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Adoptada por La Conferencia Hemisférica sobre
Libertad de Expresión celebrada en México, D.F. el 11 de marzo de 1994
PREAMBULO
En el umbral de un nuevo milenio,
América puede ver su futuro afincada en la democracia. La apertura política
ha ganado terreno. Los ciudadanos tienen mayor conciencia de sus derechos.
Elecciones periódicas, gobiernos, parlamentos, partidos políticos,
sindicatos, asociaciones y grupos sociales de la más variada índole, reflejan
más que en ningún otro momento de nuestra historia las aspiraciones de la
población.
En el ejercicio democrático, varios
logros suscitan el optimismo, pero también aconsejan la prudencia. La crisis
de las instituciones, las desigualdades, el atraso, las frustraciones
transformadas en intransigencia, la búsqueda de recetas fáciles, la incomprensión
sobre el carácter del proceso democrático y las presiones sectoriales, son un
peligro constante para el progreso alcanzado. Constituyen también obstáculos
potenciales para seguir avanzando.
Por todo ello, es deber de quienes
vivimos en este hemisferio, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, consolidar
la vigencia de las libertades públicas y los derechos humanos.
La práctica democrática debe
reflejarse en instituciones modernas, representativas y respetuosas de los
ciudadanos; pero debe presidir también la vida cotidiana. La democracia y la
libertad, binomio indisoluble, solo germinarán con fuerza y estabilidad si
arraigan en los hombres y mujeres de nuestro continente.
Sin la práctica diaria de ese
binomio, los resultados son previsibles: la vida individual y social se
trunca, la interacción de personas y grupos queda cercenada, el progreso
material se distorsiona, se detiene la posibilidad de cambio, se desvirtúa la
justicia, el desarrollo humano se convierte en mera ficción. La libertad no
debe ser coartada en función de ningún otro fin. La libertad es una, pero a
la vez múltiple en sus manifestaciones; pertenece a los seres humanos, no al
poder.
Porque compartimos esta convicción,
porque creemos en la fuerza creativa de nuestros pueblos y porque estamos
convencidos de que nuestro principio y destino deben ser la libertad y la
democracia, apoyamos abiertamente su manifestación más directa y vigorosa,
aquella sin la cual el ejercicio democrático no puede existir ni
reproducirse: la libertad de expresión y de prensa por cualquier medio de
comunicación.
Los firmantes de esta declaración
representamos distintas herencias y visiones. Nos enorgullecemos de la
pluralidad y diversidad de nuestras culturas, y nos felicitamos de que
confluyan y se unifiquen en el elemento que propicia su florecimiento y
creatividad: la libertad de expresión, motor y punto de partida de los
derechos básicos del ser humano.
Sólo mediante la libre expresión y
circulación de ideas, la búsqueda y difusión de informaciones, la posibilidad
de indagar y cuestionar, de exponer y reaccionar, de coincidir y discrepar,
de dialogar y confrontar, de publicar y transmitir, es posible mantener una
sociedad libre. Sólo mediante la práctica de estos principios será posible
garantizar a los ciudadanos y grupos su derecho a recibir información
imparcial y oportuna. Sólo mediante la discusión abierta y la información sin
barreras será posible buscar respuestas a los grandes problemas colectivos,
crear consensos, permitir que el desarrollo beneficie a todos los sectores,
ejercer la justicia social y avanzar en el logro de la equidad. Por esto,
rechazamos con vehemencia a quienes postulan que libertad y progreso,
libertad y orden, libertad y estabilidad, libertad y justicia, libertad y
gobernabilidad, son valores contrapuestos.
Sin libertad no puede haber
verdadero orden, estabilidad y justicia. Y sin libertad de expresión no puede
haber libertad. La libertad de expresión y de búsqueda, difusión y recepción
de informaciones sólo podrá ser ejercida si existe libertad de prensa.
Sabemos que no toda expresión e
información pueden encontrar acogida en todos los medios de comunicación.
Sabemos que la existencia de la libertad de prensa no garantiza
automáticamente la práctica irrestricta de la libertad de expresión. Pero
también sabemos que constituye la mejor posibilidad de alcanzarla y, con
ella, disfrutar de lasdemás libertades públicas.
Sin medios independientes, sin
garantías para su funcionamiento libre, sin autonomía en su toma de
decisiones y sin seguridades para el ejercicio pleno de ella, no será posible
la práctica de la libertad de expresión. Prensa libre es sinónimo de
expresión libre.
Allí donde los medios pueden surgir
libremente, decidir su orientación y la manera de servir al público, allí
también florecen las posibilidades de buscar información, de difundirla sin
cortapisas, de cuestionarla sin temores y de promover el libre intercambio de
ideas y opiniones. Pero, cuando con el pretexto de cualesquiera objetivos se
cercena la libertad de prensa, desaparecen las demás libertades.
Nos complace que, tras una época en
que se pretendió legitimar la imposición de controles gubernamentales a los
flujos informativos, podamos coincidir ahora en la defensa de la libertad. En
esta tarea, muchos hombres y mujeres del mundo estamos unidos. Sin embargo,
también abundan los ataques. Nuestro continente no es una excepción. Aún
persisten países con gobiernos despóticos que reniegan de todas las
libertades, especialmente, las que se relacionan con la expresión. Aún los
delincuentes, terroristas y narcotraficantes amenazan, agreden y asesinan
periodistas.
Pero no solo así se vulnera a la
prensa y a la expresión libres. La tentación del control y de la regulación
coaccionante ha conducido a decisiones que limitan la acción independiente de
los medios de prensa, periodistas y ciudadanos que desean buscar y difundir
informaciones y opiniones.
Políticos que proclaman su fe en la
democracia son a menudo intolerantes ante las críticas públicas. Sectores
sociales diversos adjudican a la prensa culpas inexistentes.
Jueces con poca visión exigen que los periodistas divulguen fuentes que deben permanecer en reserva. Funcionarios celosos niegan a los ciudadanos acceso a la información pública. Incluso las constituciones de algunos países democráticos contienen ciertos elementos de restricción sobre la prensa.
Al defender una prensa libre y
rechazar imposiciones ajenas, postulamos, asimismo, una prensa responsable,
compenetrada y convencida de los compromisos que supone el ejercicio de la
libertad.
PRINCIPIOS
Una prensa libre es condición
fundamental para que las sociedades resuelvan sus conflictos, promuevan el
bienestar y protejan su libertad. No debe existir ninguna ley o acto de poder
que coarte la libertad de expresión o de prensa, cualquiera sea el medio de comunicación.
Porque tenemos plena conciencia de
esta realidad, la sentimos con profunda convicción y estamos firmemente
comprometidos con la libertad, suscribimos esta Declaración, con los
siguientes principios:
La lucha por la libertad de
expresión y de prensa, por cualquier medio, no es tarea de un día; es afán
permanente. Se trata de una causa esencial para la democracia y la
civilización en nuestro hemisferio. No sólo es baluarte y antídoto contra
todo abuso de autoridad: es el aliento cívico de una sociedad. Defenderla día
a día es honrar a nuestra historia y dominar nuestro destino. Nos
comprometemos con estos principios.
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jueves, 30 de octubre de 2014
Declaración de Chapultepec
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