viernes, 13 de enero de 2017

POR: Galo Muñoz Arce

Publicado en la Revista El Observador (Diciembre de 2016)


La construcción de la ciudadanía
La ciudadanía es universal. No tiene que ver con fronteras, cédulas ni pasaportes. El concepto de ciudadanía se refiere a la Declaración Universal de Derechos Humanos. Artículo Primero: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos.

Ciudadanos somos todas y todos, sin discriminación por raza, género ni edad, sin exclusión de ningún tipo por credos religiosos, opiniones políticas ni opciones sexuales. No vale más el hombre que la mujer. No vale más el blanco que el indio, ni la blanca que la negra. No vale más el gringo que el latino ni el católico que el musulmán. 

Ser ciudadano o ciudadana es ser sujeto de derechos, de los que se suscribieron en la Carta Universal, y de la integralidad de los nuevos derechos colectivos, económicos, políticos, culturales y ecológicos. Ser ciudadano o ciudadana es ser sujeto de deberes, porque mi derecho termina exactamente donde comienza el ajeno.    

Derechos y deberes. Ejercicio de poder. Ciudadanía es pasar de simples pobladores de un país a personas que participan  activamente en la vida política de la comunidad. Que eligen a sus gobernantes y también los fiscalizan, que denuncian la corrupción, que se movilizan, que no se conforman con la democracia representativa y ejercen la participativa.

La Educación Ciudadana Intercultural ha sido un tema ausente y pendiente en las agendas de los ecuatorianos. No podemos negar la división entre ciudadanos con mayores derechos, privilegios y oportunidades ante otros que han estado excluidos, marginados y olvidados.

Cuando tenemos pueblos y nacionalidades con culturas diferentes, que priorizan su territorio, su lengua, su religión, su familia, su entorno, que luchan por su autodeterminación y que ven con respeto y veneración a sus ancestros; cuando los pueblos abordan la vida desde ese contexto que no concuerda con la visión de esa mayoría que ocupa los círculos de poder, entonces hay exclusión, discriminación, racismo, xenofobia.

Hacía una ciudadanía intercultural
¿Sabias que  la constitución política reconoce a Ecuador, en el artículo I  como un país plurinacional e intercultural?  “Que el Estado tiene la obligación de promover acciones que aseguren que ningún ecuatoriano sea objeto de discriminación por razón de su lengua, cultura u origen”. En este sentido,  tiene el reto de construir ciudadanía desde la diversidad étnica y pluricultural, en el  marco del respeto.

La labor de construcción ciudadana por su carácter multiétnico y multicultural es primordial para la consolidación de un régimen de libertad personal y justicia social, fundado en el respeto y el ejercicio pleno de los derechos individuales,  colectivos, libertades y garantías reconocidas en la carta magna y el estatuto de autonomía.

La ciudadanía esta vinculada directamente al carácter de la democracia. Frecuentemente se piensa que la ciudadanía se manifiesta exclusivamente a través del ejercicio de los derechos individuales, de la ciudadanía legal pero se descuidan los derechos colectivos.

Los modelos de democracia, como el que nos ha tocado vivir con la “Revolución Ciudadana,  no debe de ser entendido únicamente como status legal, definida por un conjunto de derechos y responsabilidades. Ciudadanía  es identidad, pertenencia a una comunidad, pueblo o nacionalidad.

En este contexto, el  estado ecuatoriano, suscriptor de convenios y tratados internacionales, como el 169 de la Organización Internacional del Trabajo, tiene que  garantizar la protección de “los valores y prácticas sociales, culturales, religiosos y espirituales propios” de los pueblos indígenas, y define “la importancia especial que para las culturas de nuestro territorio y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras o territorios”.

También que los servicios de salud para indígenas deberán organizarse en forma comunitaria, incluyendo los métodos de prevención, prácticas curativas y medicamentos tradicionales. Los programas de educación “deberán abarcar su historia, sus conocimientos y técnicas, sus sistemas de valores” y además, “deberán adoptarse disposiciones para preservar las lenguas indígenas”, sin imponer modelos educativos europeos como las escuelas del milenio.

La ciudadanía como punto de partida de la Autonomía
Algunos “politólogos”, del oficialismo, consideran la ciudadanía como el resultado de una triple conjunción de ciudadanía civil, social y política. Para otros, la ciudadanía es el resultado de la naturaleza eminente activa del ser humano como actor.

Por tanto, la ciudadanía política es el conjunto de derechos que permiten a los individuos participar en la conducción de su sociedad a través de sus representantes de estado, y se expresa sobre todo en los derechos electorales.

La analogía de la “religión” cívica para referirse a esa dimensión de la democracia que funciona como aglutinante para “estabilizar procesos de acción colectiva, que de otro modo serian destructivos, puede reforzar la identidad nacional y proveer a los individuos un medio para descubrir valores así como para procesar y sintetizar referencias personales”.

Esta dimensión aglutinadora y estabilizadora de la “religión cívica” se podría también definir como Ciudadanía cultural, es decir como el derecho a poseer y defender una memoria colectiva, adscripción e identidad específica y lengua propia, a su respeto, reconocimiento público y a participar desde ellas en la sociedad política a la que se pertenece. Esto tiene especial relevancia por el carácter multi e intercultural de los pueblos y nacionalidades que habitan en el territorio nacional.

El ejercicio de una Ciudadanía Intercultural consiste en:

Participación real y activa de las personas en la construcción de la sociedad y en su transformación. Se realiza a partir de la asunción de los deberes y derechos formales para incorporarlos a la vida cotidiana en todos los terrenos, políticos, económicos y culturales, en armonía con la madre naturaleza.

“Una ciudadanía Intercultural es aquel ciudadano abierto al dialogo, que siempre comparte sus ideas, se siente comprometido desde la posición en donde se encuentre a buscar y mantener al tanto los cambios que ocurren en la sociedad”.

En este sentido, el proceso de participación ciudadana  tiene como finalidad hacer que las personas se conviertan en sujetos históricos que construyan su propio futuro. A través de ella se reivindica su  participación en la definición de sus prioridades en la búsqueda de opciones y en la toma de decisiones, en la dimensión política, de la que es condición y resultado.

Se debe contemplar cuales son las relaciones de poder que se establecen entre el estado y la sociedad civil, entre las instituciones y la población entre prestadores y usuarios de servicios, ya que promover la participación ciudadana  implica, entre otras cosas, estimular el desarrollo de la capacidad de decidir de los conjuntos sociales, particularmente, de aquellos históricamente dejados en segundo plano.

No ha habido construcción sino destrucción de ciudadanía.
El ejercicio del poder coactivo y arbitrario durante una década del  gobierno de la “Revolución Ciudadana”,  ha dado lugar a formas de concentración del poder, represión y disciplinamiento de la sociedad  pocas veces registradas en nuestra historia.

El autoritarismo y la verticalidad en la toma de las decisiones  han sido causa y consecuencia  de la construcción de un andamiaje institucional del Estado controlado directa y absolutamente por la función ejecutiva. Es la consecuencia del hiperpresidencialismo. No solo se ha sacrificado la independencia de las funciones estatales, sino que se ha estructurado un aparato de control  policial sobre todas las esferas de la vida pública.

No hay democracia ciudadana donde   reina la concentración del poder, donde se pretende instaurar un movimiento político hegemónico, donde se restringe la libertad de expresión, donde se criminaliza la protesta social, donde se institucionaliza la represión a  los opositores, donde se congelan las  inequidades y desigualdades sociales y económicas.

Todo el sistema judicial ecuatoriano  se ha convertido en un apéndice del ejecutivo, (con raras  excepciones como la justicia cuencana), que lo utiliza como mecanismo para zanjar las disputas coyunturales y la inmunidad de  altos funcionarios involucrados en delitos de corrupción que salpica y revienta a diario, como es el caso del flamante candidato a la vicepresidencia de la república, por el oficialismo.

La participación ciudadana que fue una de las principales reivindicaciones de los movimientos sociales durante décadas de lucha, hoy está atrapada en la maraña burocrática y servil del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. La participación condicionada por el poder de turno, aniquila la democracia. El Consejo de Participación ciudadana, debe ser eliminado para dar paso a mecanismos transparentes y legítimos de participación.

Es inconcebible que luego de dos siglos de constitución como república  el Ecuador no cuente  con un organismo electoral confiable y técnicamente eficiente. Algo tan esencial para la democracia como el pronunciamiento en las urnas,  no puede estar sometido al vaivén de los intereses políticos.

Construcción del Sumak Kawsay
El objetivo del Sumak Kawsay o Buen Vivir, como dice la constitución,  no es un parche para un sistema económico, político inmoral. Es un proyecto integral holístico, de cambio  civilizatorio  y de lógica de funcionamiento de la sociedad.

El Sumak Kawsay,  es un nuevo sistema de vida  con base en las prácticas cotidianas y tradicionales de los pueblos y nacionalidades. Es un modelo de organización económica, política y de bienestar, que se basa en los principios de reciprocidad, complementariedad, solidaridad y armonía del ser humano con la Pacha Mama, para la reproducción de la vida.
El Sumak Kawsay se relaciona con el Estado Plurinacional, acogiendo los principios constitucionales de respeto a la naturaleza, las tierras y los territorios y procura una economía de inversión, en lo social, agro producción, comercio justo, incentivo y financiamiento a los micro productores y a la producción nacional.

El Sumak Kawsay, será obra de los movimientos sociales, de los pueblos y nacionalidades, de los trabajadores, artesanos y campesinos, de los pobladores urbanos, de los afroecuatorianos, montubios y mestizos, de hombres y mujeres ecologistas, humanistas, estudiantes, maestros, profesores universitarios, de la intelectualidad patriótica, de la juventud, de los empresarios patriotas  comprometidos con a nación, de las organizaciones y partidos democráticos y de izquierda, como protagonistas en la construcción de un Gobierno auténticamente democrático y de un nuevo Ecuador libre y soberano.

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