miércoles, 4 de noviembre de 2015

Fin del matonismo

Benjamín Fernández Bogado
Miércoles, 4 de noviembre, 2015


Un hecho interesante que dejó las elecciones argentinas es el nivel de hartazgo de la sociedad hacia los gobiernos que basaron gran parte de su administración en la retórica de confrontar y dividir al país. Presidentes que forzaban transmisiones de televisión y radio en los que construían su gobierno sobre los ataques inmisericordes a adversarios reales o inventados con los cuales entretenían a su electorado, hoy parece llegar a su fin. Una de las explicaciones del fracaso oficialista está en el hecho de que millones de argentinos están cansados de los matones. De los que gritan, insultan, amenazan, dividen y distraen las cuestiones centrales de un buen gobierno. Van de contramano a la historia dominada por los criterios de apertura, ante lo cual son excluyentes y divisivos, la transparencia a la que responden amenazando medios y comunicadores, además de adversarios que les piden cuentas, empoderamiento para el que responden que solo y únicamente sus militantes son los administradores del poder y trabajo en redes que no logran ni entender ni materializarlo. Estamos llegando al punto final del hartazgo del que hemos hablado en esta columna hace una buena cantidad de tiempo.
Los liderazgos modernos son abiertos, transparentes, delegan y construyen poderes en los ciudadanos y saben trabajar con quienes piensan diferente. El triunfo en la Argentina no es de Macri, es de la sociedad que reaccionó a los años de manejo discrecional y prepotente del poder y que se encarnó en una familia que controló todos los poderes del país por 12 años. El desgaste pueden decir algunos que es absolutamente natural pero tienen factores que lo agravan mucho más. Nunca tuvimos gobiernos tan ricos por la venta de materias primas y jamás desperdiciamos tantas oportunidades por la confrontación y la división como esta última década. ¿Se imaginan ustedes lo que serian nuestros países con gobernantes probos, incluyentes y que entendieran estos tiempos pasados de abundancia? Hoy nuestro nivel de vida hubiera dado un gran salto y no estar sumergidos en la criminalidad de nuestras calles, la destrucción de las instituciones y como mínimo: dos generaciones echadas a perder. Esta es la peor de las herencias de estos gobiernos que se levantaron sobre los cimientos de la confrontación y el matonismo. Y lo peor, muchos de ellos eran absolutamente conscientes. Sabían lo que hacían porque otros sí tenían eso en su naturaleza profesional, como el caso del teniente coronel Hugo Chávez, que cuando ingresó de presidente de Venezuela el barril de petróleo estaba a 8 dólares y en el pico de su administración ¡casi alcanzó 150 dólares! Toda esa renta petrolera desperdiciada en un país ahogado en la inflación, criminalidad y corrupción. Ese es el legado de los matones de los que son absolutamente responsables porque desde sus gobiernos excluyeron y proscribieron a todos sus críticos. No pueden culpar a nadie más que asumir con madurez –si la tienen– el fracaso de un modelo de gestión sostenido en la fuerza, el terror y la provocación permanentes.
Pobres que ni a Estados Unidos pueden culpar de sus fracasos. La otrora potencia hegemónica tuvo tantos líos internos en este periodo que las cuestiones nuestras pasaron a una posición absolutamente marginal y secundaria. De todo lo que se hizo o se dejó de hacer son responsables estos gobiernos levantados sobre la confrontación permanente. Ahora deberán asumir sus costos. Si hay elecciones limpias y gran participación del electorado, como en el caso argentino, ninguno de los matones sobrevive unos comicios democráticos. Por eso, en su versión más cavernícola, no les queda otra que meter preso de manera injusta a cualquier opositor, que hasta un fiscal venal y corrupto no logra soportar el peso de su conciencia y termina reconociendo tamaña injusticia.
Cuando las ratas comienzan a saltar del barco es que la embarcación comienza a zozobrar y aunque el matón siga gritando en la proa, ya nadie tiene tiempo para escucharlo y menos para seguirlo. (O)
El triunfo en la Argentina no es de Macri, es de la sociedad que reaccionó a los años de manejo discrecional y prepotente del poder y que se encarnó en una familia que controló todos los poderes del país por 12 años.

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