¿Qué va a hacer el Estado ecuatoriano con el informe de la CIDH que, ocho años después, reconoce que el Estado correísta violó la Convención Interamericana en perjuicio de los directivos de El Universo y de Emilio Palacio? ¿Qué hará con las recomendaciones y conclusiones que incluyen dejar sin efecto la pena, indemnizar a los afectados y hacerles un acto público de desagravio?
Por lo que sabe 4P. el informe fue enviado al Estado ecuatoriano el 16 de abril y la CIDH concedió dos meses para que se pronuncie. El Procurador del Estado, Iñigo Salvador, ya respondió en forma genérica y ha pedido tres meses para absolver las cuestiones de fondo. Se entiende que el Estado, si admite el informe, debe establecer una suerte de negociación con los afectados y concertar mecanismos para llevar a cabo el acto de desagravio. De la misma manera, tiene que adecuar normas legales y dejar sin efecto la condena penal impuesta a los hermanos Pérez, Emilio Palacio y la Compañía anónima El Universo. Eso implica ir a hurgar en las cortes para desempolvar la demanda , el juicio, la condena y el supuesto perdón de Correa. Y cerrarlo aclarando que nunca, nada de aquello debió existir. De no hacer todo esto, o hacerlo parcialmente, el caso terminará en la Corte Interamericana.
¿Por qué el Procurador, que es el abogado del Estado, necesita más tiempo? ¿Por qué no ha hablado con los afectados? Diego García, procurador del Estado en la era correísta, agotó los argumentos para defender lo indefendible. El abogado tiene que hacer su trabajo, pero en este caso, ¿qué puede agregar Iñigo Salvador? ¿Es lícito defender al Estado cuando ya todos, empezando por el propio Presidente, reconoció que aquí imperó un Estado autoritario, con un caudillo que se creyó Luis XIV y concentró todos los poderes?
El tema a estas alturas se antoja poco jurídico y altamente político por las consecuencias que implica en todas las direcciones para Lenín Moreno. En buena lógica, su gobierno debería acoger las conclusiones y las recomendaciones del informe de la CIDH. Este caso le sirve en bandeja la posibilidad de distanciarse, una vez más y con un caso tan emblemático (que dio la vuelta al planeta en los medios de comunicación), del gobierno atrabiliario de Rafael Correa. Moreno podría sumar la persecución en contra de El Universo a la reforma (parcial) a la Ley de Comunicación y a su adhesión y firma de la Declaración de Chapultepec. Resarcir el daño hecho a personas que tuvieron que buscar justicia en las cortes internacionales es apenas un gesto de mínima coherencia política. Además, el Presidente tiene en este caso un gran argumento para mostrar lo que era y hacía Rafael Correa con los medios de comunicación. El caso de El Universo desbarata, por si hiciera falta, el tinglado propagandístico que quiso crearse al dar asilo a Julian Assange y presentarse, en el mundo, como el gran defensor de la libertad de expresión.
Pero es obvio que para el Presidente y su grupo parlamentario la decisión de la CIDH es una papa caliente. Lo es porque ellos, en su mayoría, fueron parte del gobierno de Correa en el momento en que cometió estos atropellos. Nada dijeron o nada hicieron para oponerse. Ahora importa ver cómo van a procesar este hecho: tienen que hacer un acto de desagravio a todos los afectados y en él tienen que estar presentes las principales autoridades del Estado. A nombre de ese Estado tendrán que reconocer que Rafael Correa violó, como recuerda la CIDH en su informe, algunos artículos de la Convención Americana: garantías judiciales, protección judicial, principio de legalidad, libertad de pensamiento… A nombre del Estado tendrán que reconocer que ningún presidente, por poderoso que se crea, puede pisotear los derechos humanos y la libertad de expresión consignados en los tratados firmados por el país. Hay una justicia, que puede estar fuera de las fronteras, que tarda, pero que termina haciendo su trabajo. Ese es uno de los grandes mensajes del informe de la CIDH: el autoritario Correa no queda impune y el caso de El Universo, con el que quiso hacer un escarmiento nacional, representa para él un revés monumental.
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