lunes, 29 de diciembre de 2025

 NO HAY DEUDA QUE NO SE PAGUE, NI PLAZO QUE NO SE CUMPLA.

Ni el "Loco" Valdez se atrevió a tanto. Una vez más, pretendió simular locura, estar desquiciado, para ver si de esa manera lograba convencer al juez para que le conceda una feliz estadía en un hospital o en su casa. Sus asesores le aconsejaron que se alborote los cabellos, mientras más alboratados mejor, y así lo hizo, el atrapado sin salida, se hizo la víctima, que le torturan, que no tiene atención médica oportuna, que el ruido, que la soledad (pero no la Padilla), que las enfermedades le suben por los pies, que los hongos, que la conciencia no le deja dormir, que los damnificados del terremoto de Manabí le acosan a toda hora; que escucha las voces del coimador Conceicao Santos y de su tío Ricardo Rivera, contando los millones que pagó Odebrecht en sobornos para conseguir contratos millonarios.
Que sueña con los millones que empuñó con manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes, y que no los puede disfrutar por culpa de esa perversa justicia que le cayó con todo, que le negó el privilegio de salir de la cárcel, como antes salío, un par de veces, con la complicidad de jueces corruptos que fueron procesados, destitudídos y sancionados.
Decía el pelos alborotado, cuando disfrutaban de las delicias del poder corrupto y corruptor: hay que hacer bien las cosas, no hay que dejar huella, nada por escrito, porque después de diez años nos van a meter presos. Y, vaya que la premonición se cumplió a cabalidad.
El Observador.
"Es curioso como el que falla siempre encuentra una forma de hacerse la víctima".
Resume una observación común sobre la psicología humana: en lugar de asumir la responsabilidad, las personas que cometen errores a menudo manipulan la situación, crean excusas, buscan culpables externos y se presentan como inocentes, desviando la atención de su fallo. Esta actitud, frecuente en dinámicas tóxicas o con rasgos narcisistas, es una estrategia para evitar la confrontación, el reconocimiento del error y la culpa, incluso si eso implica erosionar la confianza y la paz de los demás, mostrando una falta de madurez para reconocer y aprender de los propios fallos.


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