POR: Oswaldo Páez B.
Publicado en la Revista El Observador (julio de 2008, edición 54)
Cuando se trata del patrimonio cultural urbano y arquitectónico de Cuenca, no es raro escuchar diversas expresiones de desacuerdo con la manera como se lo viene manejando por parte de las instituciones encargadas de cuidarlo, pero también, con las acciones inescrupulosas de personas sin sensibilidad ni conocimientos acerca de la importancia de estos bienes.
Es verdad que la ciudad histórica y patrimonial la constituimos sus habitantes, pero no es menos cierto que sus elementos físicos, urbanos y arquitectónicos principalmente, tienen especial valor en función de la memoria social e individual que se recrea en el uso diario y en el simbolismo que históricamente se les ha asignado. A dichos elementos, están ligadas las vidas e historias personales de todos, así como la de aquellos que contribuyeron a dar espesor existencial a esta experiencia multisecular llamada Cuenca.
La defensa de la memoria colectiva de nuestra polis, de nuestra civitas, recogida en esos elementos e imágenes tangibles, rincones, perspectivas, plazas, líneas de cielo, calles, trazas urbanas, son hitos que evocan vivencias y recuerdos y nos reconcilian con el medio, dándonos la seguridad y la hospitalidad que requerimos para poder ser, resistir y realizarnos. Estas sensaciones positivas muestran toda su fuerza cuando las perdemos, cuando, en una ciudad desconocida nos sentimos extrañados, extraños, extranjeros. En algunos casos, hasta ilegales, o vigilados por la mirada fría de las migras.
Somos lo que nuestra memoria nos permite. Cuando el alsheimer ataca y sume en el vacío del olvido a su víctima, esta se convierte en un ente que flota en el limbo. Lo mismo pasa cuando los agentes destructores de los entornos urbanos patrimoniales los atacan: dispersan a las colectividades de memoria y logran hacer de las gentes, zombis que incrementan el puré que flota en los corredores del centro comercial infinito, hasta cuando, caen alcanzados por el acto de comprar alguna tontería.
El mercado global o ideología neoliberal, requieren desmemoriarnos. La amnesia o el desamor son su condición. Tan atroz es la necesidad de vender y tan débil su capacidad de satisfacer las ansiedades que despiertan, que mientras más pronto el consumidor se olvide que ayer compró el calzón que lleva puesto, tanto mejor: está listo para comprar otro igual. De igual forma, las noticias que conviene difundirlas, se consumen en el instante que aparecen y, acto seguido son sustituidas por otras. La vida toda, bajo el imperio neoliberal, es sustituida por su espectáculo y mentiras, en un remolino sin fin. En esta vorágine entontecedora los símbolos urbanos patrimoniales son asimismo devorados por dicha ideología, desapareciendo en el inacabable y delirante plan de obras municipales o campañas electorales.
La actual política municipal de Cuenca baila al son de estas paradojas y se caracteriza por una frenética actividad contratista, destinada a “mover la economía”…, sin importar el medio ambiente ni la pertinencia cultural o funcional de las obras que contrata. Es el caso de la nueva autopista perimetral, o del Centro Histórico, donde muchos de sus espacios públicos, sufren las consecuencias de tan dudoso entusiasmo. El deseo de romper los elementos particulares y formas tradicionales del Centro, para armar un ambiente uniformizado y postizo similar al de cualquier ciudad globalizada, es una parte de la movida, mientras la otra, corre a cargo de las oficinas de propaganda e imagen, que quieren convencernos de que dichas obras han sido el resultado de “negociaciones” y “socializaciones” con usuarios y vecinos, como, si el patrimonio fuera un plato de lentejas. Las intervenciones en en Centro Histórico de Cuenca quieren ser encubiertas también con “acuerdos, autorizaciones y estudios” obtenidos no se sabe cómo en las dependencias encargadas de cuidar el patrimonio a nivel nacional, como, si esos “permisos” fueran una patente de corso para hacer lo que se ha hecho.
SÓLO CENIZAS HALLARÁS, reflexiona desde este duro trance que está viviendo Cuenca y su región. El objetivo del libro no es otro sino el de aportar elementos de juicio que ayuden a la ciudadanía a desvirtuar la propaganda que quiere mostrar las acciones depredadoras como beneficios. Se destaca, en esta línea de razonamiento, la necesidad de revisar las Cartas Internacionales de la UNESCO y el ICOMOS, la Ley de Patrimonio Cultural y su Reglamento, documentos básicos que debían orientar el manejo de nuestra ciudad histórica y patrimonial.
Otro de los ensayos de esta publicación, alerta sobre el fenómeno del ocaso de la arquitectura regional: la destrucción del patrimonio suburbano y rural del Azuay, cuya arquitectura vernácula está asimismo siendo despedazada por la incuria de las administraciones y la ignorancia de ciertos los propietarios, quienes, por unos dólares más, han optado por lo malo, lo tonto y lo feo.
El volumen contiene también un análisis crítico del turismo consumista y su impacto negativo en el patrimonio cultural tangible e intangible. Y desde luego, la pregunta a las universidades y colegios profesionales sobre su papel en todos estos despropósitos.
Otro de los ensayos de esta publicación, alerta sobre el fenómeno del ocaso de la arquitectura regional: la destrucción del patrimonio suburbano y rural del Azuay, cuya arquitectura vernácula está asimismo siendo despedazada por la incuria de las administraciones y la ignorancia de ciertos los propietarios, quienes, por unos dólares más, han optado por lo malo, lo tonto y lo feo.
El volumen contiene también un análisis crítico del turismo consumista y su impacto negativo en el patrimonio cultural tangible e intangible. Y desde luego, la pregunta a las universidades y colegios profesionales sobre su papel en todos estos despropósitos.
Termina el libro con un reclamo detallado que puntualiza los errores municipales que deberán ser corregidos para tratar de restaurar la ciudad herida, por ejemplo, que la Plaza de las Flores y la Plaza de San Francisco, vuelvan a ser PLAZAS.
SÓLO CENIZAS HALLARÁS es un conjunto de textos que disienten de la verdad institucional, por eso, temo que sus hojas amarillas seguirán y seguirán sobrevolando, sobre los escombros y las cenizas que nos dejará la demagogia y la corrupción.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, NI SE COMPRA, NI SE VENDE, NI SE TRANSA
www.radioelobservador.com
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