lunes, 30 de noviembre de 2015

El misterio Dahik

Por José Hernández

¿Por qué volvió? ¿Por qué Rafael Correa pidió su amnistía el 10 de agosto de 2010 y se jugó por él? El caso de Alberto Dahik es un pozo de misterios. Enrique Herrería, ex asambleísta, avanzó una tesis a finales de octubre: “está únicamente trayendo el recetario del pasado para aplicarlo en la revolución del siglo XXI”. El gobierno, según él, lo trajo para preparar al país para el ajuste económico. Es su vocero.
En cuestión de pistas, Alberto Dahik es un experto… en confundirlas. Economista, frío y calculador, se ha dedicado desde hace unos meses a multiplicar escenarios ambivalentes. Hay elementos que ratifican lo que dijo Herrería; hay elementos que lo desmienten: el Presidente habló bien de propuestas de Dahik como crear un timbre cambiario o titularizar la cartera del Biess. También su Gobierno –como propone Dahik– se ha acercado al Fondo Monetario Internacional y está buscando vender algún gran activo del Estado.
Sin embargo, Dahik se ha convertido en el crítico económico que, con mayor acritud, de-construye las tesis de Correa. Cinco en particular: sí hay crisis y requiere un tratamiento de urgencia. Dos: el precio del petróleo es el detonante no el causante de ella. Tres: el modelo económico es insostenible. Cuatro: este gobierno hizo todo lo contrario de lo que debía para manejar una economía dolarizada. Cinco: la cura que el gobierno está empleando es absolutamente equivocada.
¿Hombre de Correa o su mayor contrincante político desde la economía? Dahik no suelta prenda. En una conversación de dos horas, con otros dos blogueros, Roberto Aguilar y Martín Pallares, jugó el papel del economista ensimismado.No sigue la política. No sabe cuándo son las próximas elecciones. Apenas ha oído hablar de la transitoria. Dahik se pinta como el economista orgulloso de serlo, feliz de comprobar que esa es su verdadera vocación. Su mejor don.
Economista y no político: lo dice con ese aire de actor de teatro que quiere meter al público en el libreto. ¿Para qué hablar de política si por culpa del mal manejo económico el país puede llegar desencuadernado a las elecciones de 2017? Salvar la economía es suleitmotif. Dahik no oye las preguntas: da por descontado que lo suyo no es la política. Quizá después. 2017 es lejos, muy lejos cuando tienes un avión que se cae. Por eso, con la disciplina marcial del estratega, hace el quite a cualquier pregunta que lo distraiga de su discurso. Y, como si estuviera en un set con transmisión en directo, retoma las tesis que obsesivamente ha ido sistematizando desde que regresó a la vida pública.
De una u otra forma vuelve a ese extraño sueño en que se sumió la sociedad, producto de la inyección de recursos públicos en la economía que dio a la clase media acceso amplio al crédito y creó la sensación de estabilidad eterna. Un sueño que evitó medir riesgos, ver la realidad y disparó los elementos que han configurado la crisis que niega el Presidente.
De una u otra forma vuelve a ese esquema ideológico en el cual se encerró el gobierno; un modelo económico absolutamente incompatible con la dolarización. No nombra a Correa. En estilo indirecto, habla de que no se supo manejar y la economía y se hizo todo lo posible por volverla extremadamente vulnerable a los choques externos. Con cifras y gráficos en su celular, muestra cómo el gasto público fue llevado a un nivel insostenible. De ahí desparrama algunos círculos infernales: más gasto público, mayor consumo, más uso de divisas, mayor presión sobre la balanza de pagos, menos reserva líquida, 5% a la salida de capitales, menos inversión directa, más riesgo país, menos crédito, menos producción, más desempleo…
Dahik se comporta como un profesor. Un académico que ha decidido explicar por qué el manejo económico del otro profesor –Rafael Correa– fue improcedente y hoy inapropiado para tratar la crisis. No le preocupan rótulos ni denominaciones. Para él hay fórmulas que funcionan y otras que no. Su deber, lo repite sin cese, es contribuir a que el país no se descomponga.
Verlo en escena produce la sensación inequívoca de que ha vuelto a la vida pública trepado en una estrategia política perfectamente planificada. Estos elementos son visibles: ocuparse solamente de economía. Ponerse por encima de capillas políticas en un momento particularmente dramático para el país. No solo criticar: proponer salidas y ofrecerlas generosamente al gobierno. Competir con el economista de Carondelet y demostrar que su modelo se deslíe y no tiene fórmulas contra la crisis. No bajar a la arena política. Ni siquiera nombrarla. Convertir la economía en su mejor as político. Ser sistemático en sus tesis para ser convincente y efectivo ante la opinión… Nunca decir que lo hace apegado a una estrategia. Ocultarlo hace parte, precisamente, de la estrategia.
El misterio Dahik está vigente. ¿Corre para él? ¿Corre para alguien? Chimbador de la oposición; dinamitador del modelo correísta para que siga en el poder bajo otros postulados y por eso Correa ha ayudado a ponerlo en los medios; nuevo outsider de la política nacional… Dahik da motivos para nutrir todo tipo de escenarios. El último lo produjo el 23 de noviembre en el Colegio de Economistas en Guayaquil: dio una conferencia al lado de Jaime Nebot. En ella, puso en evidencia la quiebra del modelo correísta al sumar las deudas cuyo monto desconoce el país (contratistas, Petroamazonas, hospitales, ISSFA, ISPOL, proveedores, deudas entre empresas del Estado…) y dijo que se requieren $10000 millones para evitar los efectos dramáticos de la recesión. También propuso blindar institucionalmente la dolarización y el modelo de Guayaquil.
Un guiño de ojo, tan evidente a Nebot, parecía inimaginable pues los socialcristianos propiciaron, hace 25 años, el juicio político que lo llevó a huir del país y refugiarse en Costa Rica. Un juicio con graves denuncias de peculado y malversación de fondos que Correa ni siquiera evocó: pidió la amnistía y lo calificó de “hombre honesto”.
Convertir el modelo de Nebot en un paradigma es un elemento más, el más político, de la última movida de ese misterio llamado Dahik.

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