jueves, 5 de noviembre de 2015

El deudor de los platos rotos


 En los últimos días, por lo menos para la perspectiva internacional, Rafael Correa ha vuelto a ser el hombre ecuánime, accesible y humano de la campaña de 2007. Tras la notificación del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi), quiere dialogar, negociar, hacer contacto con la petrolera Oxy, a la que debe 1.000 millones de dólares, una indemnización anunciada, un laudo que se veía venir y que el único que no vio es justamente Correa, porque en otros tiempos se solazaba en cantarles su verdad, propinarles adjetivos y humillar a las transnacionales, lo que le llevó a que el pecado de la soberbia, el orgullo mal entendido, la prepotencia, el culto a su personalidad “invencible”, le conviertan en un monstruo capaz de dar los portazos que le dé la gana a la Oxy, al FMI, al Banco Mundial, a cualquiera que quiera discutir que él es la ley, de allí que hay que ir al origen de la contienda judicial, esto es la caducidad del contrato con la Oxy aplicado por el antecesor de Correa y confirmado y secundado por quien se erigió como el azotador de las empresas transnacionales.
Correa, el correíta de hoy, que está gravemente tocado por la inesperada adicción a recaudar dólares (por millones) y por la evaporación del publicitado milagro económico, quiere el milagro de su resurrección, y eso solo sería posible gracias a mucho más que unas simples sabatinas, de allí que fue apoyado desde la semana anterior por un “Debate” en el que la intención era volverlo a hacer héroe y sabio… mas, para aquel que estuvo atento a lo que parecía un tongo (simulación de pelea que estaba arreglada para favorecer a alguien), le salió el tiro por la culata porque se descubrió, por declaraciones de su ex aliado Ramiro González, que en su etapa de candidato molestó las chequeras de los Isaías, otros de los odiados banqueros, así como se conoce que había incursionado en el despacho de Guillermo Lasso para obtener otro sustancioso apoyo. Luego, bajándose un poco más de su pedestal, ha visitado Cuenca, ha visitado Manta, ha estado presente en las fiestas de estas ciudades, se ha rodeado de sus contados fieles, que sanducheros y todo han demostrado que es mentira que se le ha acabado el peregrinaje de correístas, no importa si son de conveniencia o de convicción.
El soberano que antes creyó que, su deber para mostrarse ante la poblada que se deja hipnotizar por códigos populistas, debía poner fuera de combate a todo aquel que simbolice los poderes extranjeros, más si pertenecen a un país que odia hasta la exagerada sospecha, “castigó” a la Petrolera Occidental con la prédica de que mantendría en su Gobierno la virtual expulsión, de esta empresa, del país, algo que había iniciado su predecesor Alfredo Palacio.
Pero ahora, desprovisto del acial y la férula hitleriana, exhibida a inicios de su relación super vertical con estas empresas repudiadas, se ve humilde hasta lo absurdo y ridículo, queriendo “dialogar”, queriendo comprensión y consuelo por parte de aquellos a los que tenía contra la pared, aquellos que ese momento también intentaron dialogar, pero el que dicta las órdenes no aceptó, no escuchó, toda la posibilidad de escuchar a la voz del sentido común lo apagaban los aplausos de los admiradores de tan poderoso señor.
Sabemos que con la decisión del tribunal internacional de hacer pagar 1.700 millones de dólares (luego rebajados a mil millones) el perjudicado es el país, pero son estos gobernantes irreflexivos los que ahondan el estado de desgracia que caracteriza a la relación entre las empresas exitosas y los gobiernos revolucionarios, que a nombre de su proyecto son capaces de humillarlas y minimizarlas hasta la completa indefensión, logrando la ovación cavernícola de los que quieren circo y el consabido bono que se merece todo seguidor. La instancia decisiva, ante los tribunales, fue ganada por los “débiles” y ahora el soberano daría cualquier cosa por ser escuchado, por aguantar si es posible la conmiseración, pues no solo que tras la farra de ocho años petroleros se rifó casi 300 mil millones de dólares, que vuelven muy necesarios y vitales esos mil millones, sino que ante esos pocos adoradores que mantiene él queda como un fanfarrón, pues dijo que jamás iba a dar nada y menos a pedir cuartel a tales empresas y dijo más, dentro de las sabias libertades que se da su lengua: “así como la Corte Interamericana ha dictaminado que el país pague por el cambio de la Corte Suprema en el año 2004, yo le digo que eso lo paguen Lucio Gutiérrez y los diputados que hicieron esos pretendidos cambios”. O sea, que en buen romance, así como Rafael Correa nos metió en este enredo frente a la Oxy, que sea Rafael Correa el que pague los platos rotos. Todo esto explica ese sello de humildad y deseos de mostrarse contrito y formal ante los abogados de la petrolera, a los que en anteriores días tuvo haciendo inútiles antesalas.

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