Simón Pachano
Golpe,
secuestro, rescate
Contra todo lo
previsible, el tema central en la conmemoración de los ocho años de gestión
presidencial del líder no fueron las obras realizadas ni los logros alcanzados
en tan largo periodo. Toda la atención se concentró en los hechos sucedidos en
una fecha diferente a la que recuerda la primera de las tres posesiones que ya
lleva en su currículum. Enero se transformó en septiembre y cuarenta y ocho
meses fueron opacados por un día. De la mano –o más bien de la boca porque casi
nadie había leído el libro– de uno de sus actores estelares, el 30-S volvió a
las primeras planas. Bastó una entrevista en la radio para que se abriera la
caja de sorpresas. Allí, con tranquilidad y casi sin adjetivos, el exjefe del
Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas dio su versión de los hechos de aquel
día en que la leyenda y la publicidad hicieron nacer a la Megan y renacer a la
democracia.
Eso fue suficiente para que se
sucedieran las intervenciones de unos personajes que, por esos eufemismos de
nuestra política criolla, actuaron más como académicos de la lengua que como
políticos. Todos ellos –el exministro que nunca habló cuando le correspondía,
el fiscal y el jefe de la judicatura que vuelven a expresarse como los
ministros que fueron, el líder que acude por primera vez al diccionario y a la
prudencia– se abocaron a la ardua tarea de encontrar los significados precisos
de las palabras. En un ejercicio propio de semiólogos o de lingüistas,
desarrollaron exquisitas precisiones acerca de las similitudes y las
diferencias entre los sinónimos de golpe, secuestro y rescate.
Quienes se dedican al estudio del
lenguaje y sus efectos sociales sostienen que en cada confrontación humana hay
una lucha por el sentido de las palabras. Ni más ni menos, eso fue lo que
sucedió en este episodio. Si a un motín policial se lo calificó como golpe,
pues hay que seguir llamándole así, aunque no exista una sola de las
condiciones que configuran una acción de ese tipo. Si a la retención de una
persona se la denominó secuestro, es necesario mantener el calificativo a pesar
de que en aquella situación el retenido-secuestrado hubiera recibido a sus
colaboradores, firmado decretos y ofrecido entrevistas. Si un ataque armado a
un hospital fue calificado de rescate, entonces hay que aceptarlo y no mentar
las potenciales consecuencias jurídicas.
Pero, la lucha por la asignación de
sentido a las palabras no se restringe a lo dicho por el general retirado ni se
agota en los hechos aludidos. Ha sido regla general a lo largo de los últimos
ocho años y se encuentra en expresiones tan folclóricas como que a los presos
hay que llamarlos PPT y la construcción de carreteras se denomina revolución.
Se encuentra, sobre todo, en las palabras que apuntan al noble y glorioso
objetivo de implantación de la verdad. Una verdad en singular, la única, la que
no admite discusión y que, desde la gramática gubernamental, indiferencia los
sinónimos.(O)
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