sábado, 14 de junio de 2014

Caudillismo indefinido



Simón Pachano
Si el actual campeón mundial de fútbol pidiera que se alteraran las reglas porque de no hacerlo podría ganar otro país, la carcajada se escucharía en todos los estadios del mundo y sus alrededores. Entonces, ¿por qué no nos provoca la misma reacción la propuesta de cambiar las reglas de la elección presidencial para evitar que gane otra tendencia? Esa fue la justificación que dio el líder y que, como corresponde, fue de inmediato reproducida por toda la hinchada. Hay que evitar la restauración conservadora, dijo, y hasta el momento no ha habido más argumento que ese. Esto quiere decir que se introduciría una disposición o una regla dirigida específicamente a beneficiar a una tendencia política y a afectar a otra u otras tendencias.

Es una declaración que deja mucha tela para cortar. Para comenzar, su sola enunciación contradice por lo menos tres principios básicos de la democracia. Primero, se va en contra de la alternancia que debe caracterizar a un régimen de este tipo. Es verdad que el respeto a la alternancia puede significar el triunfo de una tendencia opuesta o de un personaje indeseable, pero es la única garantía para que todas las posiciones políticas puedan llegar pacíficamente al gobierno. Segundo, al crear reglas ad hoc para cerrar el paso a otras expresiones partidistas se elimina en la práctica la igualdad política. “Para mis amigos todo, para los enemigos la ley”, decía un político latinoamericano que habría suscrito con gusto esta iniciativa. Tercero, los cambios motivados por cálculos inmediatos o coyunturales eliminan el grado de certidumbre y de confianza que es básico para que funcione adecuadamente un ordenamiento democrático. La confianza en las instituciones y en los procesos entrará en la lista de los elementos perdidos.
Por otra parte, una de las razones que explican el primer triunfo del líder hace largos siete años fue la lucha contra el manoseo institucional al que nos acostumbraron los políticos de entonces, los de la odiada partidocracia. Las leyes y las reformas hechas con nombre y apellido fueron señaladas, con mucha razón, como una de las causas del deterioro de la política. Montecristi estuvo inundada de discursos al respecto, pero la fragilidad de la memoria determina que la propia experiencia no sea suficiente y que se intente afanosamente volver a andar por el mismo camino.
Finalmente, la desesperada búsqueda de la reelección es una abierta confesión de debilidad de Alianza PAIS y del carácter caudillista de ese movimiento y de todo el proceso político actual. Si se tratara de una organización fuerte, con una estructura sólida y con espacios internos de debate, sabría cómo utilizar exitosamente los tres años que quedan para la elección. Pero las múltiples facciones que existen en su interior saben perfectamente que la realidad es muy distinta y que no hay tiempo, espacio y condiciones para enfrentar un desafío de esa naturaleza. Por ello, todos en conjunto, independientemente de sus diferencias y de las discrepancias de fondo, saben que lo más adecuado es hipotecarlo todo a las cualidades del caudillo.

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