Anita Galarza ha hecho lo que casi todos los políticos ecuatorianos hacen a diario: confundir lo público con la privado y, a la final, pasar la página como si nada hubiera sucedido. En su caso, lo hizo telenovelescamente, con lágrimas y demostraciones emocionales que parecen salidas de un guión elaborado en los estudios de Venevisión o Televisa.
Si bien Galarza, por lo pronto, ha salido bien librada porque la Asamblea apenas le aplicará una sanción administrativa de 30 días de suspensión. Con llanto pausado, frases entrecortadas y súplicas de perdón, ella montó un relato de tragedia familiar e íntima para minimizar y diluir ante la opinión una acusación que no era poca cosa: establecer un sistema para que su esposo utilizara fraudulentamente la tarjeta electrónica de la Asamblea que había sido asignada a una asesora suya, que se suponía trabajaba en la provincia de Tungurahua pero que, según la versión de la secretaria de la sede la Asamblea en esa provincia, apenas fue dos veces por correo.
“Quiero agradecerle a mi esposo, y pedirle perdón a mi esposo, públicamente, por todo lo que ha tenido que sufrir por su trabajo”, dijo ante la comisión en medio de sonoros y agudos sollozos bien libreateados. “¡Y si tengo que pedir disculpas por utilizar la tarjeta magnética para trabajar, lo acepto!”, agregó recuperando cierto aplomo como para dar mayor dramatismo a la escena. “Pero en ningún momento ha sido para causarle un prejuicio al Estado (…), lo he hecho por trabajar por el país que yo amo, por el que yo he luchado intensamente”. En esta parte levantó la cabeza y señaló con su índice para que las cámaras capten esa parte que, sin duda, era clave en su libreto.
La intervención de Galarza tenía, además, como antecedente la argumentación terriblemente familiar que su marido, Juan Sevilla, había hecho poco antes frente a la misma comisión. Ahí contó cómo cuando Anita ganó la curul se reunieron los dos, con los papás de ella y los de él, además de sus hijos pequeños, para ver cómo salvarían el matrimonio. “Sabía que la política no es compatible con el matrimonio”, dijo, como si fuera una evidencia, y contó que durante mucho tiempo ha estado desempleado por lo que quiso estar siempre cerca a su esposa. Así construyó una lógica imparable: buen esposo, desempleado, esposos que se acompañan, padres abnegados y patriotas sacrificados. ¿Cómo sancionar a gente así por el uso de una tarjeta?
Luego de toda la dramatización sentimental de un caso que en realidad tenía que haber sido sobre ética pública, Galarza logró que lo principal pase a ser algo accesorio. Ella fue sancionada únicamente con una medida administrativa cuando lo que ella hizo, al igual que lo que hizo su esposo, es mucho más que una simple falla administrativa. De hecho, el artículo 287 del Código Integral Penal habla sobre la usurpación y simulación de funciones públicas y establece una pena privativa de libertad de uno a tres años.
Galarza logró así que el centro del debate se desplace de una discusión sobre infracciones que tenían que ver con la función pública y el uso de los bienes del Estado a un relato personal e íntimo donde un matrimonio de patriotas azotados por el desempleo y movidos únicamente por el sacrificio y el amor a la patria pedían perdón a las autoridades. Galarza realizó una suerte de chantaje sentimental que neutralizó los cuestionamientos que había sobre su ejercicio de la función pública. “El trasfondo del caso no fue el uso indebido de la tarjeta de acceso a la AN. Los asuntos íntimos de un matrimonio fueron ventilados en una Comisión Investigadora exponiendo a nivel nacional la justificación de un cónyuge celópata y la Asambleísta sometida psicológicamente a él”, observó la abogada y ex jueza Djalma Blum en su cuenta de Twitter.
La telenovela ocultó también las otras denuncias que había en contra de Galarza y que tenían que ver con su relación con los asesores que tiene en la Asamblea. La denuncia sobre el cobro de los diezmos que hizo uno de sus asesores no fue sustentada, pues él entregó cuotas de 60 dólares para una cena a la que, como se vio en fotos, asistió de mil amores. Pero, en cambio, durante el proceso se supo que la asesora, que era la legítima portadora de la tarjeta magnética, nunca fue a trabajar aunque cobraba sueldo. Además que otro asesor suyo es dirigente gremial de la cooperativa de buses Pelileo y que, como por arte de magia, tenía la capacidad de estar al mismo tiempo en las sesiones de la cooperativa y en la Asamblea, cobrando sueldo por supuesto. Todo esto quedó, luego de los aspavientos de telenovela de Televisa archivado y en el olvido.
Al final de todo, como dijo un usuario de Twitter, a la asambleísta Galarza hay que pedirle disculpas por las molestias y darle las gracias por todo lo que dice haber hecho por el país.
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