Lenín Moreno suma enigma tras enigma
El Presidente designó a una correísta rabiosa, María Alejandra Vicuña, en la Vicepresidencia. No es la primera señal equívoca –o demasiado clara– de lo que es él y de lo que quiere. Lenín Moreno era un enigma antes de llegar a la Presidencia. Ahora fuera de su discordia clara y frontal con Rafael Correa, persevera con ahínco en nutrir ese perfil inescrutable que parece hacer parte de su naturaleza profunda.
Es imposible seguirlo por los recovecos donde habita. Esa experiencia la hicieron ayer un buen número de periodistas duchos que fueron invitados a Carondelet a un conversatorio (ver video). Moreno es cortés: acepta las preguntas, las alaba. Pero no las responde. Las convierte en material sugerente para contar historias vividas o inventadas en las cuales el interlocutor tiene que colegir la respuesta a su pregunta. Aunque no exista. A menudo Moreno da la impresión de incluir las respuestas en explicaciones cuánticas o en la disección de frases célebres. Tiene colección de las dos. Últimamente, se esconde tras críticas demoledoras al gobierno de Rafael Correa. Y en eso, hay que reconocerlo, ha hecho progresos: ahora sí lo describe sin rodeos, como lo hicieron sus críticos a lo largo de diez años. Moreno agrega lo suyo: una mordacidad punzante, una ironía venenosa salpicada de frases asesinas y cuidosamente trabajadas.
Todo esto lo usa par evadir las preguntas. Lo hace con la facilidad que le otorga su cargo. Parapetado tras el perfil bonachón que vende. O haciendo uso de los formatos de esos conversatorios pensados para que los periodistas no puedan perseguirle y presionarlo a que concrete las respuestas. Sin embargo, estos ejercicios con los medios han dejado traslucir ciertas líneas que, tras su hojarasca retórica, muestran su estrategia de comunicación destinada a revelar –o a esconder– la estrategia política de la transición del correísmo a lo suyo. No es forzado decir que Moreno está usando su perfil inasible y enigmático, como él y Alianza País usaron el temperamento guerrero de Correa para derribar –eso dijeron en 2007– las fortalezas de la oligarquía. Ahora Moreno repite que ese temperamento fuerte de Correa fue necesario, en la primera etapa del correísmo, para implantar la Revolución Ciudadana. Y que fue después, cuando el deseo por el poder se volvió insaciable, cuando Correa se hizo tenebroso, siniestro, malvado… Por supuesto, su primera premisa es hoy tan falsa como lo fue en 2007, cuando el buró de Alianza País dio rienda suelta al temperamento fuerte de Correa para insultar, denostar, perseguir y convertirse en ese ser siniestro que hoy Moreno y sus amigos critican.
Elegido Presidente, Moreno repite el ejercicio. Hoy el protagonista es él y Correa es para él lo que la supuesta partidocracia fue para Correa y el buró político en 2007. Por eso la tarea que se ha impuesto es acabar con el correísmo. Por urgencia política y necesidad electoral. Y esa tarea es muy popular; tanto como lo fue en 2007 la demolición de la partidocracia por parte de Correa. Y para lograrlo calza perfecto la personalidad indescifrable que Moreno esconde tras sus historias de abuelo, las ecuaciones cuánticas y esa cortesía forzada de aceptar preguntas, agradecerlas incluso, pero no responderlas.
Lo que no está claro –como para muchos no lo fue lo que seguiría tras la famosa demolición de la partidocracia– es qué viene después. O qué se está jugando tras la aniquilación, necesaria por cierto, del autoritarismo correísta. Dicho de otra manera: Moreno es terriblemente claro cuando explica que hay que virar la página del correísmo con Correa. O cuando dice que seguirá recibiendo a los periodistas en Carondelet para recibir sus sugerencias (porque hay periodistas que se las hacen), oír sus preguntas y no responderlas. Pero nadie sabe qué pondrá en su lugar, qué pasará con la economía, qué quiere decir cuando habla de ser fiel al espíritu de la Constitución de Montecristi, qué hará con el aparato correísta, por qué recompensa ex funcionarios de Correa que son impresentables, por qué mantiene a otros en sus cargos cuando han sido un desastre, como Richard Espinosa en el IESS, o han atentado contra derechos ciudadanos como Rommy Vallejo en la Senaim.
Todo o casi todo es un mundo de sombras para los ciudadanos que lo respaldan porque quieren enterrar a Correa que fue un autoritario y un siniestro personaje. Moreno es una ambigüedad deslumbrante. Oíngalo explicar, por ejemplo, por qué conserva a funcionarios descalificados (y son un montón) y dirá que él cree en las personas. Que hay que darles, según algún principio cuántico, una segunda oportunidad. Él no habla del perfil de funcionario que requiere una institución; acomoda un mal perfil (que según dice puede ser redimido) a la institución. Si le dicen que esa institución es nefasta, tipo la Supercom que maneja el siniestro Carlos Ochoa, dirá, enredando las pistas, que la persona no es la adecuada. Y cuando se le dice que una institución creada en Montecristi, es un bodrio –como el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social– dirá que la Constitución es buena, pero fue mal aplicada…
¿Enigma? Sí y enorme. Da la impresión (en ese mundo de sombras) que para Moreno las instituciones, los funcionarios que las sirven (correístas o no) y las leyes son buenas, si calzan en su esquema… que, por ahora, los ciudadanos no conocen. ¿Y cuál será ese esquema donde caben Richard Espinosa –cuya labor desconoce facilitándole así que le mienta vilmente– Rommy Vallejo –que ya debía haber sido reemplazado– y María Alejandra Vicuña –que nunca debió llegar a la Vicepresidencia– porque fue una correísta rabiosa y violadora de derechos?
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