lunes, 20 de octubre de 2014

No siempre se cumplen cien años de vida


POR: RODRIGO PESÁNTEZ RODAS

Pero un chileno de prestigio internacional acaba de llegar a ese alero tempo-espacial con la gloria sobre sus hombros y la admiración y el reconocimiento de miles de lectores  que ávidos de sinrazones encontraron en su razón desmitificadora, el otro rostro del lenguaje en sus codificaciones poéticas, éticas y sociales. No hay lugar a dudas. Se trata del poeta Nicanor Segundo Parra Sandoval ( San Fabián de Alique, 5 de septiembre, 1914).
Chile no ha sido cuna de grandes narradores, pero sí de poetas universales. La mayor tetrarquía poética de Latinoamérica está en este país de la “estrella solitaria: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Nicanor Parra.
Sus estudios tuvieron ramificaciones a simple vista distantes de las letras: Mecánica, Matemáticas y Física, que después las fue desarrollando en su cátedra universitaria dentro y fuera del país. Estas especialidades dentro del conocimiento humano quizás le dieron esa orientación espiritual, anímica, de mirar la vida desde otros vértices que unidos a su vocación indiscutible de poeta lo llevaron a rescatar el innato lenguaje del verso en la búsqueda de lo sicológico trascendente.
Y no fue el verso sino la prosa la inicial huella de su hoja de ruta literaria. En 1935 publicó en la Revista Nueva de Santiago, su cuento Gato en el camino. Luego, en 1937 sale  a la luz su poemario, Canciones sin nombre, saltando de la prosa a los renglones versales. Mas, su ruptura con la poesía simbólica, tradicional, canónica se da en l954 con la aparición de Poemas y Antipoemas.
A Nicanor Parra lo conocimos en Nueva York en un conversatorio que él daba en Columbia University, mientras nosotros dictábamos un seminario sobre Poesía de Ecuador, invitados por el Departamento de Lenguas Romances de dicha universidad, en 1971. Desde ese alero temporal nació nuestra amistad que fue alimentándose personalmente cada vez que el poeta chileno volvía a Nueva York, o cuando estaba de paso a Europa. En su departamento ocasional, compartíamos amenas charlas sobre los más diversos temas junto a escritores y amigos suyos. Nunca  faltaba  a estas reuniones su compatriota y poeta y grata amiga nuestra  Raquel Jodorosky. Allí tocamos algunas veces los rasgos, rastros y rostros de la poesía ecuatoriana, muy poco conocidos por él y casi nada por los estudiantes de literatura de aquella universidad. Fue entonces cuando le prometí hacerle llegar un libro que preparaba sobre Siete Poetas de Ecuador donde por primera vez recogíamos 17 textos de nuestro mayor poeta vanguardista, Hugo Mayo, igual que de Medardo Angel Silva, Carrera Andrade, Dávila Andrade, entre otros; texto, que fue el fruto de ese Seminario y que fue distribuido casi en su totalidad en esa Metrópoli. Cuando le enviamos al poeta ese libro a Chile, tuvimos la grata sorpresa de recibir una de sus cartas que más nos han llenado de satisfacción. ¿Por fin!, lo conoció en su escritura a Hugo Mayo, y la sorpresa mayor nos vino con la poética de Medardo Angel Silva, a quien lo cataloga, luego de la lectura de sus versos de “Tremendo y Formidable Maestro”. (se adjunta copia de esa carta). La última vez que nos vimos fue cuando junto a otros poetas de prestigio internacional se presentó en el Poetry Center de Nueva York, compartiendo y representando la jerarquía de la poesía latinoamericana junto a Carrera Andrade, con quien ya manteníamos también una fructífera amistad casi hasta su muerte. Entre las anécdotas que más recordamos de Nicanor Parra es aquella en la que en un Congreso Internacional de Poetas en Nueva York, entre los invitados estaba el poeta chileno Nicanor Parra; y, cuando le tocó intervenir en la lectura de sus textos poéticos, Jorge Carrera Andrade abandonó la sala. Sin embargo, cuando se dio la ocasión y en su casa, le interrogamos al autor de La Cuenca Larga, muy disimuladamente que cual  era su opinión sobre la poesía de Carrera Andrade, nos supo manifestar que la valoraba en sumo grado, tratándose aún más de un viejo y cordial amigo en las andanzas literarias por varios países de Europa. En tanto que el poeta de La Guirnalda del Silencio, cuando le hacíamos asomar a los textos de Parra se limitaba en hacer juicios de valor, evadiendo tratar el tema siempre con respetada actitud.  Hoy,  después de tantos años vividos y añorados en compañía de estos dos grandes bardos con quienes compartí  amistad, sueños y realidades, seguro estoy, que son dos escritores con dos visiones diferentes en la estructuración de sus lenguajes literarios  codificantes, pero indivisibles en su majestad poética.
La antipoesía de Nicanor Parra no es sino la poesía de siempre mirada y elaborada desde otra dimensión de los lenguajes, es decir: dar lo máximo con lo mismo. Desmantela la escritura canónica, la saca del sendero tropológico donde el fulgor lírico ufanaba los estilos, para instaurarla en un nuevo espacio artístico. Los temas son tratados con chispeante humor, ironías beligerantes a través del lenguaje popular que lo impide al lector la identificación emotiva con las situaciones expuestas priorizando la reflexión sobre los aspectos tratados. Nicanor Parra revolucionó el ambiente literario con un lenguaje nato, coloquial, en el que tras su aparente prosaísmo aparece una mirada desmitificadora y a la vez, desgarradora y sabia.
El mayor aporte de Parra a las letras hispánicas es el haber, como el mismo lo afirma: “Hecho saltar a papirotazos los cimientos apolillados de las Instituciones caducas y anquilosadas”. En resumen, su presencia en el panorama de nuestras literaturas obedece a una tradición de ruptura.
El reflejo internacional de su yo no lírico sino poético y su transgresión hacia los modelos estatizantes del lenguaje en su espíritu creativo, tuvieron su respuesta en sus múltiples reconocimientos de alta jerarquía, contándose entre ellos, el Premio Nacional de Literatura de Chile, en 1969; el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”, 1951; el Premio “Reina Sofía” de Poesía Iberoamericana, España, 2001 y el premio Miguel de Cervantes, España, 2011. En algunas ocasiones fue nominado para el Nobel de Literatura.

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