miércoles, 4 de octubre de 2017

Una consulta demasiado tibia
Por ahora, el mejor capital con que cuenta Moreno es la torpeza de Correa. El exmandatario ha demostrado que no tiene la inteligencia que algunos le atribuían, o que otros suponían. Al menos, inteligencia para la política. Cada intervención suya es una palada más de tierra en su propia fosa.
03 de octubre del 2017
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
las interven-ciones públicas de los correístas obcecados oscilan entre la deses-peración, la desubi-cación y la estul-ticia".
Nada nuevo bajo el sol. Así puede resumirse la consulta popular convocada por el gobierno. Lenín Moreno no ha podido escapar a la vieja política ecuatoriana, coyuntural y utilitaria. Por eso las preguntas son una conjunción de golpe político, estrategia electoral y ambigüedad. ¿Su objetivo? Pues neutralizar al correísmo conspirador y legitimarse políticamente.
En términos prácticos y concretos, la consulta se reduce a la derogatoria de la reelección indefinida. Es el golpe de gracia contra Correa y sus seguidores. Los correístas más obtusos han quedado reducidos a un club de animalistas árabes, dedicados exclusivamente a proteger sus camellos. El resto quedó en retórica barata, argumentos vacíos, dislates… y la ramplonería del expresidente.
La reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana aparece como una conclusión lógica de la pregunta anterior. Debilitado el núcleo correísta, sus tentáculos se amortiguan. Es más fácil cortarlos. No obstante, queda pendiente el riesgo de que ese organismo pueda ser manipulado a futuro por el poder de turno. En ninguna parte se crean los anticuerpos para los vicios y tentaciones de nuestra política. Se apela a la supuesta mutación positiva de un tumor canceroso que debe ser extirpado. No queda otra opción.
Las demás preguntas han sido redactadas con encuesta en mano. Buscan contentar al electorado más numeroso y diverso: ambientalistas tibios, justicieros indignados con las violaciones, patrimonialistas molestos con los impuestos, detractores implacables de los políticos corruptos. No era necesaria una consulta para cambiar ciertas leyes. Pero el gobierno necesita asegurarse la votación en la consulta.
Por ahora, el mejor capital con que cuenta Moreno es la torpeza de Correa. El exmandatario ha demostrado que no tiene la inteligencia que algunos le atribuían, o que otros suponían. Al menos, inteligencia para la política. Cada intervención suya es una palada más de tierra en su propia fosa. Sin poder y sin dinero del Estado, no puede contratar asesores para armar un discurso coherente. Sus declaraciones son de una pobreza doctrinaria y teórica monumental. Y esa incapacidad arrastra a sus más incondicionales seguidores.
Por eso, justamente, las intervenciones públicas de los correístas obcecados oscilan entre la desesperación, la desubicación y la estulticia. Parecieran no darse cuenta de la situación. Tienen a un alto dirigente de Alianza PAIS embarrado de corrupción hasta al cogote, y siguen hablando de honestidad. Se oponen a una consulta popular, y siguen hablando de democracia. Tienen un partido y un bloque legislativo cuarteados, y siguen hablando de unidad. Construyeron un proyecto a partir de la traición ideológica, y siguen hablando de principios. Tienen a su máximo jefe en pindingas, y siguen amenazando con su retorno.
En tales condiciones, la consulta solamente resuelve una parte importante, aunque no decisiva, del problema. Porque lo que requiere esta sociedad es un rediseño democrático que vaya más allá del desmontaje del correísmo. El correato aniquiló la ética y la institucionalidad pública. No la institucionalidad formal, sino aquella que se construye desde la costumbre, desde la cultura, desde los valores compartidos por una colectividad. La política, por lo tanto, tiene que volver al seno de la sociedad.

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