domingo, 16 de enero de 2022

 

POR: Jaime Idrovo Urigüen

Publicado en la Revista El Observador (edición 126, diciembre de 2021) 

 


Oscurantismo ideológico y perverso
Jake Gyllenhaal es el protagoniza en Enemy, la figura de un profesor universitario de sociología, cuya argumentación general se basa en la obra de José Saramago, El Hombre Duplicado.

Mas allá del amplio comentario que merece la adaptación cinematográfica que se estrenó en 2013, nosotros nos quedaremos con el discurso académico del protagonista del film, frente a sus estudiantes, el mismo que sostiene la existencia de un doble rostro en las dictaduras contemporáneas. El primero marcado por la barbarie y el total desconocimiento de los derechos humanos, mientras que el segundo se manifiesta disfrazado de una serie de estrategias destinadas al sometimiento de la población, sobre todo en el plano ideológico y cultural.

Para el efecto, los gobiernos dictatoriales, incluyendo aquellos que se auto proclaman como adalides de la democracia, optan por la reducción de los presupuestos destinados a la educación en todos los niveles, a tiempo que implementan medidas cuyos objetivos buscan controlar diversos campos, esto es: el pensamiento, especialmente universitario y de los jóvenes; la anulación o rechazo a las políticas destinadas a la promoción y salvaguarda de la cultura; el control de la prensa en general, pero sobre todo de aquellos medios de tinte alternativo, lo que significa igualmente el pensamiento y activismo contestatarios al orden impuesto desde las cúpulas gobernantes. Es decir, una serie de reflexiones que evocan entre los ecuatorianos, años recientes, con imágenes que nos remontan de forma espontánea a la época del correato.

 Y si bien el film es una adaptación del texto de Saramago, el director de la película, Denis Villeneuve, traduce en este pasaje lo que en efecto se está dando en casi la mayor parte de países a nivel mundial, en donde el neoliberalismo, con distintos rostros, se impone y sanciona la conducta de los pueblos e individuos que se resisten a esta lógica perversa. En otras palabras, políticas destinadas a la enajenación de las voluntades que nos animan como pueblos y seres con historias y formas de vida cultural propias, convirtiéndonos en simples objetos de producción y consumismo, mas no en sujetos forjadores de nuestro propio destino.

La sugestiva escena del film olvida, sin embargo, precisar algunos elementos que acompañan a esta elocuente descripción de los tiempos de pragmatismo y supuesto progreso en el que vivimos. En efecto, la educación pública que se dice es el pilar del desarrollo y también de la soberanía de los pueblos, a mas de estar condicionada a la mendicidad económica frente al estado, ha visto de forma simultánea, cómo paralelamente se abren por decenas centros de educación universitaria, secundaria y primaria de carácter privado, con el surgimiento de varios fenómenos simultáneos, entre los que destacan:
1- La migración desde los centros de educación pública de aquellos estudiantes que por cuenta propia o mediante prestamos y múltiples sacrificios, pagan los elevados costos de la enseñanza privada.

2- la elitización de la educación con planteles de primera, segunda y hasta cuarta o quinta categoría.

3- la absorción de fondos públicos por parte de los centros de enseñanza privada, en desmedro de la educación pública y el consiguiente enriquecimiento económico de los propietarios de esos establecimientos que son por sobre todo empresas con prioridades de carácter ideológico y económico específicos.

4- La despolitización, o simplemente, la desmovilización social por parte de los estudiantes que en los planteles particulares se ven coartados ante cualquier tipo de expresión de protesta.

A lo cual debemos añadir otro elemento. Puesto que vivimos una época de desarrollo eminentemente tecnológico y que apunta hacia el crecimiento de las economías neoliberales, la universidad en todas su magnitud y latitudes de acción, se ha visto obligada al desarrollo de las carreras técnicas, lo cual no está para nada mal, siempre y cuando no vaya en prejuicio de las ciencias sociales, en donde la historia y la cultura de los pueblos, cimienta su futuro.

Tampoco se dice nada, y es natural entender esta omisión, en referencia a la enajenación que sufren los niños y jóvenes a través de las nuevas formas de expresión seudo culturales venidas principalmente desde las capitales del poder capitalista mundial. Conductas que en nada confluyen con la idiosincrasia de nuestras sociedades, reclamando valores extraños y sobre todo el individualismo y el consumismo. Inclúyase en este punto la injerencia de las nuevas tecnologías, especialmente el internet y los celulares, que por cierto han provocado un fenómeno de consecuencias positivas, pero sobre todo negativas a la hora de tomar en cuenta los riesgos, la enajenación y la dependencia que han generado, particularmente entre los jóvenes y cada vez más entre los niños y adultos, a nivel mundial.

Finalmente, un tema que se vuelve cada vez más sensible, cuando nos toca hablar de las instituciones culturales que controla el estado, con objetivos concretos, al menos desde el discurso que les precedió en su creación inicial. Se trata de la cada vez mayor intromisión en los mandos superiores de estos organismos, de un personal mediocre y nada calificado, que ocupa estos cargos, casi siempre por simple componenda política. Además de que, desde el estado, es bueno contar con personas ignorantes en el manejo y la dirección de los propósitos reales que deben cumplirse. Así, convertidas en simples ejecutoras de los intereses que en materia cultural tienen los estados, estas instituciones se han transformado en vulgares fantoches que además dilapidan las exiguas asignaciones presupuestarias que les entregan los gobiernos de turno.

Una realidad que empata con la falta de interés de las universidades en la formación de técnicos en las diferentes áreas de la cultura, las ciencias históricas y antropológicas, la administración cultural, y otras más. Pretexto por demás simple para llenar estos cargos con cualquier amigo o lacayo de quienes controlan la institucionalidad pública.

Finalmente, pese a que los Estados Unidos de Norteamérica, país en donde transcurren los hechos que cuenta Enemy, es sin duda uno de los espacios de mayor mega diversidad cultural del planeta, no se aborda tampoco lo referente a la cultura de las llamadas minorías étnicas, que son en realidad los pueblos y grupos sentenciados por siglos al silencio de la dominación y la esclavitud. Lo que significa que el mensaje no topa fondo al ignorar la protección de los mismos, puesto que siempre están expuestos a peligros de diversa índole. Tampoco a la defensa y el desarrollo de los valores culturales de los pueblos aborígenes, de los afro descendientes, de los latinos, los asiáticos etc. etc. que viven bajo el dominio de la peor de las dictaduras existentes: aquella que se esconde en el oscurantismo de una sociedad próspera económicamente, con valores cristianos ortodoxos llevados hasta el fanatismo, aunque nada igualitaria. Además, xenófoga y racista hasta la médula de su historia; individualista y consumista; militarista y en permanente conflicto con el resto del mundo; con la piel que transpira entre sus habitantes el temor exacerbado por la violencia propia y el control policiaco. Por lo mismo, el país que se halla en primera línea a la que apunta el discurso en esta parte del film.

¿Qué nos queda entonces como colofón de este corto análisis?
Que son tres los pilares sobre los que debe descansar una democracia contemporánea en su punto de arranque. Veamos. En la práctica y no solo en la teoría, debe sobresalir la vigencia de una cultura viva y soberana de los pueblos. La educación integral e integradora de valores éticos y de respeto a la naturaleza, tiene que alcanzar su máxima expresión sobre todo desde la enseñanza pública. Finalmente, la comunicación a través de una prensa libre tiene que ser un derecho estimulado desde la sociedad en su conjunto, puesto que, si de informar se trata, esta no puede estar atada a los intereses y dictámenes de los grupos de poder político y económico que decantan la libertad de expresión, en tanto y en cuanto no afecte sus intereses y al contrario, los defiendan y promuevan.

Por lo mismo, si se llegara a cumplir con estos preceptos básicos, entonces podríamos hablar de un verdadero desarrollo económico y de la noción decantada de progreso, en armonía con la naturaleza y el reparto justo de los beneficios que vienen del trabajo y no necesariamente del capital. Igualmente, de la participación efectiva de la población en la toma de decisiones, pues lo que tenemos en la actualidad como consultas maniatadas, no pasa de una simple jugarreta con la que se engaña a los incautos que por desgracia somos la mayoría de ecuatorianos. Velaríamos por el dominio de la razón y las verdades inequívocas, no de los sofismas que esconden el desbordado egoísmo de unos pocos, en desmedro de millones de personas. Pensaríamos en una sociedad en donde la competitividad y la ganancia económica no sean los paradigmas que rijan nuestras vidas, pues primaría, al menos en una etapa inicial, un orden de solidaridad y los ojos puestos en el futuro que nos espera si los recursos naturales se agotan finalmente y, la naturaleza, nos manda al carajo, como ya está sucediendo, en estos años inciertos de calentamiento global y pandemias programadas.

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