Por: Jaime Cedillo Feijóo
¡Qué gran estafa se cometió en contra
de centenares de ciudadanos oriundos de Cuenca, en su gran mayoría¡. El golpe
fue perfecto. Perdieron los ahorros de toda una vida de esfuerzo, casi sin
descanso, porque para los pobres la palabra descanso no existe ni siquiera en
su imaginario. Trabajaron sin pausa en distintas actividades públicas y privadas.
Los fondos que lograron reunir, de centavo en centavo, día a día, semana tras
semana, mes a mes, y año por año, privándose de cosas elementales, sirvió
para que unos delincuentes de cuello blanco se lleven sin contemplaciones. Se
quedaron en la calle de la noche a la mañana. No tienen ni para hacer el
mercado, peor para adquirir medicamentos para sus dolencias, para curar esos
achaques que llegan con el paso del tiempo. Desde que se enteraron que habían
sido burlados por la cooperativa que ofrecía el oro y el moro, la del modelo
exitoso, la del candidato del cooperativismo verde, han caído en un hueco
profundo que se llama incertidumbre.¿ Ahora qué hacemos?.¿ A quién acudimos?,
me preguntan, con rostros de indignación, impotencia, desesperación.
Yo
no tengo las respuestas. ¡Nadie las tiene¡, ni siquiera las entidades públicas
que tienen bajo su responsabilidad vigilar que los depósitos de la gente esté a
buen recaudo y no despilfarrándose en asuntos ajenos a su actividad, como
aquella campaña electoral en la que participó uno de los principales
responsables del manejo de la cooperativa, donde se hizo gala de derroche sin
una pizca de respeto a los bienes ajenos, claro, con la participación de los
que pregonan la gran mentira de las “manos limpias, mentes lúcidas y corazones
ardientes”.
Un nuevo show nos acaban de ofrecer las
“ilustres “ autoridades gubernamentales que llegaron hasta Cuenca, para
informar sobre las nuevas maravillas que han descubierto recién ahora, antes de
la campaña electoral todo fue fríamente ocultado. Después del proceso, se vino
el diluvio, su candidato del cooperativismo perdió las elecciones, y en vez de
ocupar una curul en la Asamblea Nacional, pasó a engrosar la lista de
presos en una de las cárceles del país.
Para el ingreso a la rueda de prensa,
en una de las salas de las oficinas de la SEMPLADES (ex CREA), los periodistas
tuvimos que sortear varios filtros que eran celosamente vigilados por policías,
agentes de civil, y burócratas por doquier. Esperen que nuestras “distinguidas”
autoridades disfrutan de una sesión reservada, secreta, secretísima. Cuando de
pronto, la señora Ministra de Inclusión, de no sé qué, “escapaba” por una de
las puertas traseras, tal como si estuviera debiendo algo y no quisiera pagar.
Acaso no era su obligación dar la cara para responder la inquietud de nosotros
los periodistas invitados al sainete. Acaso la Dirección de Cooperativas no
formaba parte del Ministerio de Inclusión. Acaso, Aucay, el principal de
COOPERA, no fue su candidato, su figura, su chulla, su cuota, su amigo, el que
le rendía homenajes de gratitud. Acaso no posaron para la foto una y otra vez,
hasta la victoria siempre…?
El libreto bien preparado: primero el
ministro, luego el superintendente de la economía popular y solidaria, luego el
liquidador, de yapa la asesora jurídica. La exposición de los grandes
descubrimientos. Apenas permitieron formular tres preguntas, a vuelo de pájaro
y pase cantando. Respuestas vagas. En conclusión: los dineros de los
socios de COOPERA se evaporaron, se hicieron humo, se desintegraron como por
arte de magia, se farrearon, se mangiaron a plena luz del día. No ha quedado ni
siquiera el vuelto. Pero en fin –dirán- la gente seguirá muriendo de las iras,
es cuestión de tiempo, vendrá el olvido, y nosotros –dirán- continuaremos
disfrutando de las delicias del poder por 300 años.
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