Los casos de cinco mujeres a las que debemos escuchar
Estas son las historias de cinco mujeres cuyas luchas por la equidad de género abrieron el camino para la igualdad y el respeto mutuo. Algunas fueron víctimas de la incomprensión, el acoso y varios tipos de amenazas tanto por parte del machismo cuanto del feminismo más radical.
03 de octubre del 2017
ANDRÉS ORTIZ LEMOS
1. La pionera. Durante los sesentas, Erin Pizzey fue una activa militante feminista. Sin embargo, su interés por los derechos de las mujeres iba más allá de los enunciados discursivos, y las consignas recitadas en los círculos activistas. Estaba cansada de ver varias mujeres de su comunidad con ojos amoratados, narices rotas, y otros signos de violencia doméstica. Hablar no bastaba. Varias mujeres maltratadas carecían de un lugar al que acudir luego de un episodio de agresión. La situación era indignante. Erin conoció la violencia de cerca. Durante su temprana infancia ella y su familia fueron prisioneros de los japoneses en la China ocupada por el Imperio nipón. Su conciencia le exigía actuar. No podía a permitir que las mujeres violentadas impunemente en la pretendida democracia británica, no tengan lugares seguros a los que acudir, al huir de sus casas. Puso manos a la obra. Compró un viejo hotel, en 1970, y lo convirtió en el primer refugio para mujeres víctimas de violencia doméstica de la historia.
El trabajo de Erin Pizzey ganó notoriedad rápidamente. Los políticos la elogiaban, los grupos feministas le dedicaban interminables alabanzas, los machistas la repudiaban y amenazaban, los medios de comunicación exaltaban su labor como uno de los grandes aportes de activistas vinculadas al género. Una vez que su refugio ganó notoriedad y que su proyecto fue replicado en varias partes del mundo, Pizzey planteó una segunda etapa en su lucha contra la violencia doméstica. Durante su experiencia y sus investigaciones había constatado la existencia de un número muy alto de hombres víctimas de lesiones por parte de sus parejas (en el caso británico, la información del Home Office statistical bulletins and the British Crime Survey -2007- muestra que los hombres son receptores del 45,5% del total de violencia doméstica. En lo que respecta a violencia doméstica severa, está llegó al 48.6%). Erin Pizzey propuso recibir también a varones en sus refugios.
La extensión en el proyecto de Erin, no fue recibida de la mejor manera por parte de varias organizaciones militantes. Un par de años atrás ella había recibido amenazas de parte de violentos personajes machistas, ahora las recibía de parte de sus antiguas compañeras de lucha.
La extensión en el proyecto de Erin, no fue recibida de la mejor manera por parte de varias organizaciones militantes. Un par de años atrás ella había recibido amenazas de parte de violentos personajes machistas, ahora las recibía de parte de sus antiguas compañeras de lucha. Con el pasar del tiempo grupos radicales de carácter sexista se apropiaron de su refugio, y en un ejercicio de deslumbrante paradoja, le prohibieron acercarse a la propiedad que ella misma había comprado. Pizzey no se quedó callada, denunció que varias asociaciones sexistas estaban utilizando los discursos reivindicativos, no para ayudar a las mujeres si no para beneficiarse de los financiamientos que recibían de políticos, ONGs y organismos internacionales. Hasta hoy, en el 2017, Erin Pizzey sigue dando conferencias en contra de la violencia doméstica y a favor de proteger a las víctimas sean hombres o mujeres. Aunque el lector lo encuentre difícil de creer esta importante activista recibe constantes amenazas de muerte, ataques y agresiones durante sus charlas venidas de grupos que buscan criminalizar la masculinidad como un fenómeno esencialmente negativo. Pizzey sigue defendiendo sus principios. Una dama admirable.
2. La cineasta. Es una joven documentalista norteamericana vinculada, durante mucho tiempo, al feminismo radical. Cassie Jaye realizó varios documentales en contra de la cosificación de las mujeres en mundo audiovisual, y relativas a temáticas alineadas con temas de género. Luego de ganar experticia en el arte documental, y queriendo profundizar su militancia en temas de género, Cassie decidió trabajar en la que sería obra más importante de su vida: Un documental que denuncie la ¨cultura de violación¨, aquella condición intrínseca al sistema patriarcal donde las agresiones sexuales hacia las mujeres serían parte de un mecanismo de control desde la masculinidad. Cassie se puso a investigar. Investigar en serio. Lo hizo durante un par de años. Se adentró en las organizaciones de hombres heterosexuales, principalmente aquellas ligadas a los derechos de padres e hijos. Durante el tiempo de filmación se sintió fuertemente impactada con el contraste de indicadores, historias, datos, y testimonios que encontró en el camino. En efecto, si bien en Los Estados Unidos 1 de cada 3 mujeres han sufrido alguna forma de violencia de género, la proporción de los hombres en la misma circunstancia es de 1 de cada 4, una cifra bastante estrecha. Otros datos, como la notoria desproporción en trabajos peligrosos, las bajas en guerras, o la alarmante realidad que el 75% de los suicidios en su país serían masculinos, (muchos de ellos reportados en contextos de obstrucción de vínculos parentales) hicieron que Cassie vea interpeladas sus creencias. Finalmente, la cineasta se confronta a los desgarradores testimonios relativos a la alienación y los secuestros parentales, que afectan de manera mayoritaria a hombres heterosexuales. Ella llega a conocer casos (bastante más comunes de los que se pueda pensar) de padres a los que las mamás de sus hijos han dado en adopción a sus hijos desconocidos sin consentimiento de ellos y bajo la complicidad de las instituciones legales de su país. El peso de las circunstancias y la honestidad de su investigación hicieron que la cineasta cambie el enfoque de su documental y lo convierta en una feroz crítica un tipo particular de ¨feminismo radical¨ del que se termina alejando, para proponer una aproximación no sexista a los enfoques de género. La película de Cassie Jaye fue estrenada este año bajo el nombre de ¨la píldora roja¨ (the red pill) y ha recibido intensos ataques de parte de sectores radicales, que incluso han tratado de censurarla.
3. La filósofa. Hannah Arendt es una de las pensadoras más importantes del siglo XX en temas relativos a la ideología, los autoritarismos, y el totalitarismo (tal vez por encima de nombres como Theodor Adorno, o Louis Althusser). No conozco un aporte teórico más lúcido en esos temas, y no ha llegado a mis manos una sistematización mejor lograda de los modos de pensamiento, estrategias, y consignas, que albergan, desde los estadios organizativos embrionarios, las semillas de los grandes monstruos políticos que tiñeron de sangre el siglo pasado. Soy un admirador declarado de Hannah, y sus obras son algunos de los libros más trascendentes que he leído en mi vida. En más de una ocasión se invitó a la pensadora a formar parte de alguna militancia relativa a temas de género. Siempre se negó, dejando clara su posición: la condición humana permitía que tanto los actos emancipatorios, como o los represivos puedan ser ejercidos por cualquiera de los sexos. Arendt desconfiaba de las militancias que pretendían explicar la historia desde los esencialismos. Ella superó la limitada visón Althusseriana sobre ideología que encasillaba este fenómeno al accionar de grupos poderosos supuestamente capaces de interpelar a los individuos en sujetos manipulados desde aparatos definidos apiori, para ella, la ideología, era un modo simplificado de explicar la historia ejercido por movimientos que reducían los fenómenos sociales a explicaciones totalizantes. Hannah los llamó ¨pan-movimientos¨, de este modo del ¨pan – germanismo ¨ habría derivado el nazismo, y el ¨pan-eslavismo¨ habría sido usado por el proyecto comunista estalinista como base para justificar un estado total.
Si bien la erudita judía solo reconocía a la Alemania Nazi, y al comunismo soviético como ejemplos finalizados de totalitarismo, también advertía sobre la conformación de procesos totalizantes, desde discursos emitidos por actores, sin poder aparente, que explicaban el todo de la sociedad a través una marcada división binaria entre los adeptos "buenos" al movimiento y los externos a este, considerados "malos". Precisamente desde esas premisas la pensadora rechazó formar parte de cualquier tipo de activismo simplificador. Como una anécdota, cabe señalar que cuando la universidad de Princeton le ofreció una importante cátedra, y la presentó en los medios como la única mujer en una posición de ese nivel en la institución, ella estuvo a milímetros de rechazar el puesto y dejar con los churos hechos a sus anfitriones. Hannah Arendt dejó claro que no quería ser referida como un caso de ¨"feminini generis". Exigió ser respetada por su producción intelectual, y jamás por una suerte de reivindicación política. Aprendida la lección, nadie más trató de vincularla a un activismo de orden político por causa de su condición de mujer. Vale decir que ella fue, con pocas dudas, la intelectual más fuerte que aquel centro de estudio tuvo en ese momento.
4. La guerrera. Se llama Gianna Jessen, y su super poder consiste en estar viva. Su madre biológica se sometió a un aborto cuando llevaba veintiocho semanas de embarazo. En este estado gestacional los abortos se realizan saturando de solución salina el útero provocando que el feto sea extraído sin vida. Pero algo salió mal (o bien, dependiendo la línea ética con que el precavido lector prefiera mirar la realidad), la niña nació viva. Gianna sufrió daños permanentes por causa de la falta de oxígeno en su inesperado encuentro con el mundo. Fue dada en adopción. Los doctores pensaron que no sería capaz de caminar, pensar con claridad o aún alimentarse por sí misma. Pero ella tenía planes diferentes. Se recuperó de varias secuelas que le fueron impuestas durante su nacimiento, aunque otras le acompañarán para siempre.
Gianna Jessen se dedica en la actualidad a dar conferencias por todo el mundo, no con el afán de juzgar o acusar a nadie, sino buscando poner en el ámbito de la palabra, la discusión y el debate la temática de si los fetos son seres vivientes o no.
Gianna Jessen se dedica en la actualidad a dar conferencias por todo el mundo, no con el afán de juzgar o acusar a nadie, sino buscando poner en el ámbito de la palabra, la discusión y el debate la temática de si los fetos son seres vivientes o no. En este punto me gustaría dar mi opinión: considero que el aborto no debe criminalizarse bajo ningún concepto, espero que mi punto quede claro. Eso no significa que la temática relativa a la interrupción del embarazo no deba ser un tema de debate. Debe serlo. Bástese decir que en sociedades como la China, donde el aborto no solo es una práctica naturalizada, sino que en algún momento fue una especie de imposición estatal, o la India donde existen claras preferencias hacia el nacimiento de hombres por sobre mujeres, la inmensa mayoría de abortos se dan luego que los padres constatan que el feto es de sexo femenino. Millones de embarazos son inducidos en varias sociedades desde la motivación única del sexo del bebé. Las cosas son así, no se trata de mi punto de vista. Bajo estas circunstancias, cada vez que Gianna Jessen da alguna conferencia, u ofrece alguna entrevista, recibe incontables insultos y amenazas desde organizaciones sexistas. Al parecer su sola existencia es una especie de afrenta hacia sus ideologías. El valor de Gianna para enfrentarse a visiones autoritarias que buscna silenciar los debates es, por lo menos, admirable.
5. Las que iluminan en silencio. La mamá de mi hija se llama Ana Jácome, y es psicóloga forense. Hace un par de años fue requerida para evaluar un caso muy complejo. Un hombre había sido acusado de abusar de uno de sus hijos. Ana revisó el proceso y detectó que los peritajes tenían fallas. Me molesté con ella. Mucho. Discutimos, le reclamé que no podía ayudar a un abusador, le dije que existe una cultura de violación, que vivimos en una sociedad machista, patriarcal, heteronormativa, patriarcal, que hay una brecha salarial, un techo de cristal. Le recité todas las moralejas que se nos enseñan, como un catecismo, en las universidades. Varias personas hicieron lo mismo. Se pedía una sentencia de muchos años. No la apoyé. Me sumé a las voces de repudio en torno al ejercicio de su trabajo como experta. Pero hay mujeres que iluminan en silencio. Durante el proceso jurídico se determinó que no se había sometido a la persona, supuestamente, afectada a prácticamente ningún estudio técnico (bajo el argumento de no revictimizarla). El caso se basaba en el trabajo sesgado de personas que habían influenciado a la pretendida víctima. Las evidencias, científicas, mostradas por Ana, fueron tan concluyentes que al final del proceso la esporádica víctima, aliviada, admitió jamás haber sido tocada de forma inapropiada. Había sido inducida.
Aprendí, de un modo dramático que debemos escuchar a las mujeres. Aquellas que son honestas en su trabajo.
Ana hizo su labor con firmeza, a pesar de haber recibido mis encendidas críticas. Me tuve que tragar mis palabras. Aprendí, de un modo dramático que debemos escuchar a las mujeres. Aquellas que son honestas en su trabajo, que no tienen miedo a romper los esquemas, que no se dejan amedrentar por las ideologías totalizantes. Las que han sido artífices de prácticamente todas las cosas buenas que nos rodean, las autoras de los libros que admiramos, las voces en la música que nos acompaña, las manos que diseñan la tecnología que se nos hace cotidiana, las que nos han enseñado a dibujar las letras en las aulas. Incluso las que detienen y confrontan a quienes, procurando su propia agenda, pretenden hablar en su nombre.
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