lunes, 28 de enero de 2019

  
El libro que recuerda los más impactantes crímenes políticos en el Ecuador
"El país de paz" no ha estado libre de crímenes políticos, según se constata en el primer tono del nuevo libro del historiador Enrique Ayala Mora. Desde el sombrío asesinato del mariscal grancolombiano Antonio José de Sucre, pasando por los magnicidios de García Moreno y Alfaro, hasta las defunciones sin aclarar en el correato del siglo XXI, la obra presenta la perspectiva de cómo el poder y la muerte se entrelazan.
20 de enero del 2019
FERMÍN VACA
El primer tomo de “El poder y la muerte, crímenes políticos en la historia ecuatoriana, 1830-1959”, cuyo editor es el historiador Enrique Ayala Mora fue presentado en Quito el pasado 16 de enero de 2019. Se trata de una investigación de un grupo de historiadores, comunicadores y expertos que han enfrentado los crímenes políticos más sonoros de la historia del Ecuador, desde los primeros días de la República, en 1830, hasta 1959, durante el Gobierno de Camilo Ponce Enríquez. En el primer tomo, Ayala Mora ha escrito nueve ensayos, y seis los han redactado otros expertos. 

El libro fue editado por Dinediciones y está disponible en las principales librerías del país. 
Un segundo tomo, en donde Ayala Mora es también el editor, recogerá otros sucesos políticos ocurridos entre 1959 y nuestros días, en donde las muertes de personas estuvieron relacionadas con disputados por el poder. 
Se trata de un edición de lujo, realizada por Dinediciones, profusamente ilustrada.
En 1830, se cometió el primero de una serie de crímenes políticos, al ser asesinado el gran mariscal Antonio José de Sucre. Durante el gobierno de Juan José Flores, un militar venezolano que había nacido en Puerto Cabello, se asesinó a periodistas, y el espiral de violencia cobró la vida de Otamendi, su lugarteniente. Entre 1860 y 1875, Gabriel García Moreno ordenó ejecuciones, carcelazos y torturas, que llevarían a su asesinato en el pretil del Palacio de Gobierno. Poco después fue envenado el arzobispo José Checa y Barba, y asesinado Vicente Piedrahita.
La guerra civil del liberalismo, y las disputas por el poder entre los liberales, provocaron también muertes, que concluirían con el linchamiento de Eloy Alfaro en 1912 y el asesinato de Julio Andrade. 
El nuevo siglo provocaría ya no asesinatos selectivos sino masacres, una de más célebres la matanza del 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil. En las presidencias de José María Velasco Ibarra y Carlos Alberto Arroyo del Rio, también hubo muertes misteriosas, como las del estudiante Isidro Guerrero. En 1959, las Fuerzas Armadas tiraron a matar contra la población, con el pretexto de combatir el crimen. 
El historiador Ayala Mora comentó con este portal los alcances de esta investigación histórica. 
Los asesinatos políticos han marcado el signo de los desarrollos políticos en el Ecuador. ¿Cuáles han sido los que usted ha considerado en esta antología?
Ecuador nació bañado en sangre: una persona que pudo ser el primer presidente del Ecuador, el mariscal Sucre, fue asesinado en Berruecos. Nunca hubo claridad en ese crimen. Se sabe de Obando, Murillo, Erazo, Sarría, quienes lo emboscaron. Y desde luego Juan José Flores. Se han dado una serie de muertes luego de eso. Por ejemplo, se masacró en tiempos de Flores a 250 soldados que se habían sublevado. Luego ocurrió un asesinato que evidencia que el periodismo es peligroso en Ecuador: los editores de El Quiteño Libre que amanecieron asesinados cerca de la Plaza de San Francisco. El principal verdugo de Flores, el general Otamendi también sería luego asesinado.
En tiempos de García Moreno se fusiló una vez hasta 14 personas y él mismo caería asesinado. Se conoce en ese caso de Rayo, y los liberales que conspiraron, uno de los cuales fue ejecutado y dos fugaron. Parece que sus propios ministros conspiraron contra él. Poco después ocurre el truculento asesinato del arzobispo Checa y Barba y la muerte de Piedrahita. En la Revolución liberal asesinan al periodista Víctor León Vivar, y también muere un jesuita en el colegio San Felipe de Riobamba. El coronel Vega, del Azuay, también murió misteriosamente.
Cuando cae el alfarismo hay nuevos asesinatos, como la muerte de Emilio María Terán, asesinado por un marido celoso. El de Belisario Torres y el arrastre del general Eloy Alfaro. Luego moriría el general Julio Andrade. 
En 1922 ocurre la masacre del 15 de noviembre. En la primera presidencia de Velasco Ibarra aparece muerto un chofer presidencial que iba a recoger a una novia del doctor Velasco, Teresa Ponce Luque. En una huelga del colegio Juan Montalvo murió Isidro Guerrero, un estudiante que se convirtió en la sombra de Velasco Ibarra. Arroyo del Río cometió varios crímenes.
"El primer tomo acaba en 1959, cuando con el pretexto de limpiar la ciudad del hampa se asesinó durante 48 horas al que era y al que no. Ahí acaba el primer tomo, en el segundo trataremos desde 1960 hasta 2018. El primero está circulando y el otro lo hará muy pronto".
El primer tomo acaba en 1959, cuando con el pretexto de limpiar la ciudad del hampa se asesinó durante 48 horas al que era y al que no. Ahí acaba el primer tomo, en el segundo trataremos desde 1960 hasta 2018. El primero está circulando y el otro lo hará muy pronto. En el segundo hay la represión de los años 60 y 70 y asesinatos políticos como los de Briz Sánchez, Abdón Calderón y Jaime Hurtado. El posible asesinato de Jaime Roldós -yo creo que eso no fue un asesinato- y la muerte de Nahín Isaías y los jefes de Alfaro Vive Carajo. Luego llegamos a la década correísta, donde hay 20 muertos, obviamente no todos por voluntad de Correa, pero que sí fueron encubiertos por ese gobierno, como el del general Gabela o el del shuar Tendentza. La tramoya del 30S y los tres periodistas de El Comercio, que son victimizados para ejemplarizar a la prensa. 
¿Este tipo de asesinatos son siempre un "crimen perfecto"?
El crimen político es una radiografía de la sociedad. Ahí se hace más visible el poder social y político, desde el asesinato al encubrimiento. El poder oculta su acción y los crímenes políticos son la historia del ocultamiento de verdades que solo podemos deducir a medias. 
Cada 28 de enero, hay quienes sostienen que fue su codicia e imprudencia las que mataron a Eloy Alfaro y no sus enemigos de toda la vida. ¿Cuál es su criterio?
Alfaro cometió la imprudencia de volver cuando estaba en un estado de impopularidad. Pero nada justificaba traerlo a Quito sabiendo que se tramaba su asesinato, así como que curas, putas y cocheros hayan azuzado a la gente para matarlo. Es injustificable que Carlos Freile, quien gobernaba el país, haya organizado el asesinato de su hermano masón, don Eloy Alfaro. Ahí estuvieron metidos curas, masones, prostitutas, pero la responsabilidad no fue de don Eloy. 
En el caso de García Moreno, usted menciona a sus ministros, y sectores ultramontanos siempre han señalado a la masonería...
No creo que fuera la masonería en ese caso. Fue un crimen dentro del poder, creo que el general Salazar tuvo más responsabilidad que la masonería internacional. Lo mismo se dice en el caso de Checa, aunque yo creo que fue un sacerdote resentido. El presidente Tamayo ordenó disparar en 1922, lo ejecutó el coronel Barriga. En 1959 ordenó Camilo Ponce y lo cumplió el coronel Piñeiros. Hemos dado pistas de quién mismo fue, porque hay nuevas informaciones y se deshacen mitos. Por ejemplo, eso de que a García Moreno lo mataron por estar con la mujer de Rayo no tiene nada que ver. Espero que el libro permita que la gente lea historia, la historia fue suprimida del currículo del bachillerato, cuando ella puede enseñarnos un poco sobre cómo somos los ecuatorianos. 
¿Al iniciarse el siglo XX, se pasa de los asesinatos selectivos a masacres contra las masas?
Desde que se inicia la lucha de masas, cuando resisten grandes sectores sociales, el objeto del crimen político se amplía. Tenemos casos visibles y aleccionadores de eso en el Ecuador. Pero siguió habiendo crímenes como el de Abdón Calderón, que pretendía impedir el retorno a la democracia. En el caso de Jaime Hurtado, se quiso reprimir a asociaciones campesinas en Los Ríos. En Imbabura se asesina a Perugachi y León, y en Chimborazo a Lázaro Condo, líderes indígenas. 
¿La impunidad es siempre el sello de estos crímenes?
En el caso de García Moreno se asesinó a Rayo y a Cornejo. Moncayo y Andrade fueron perseguidos por 30 años. Pero nunca se sancionó a quien pudo haber ordenado la muerte. Roberto Andrade se adjudicó el tiranicidio, Moncayo fue más prudente pero nunca se vanaglorió del hecho. En el caso de Alfaro se vio transitar por las calles a un cochero de apellido Cevallos, y a prostitutas conocidas como la Piedras Negras, la Potranca, la Pachache, pero luego el Congreso les dio una amnistía. Pío Jaramillo Alvarado acusó al Gobierno de Carlos Freile y sus ministros, pero nunca tuvieron responsabilidad ni castigo. 

Ayala Mora habla mientras sus manos hacen origamis, en su despacho de la Universidad Andina.
¿Hubo la misma impunidad en el siglo XX?
En el 15 de noviembre no se determinaron responsabilidades directas. El general Marcos Gándara dijo que habían sido menos de 375 que fueron identificados. Pero 300 muertos es una  masacre en cualquier país del mundo. En 1959 se justificó la represión. El coronel Piñeiros se retiró con honores y su hijo fue ministro de Defensa de Febres Cordero. Arroyo del Río se declaró benefactor del país aunque mandó matar gente con sus sicarios. No debemos olvidar a quienes han cometido estos crímenes. 
"Estos crímenes desatan los procesos, los profundizan, nos permiten ver a los actores del sistema. El crimen de Abdón Calderón no detuvo el proceso, pero sí permitió ver que militares fascistas y corruptos estaban intentando evitar que el país vuelva a la democracia".
¿Los crímenes políticos son puntos de inflexión, gatillan procesos históricos?
Creo que esos procesos tienen causas estructurales. El asesinato de García Moreno significó que sus sucesores perdieran el poder. El de Alfaro no fue un detonante de un nuevo momento de la historia, él ya estaba agotado como líder social, la burguesía y la plutocracia les habían arrebatado el poder. Estos crímenes desatan los procesos, los profundizan, nos permiten ver a los actores del sistema. El crimen de Abdón Calderón no detuvo el proceso, pero sí permitió ver que militares fascistas y corruptos estaban intentando evitar que el país vuelva a la democracia. La muerte de Nahín Isaías evidenció la poca capacidad militar de Alfaro Vive y cómo resulta el propio Febres Cordero como responsable de esa ejecución.
¿La muerte por motivos políticos seguirá siendo una forma de hacer política o es cosa del pasado?
El asesinato siempre ha sido un instrumento político en la lucha por el poder. Tan no es cosa del pasado que estamos viendo casos como el de Gabela y el de los periodistas de El Comercio. Seguirá presente en la realidad aquí y en el resto del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario