan para nombrarlos, ni nombre gentilicio ni raíces genealógicas. Ni títulos universitarios y académicos. Estos corresponden a la vanagloria humana y terrena. El hombre universal sólo tiene alas para el vuelo a la altura indimensional del pensamiento inimitable del idioma. La armonía audaz e inefable del color y del sonido.
El viento huracanado de la inmortalidad rompe en harapos toda vestidura humana, y únicamente permanece lo que vence a los siglos. ¿Para qué, entonces, la hojarasca de nombres que sólo atenta contra lo que debe ser sutil, diáfano, casi aéreo? ¿Para qué el lastre inútil que nada agrega a la fama del ambateño egregio? Se ha llegado a la convicción pragmática de que los pueblos realizan, de manera espontánea, la poda de los nombres ilustres y los liberan del ramaje denso con que se cubre la mediocridad de los hombres comunes. Además que son los mismos personajes universales los que, como perurgidos por el mandato del destino, firman su nombre como han decidido simplificarlo para la posteridad. El Libertador será siempre, por los siglos, Simón Bolívar, o únicamente Bolívar, pues su primera acción de libertador fue liberarse de la pesada carga de los largos nombres que le impusieron en el bautismo. El ambateño inmenso firmó exclusivamente Juan Montalvo, al pie de los manuscritos de sus obras, y más de una vez en alguna página, en alguna misiva de su epistolario, se hallan estampadas sólo las tres sílabas de su nombre de eternidad: Montalvo.
Cuando así lo nombramos, lo individualizamos exactamente. Está identificado como con caracteres indelebles. No puede ser confundido con nadie. Ni con los hermanos de sangre. Ni con otro individuo que lleve su apellido. Montalvo es solamente él, el grande ambateño que fundó casa solariega con sus grandes hechos de escritor.
Montalvo es Montalvo para la posteridad y la universalidad de su nombre y de su gloria. No le agregamos ningún lastre de inutilidad perfecta. Son apenas tres sílabas y está dicho su nombre universal. Escrito en caracteres fulgurantes para la gloria.
Pablo Balarezo Moncayo

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