miércoles, 4 de noviembre de 2015

El caso OXY y el costo de la fanfarronada correísta

Por José Hernández
Si usted analiza el caso de la OXY, llegará sin esfuerzo a los mitos fabricados por el correísmo. Sobre todo uno: hacer creer que el gobierno es tan poderoso y el Presidente tan influyente que se puede desconocer la realidad internacional y burlar contratos, acuerdos, convenios –o evitarlos– sin consecuencia alguna.
¿Qué ha habido en vez de una diplomacia firme, inteligente y serena? Bravuconadas. Desplantes. Alardes. Fanfarronadas. Desafíos. Lemas. Todo esto con micrófono abierto y encuestador contratado. Un programa para mitificar la revolución ciudadana, endiosar al Presidente e incrementar sus votos. Es ese carnaval de irresponsabilidad lo que el gobierno ha llamado “defender la soberanía”. Ejercer “la segunda y definitiva independencia”.
Correa no firmó la caducidad del contrato con la OXY. Eso lo hizo Iván Rodríguez, ministro de Energía en el gobierno de Alfredo Palacio. La OXY seguramente cometió una seria irregularidad al ceder 40% de sus acciones a AEC, una filial de la empresa Encana, sin el permiso del Estado. Pero el candidato Correa apoyó esa decisión extrema y subió la apuesta: amenazó con enjuiciar en su gobierno “por traición a la patria” a aquellos funcionarios públicos que no tomen una decisión en ese caso: la caducidad del contrato.
Su gobierno asumió el caso apenas ocho meses después de que la OXY hiciera la demanda ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias (Ciadi). Pero ya, como Presidente electo, se había opuesto a que el Procurador nombre un árbitro para enfrentar el primer proceso en esa instancia. Ocho años más tuvo su gobierno para sopesar las consecuencias y encontrar una solución concertada. Ocho años de declaraciones incendiarias, bravatas, doble discurso (la posición de María Fernanda Espinosa en este caso como Canciller)… Es decir, un alto y pródigo ejercicio de “soberanía plena”. La primera factura está ahí: 1000 millones de dólares que debe pagar el país (¿más intereses y gastos?).
Este caso retrata el desajuste –ahí sí el infantilismo– de ese correísmo que cree que sus simulacros verbales reemplazan la realidad. ¡Y qué no han hecho! Expulsar al Banco Mundial, pelearse con los organismos multilaterales, botar la embajadora Heather Hodges, desconocer acuerdos y tribunales, militar por instancias jurídicas y arbitrales regionales y sin credibilidad alguna… El resultado de esa larga lista de “ejercicios de soberanía” ha dejado al país sin inversión extranjera, con empréstitos a tasas de interés tres veces más caras que las de los organismos multilaterales, sin acuerdos comerciales, con amigos impresentables como Irán y Bielorrusia, con demandas millonarias…
Nadie piensa que un gobierno debe someterse al statu quo. A ninguno. La política y la diplomacia sirven para cambiarlos. Pero eso no se hace agraviando –sin tener cómo reemplazarlos– a los principales socios comerciales, restregando a los inversionistas que si no quieren tal o cual medida “les vaya bonito”, quedándose por fuera del circuito comercial mundial por puro prurito revolucionario… Nadie elige gobiernos para cerrar mercados, ver que la inversión regional va a otros países, hacerse amigos considerados dictadores o terroristas, pagar más caros los créditos… Ni para recitar en cada sabatina que hay intereses poderosos en el mundo que “atentan contra la soberanía del Ecuador”. Nadie elige gobiernos para que hagan geopolítica infantil ni lloriqueen sobre la perversidad del sistema internacional: se elige para que, en las condiciones desfavorables que tiene Ecuador en el mundo, saquen la mejor tajada para el país y aumenten sus oportunidades. Eso no se hace con micrófono en mano para sumar votos incautos.
Pues de la misma manera que el correísmo sacó votos enajenando las posibilidades del país, ahora quiere sacarlos negando lo que hizo. Ahora negocia en silencio con el Fondo Monetario Internacional. Ahora quiere pagar a tiempo la deuda externa para ganar indulgencias y colocar bonos en los mercados financieros. Ahora busca créditos de los multilaterales. Ahora quiere negociar con la OXY una solución amistosa. Ahora sí mira al sector privado y propone un proyecto de alianza público-privada cuando lo más sensato sería levantar todas las talanqueras que ha puesto para que cualquier empresario pueda generar producción, empleo, tributos…
La lengua, el exceso de lengua, el desconocimiento de la realidad y, peor, de la realidad internacional… El correísmo es la mayor empresa de simulacro verbal que ha gobernado al país. Correa se ha conducido como esos dioses del Olimpo, amos del trueno y el rayo y dueños de destinos ajenos. El caso de la OXY es la prueba irrefutable de que lejos de ejercer soberanía lo que ha hecho es usar la política, también la internacional, para asentar un proyecto político que toma deseos por realidades. Las facturas empiezan a llegar y, como siempre, las pagará el país.

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